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Estados Unidos

Los «objetores de deuda» de Strike Debt organizan la resistencia

Fuentes: CADTM

Traducido para Rebelión por Caty R.

El pasado día 9 en las orillas del río Este de Brooklyn, las personas se turnaban en el centro de un círculo y tomaban la palabra para explicar que sus deudas han llegado a ser insoportables por los pagos de cada mes, por las opciones que les obligan a tomar y en muchas ocasiones por la falta de opciones a la que esas deudas les enfrentan. Algunos expresaron la vergüenza que sentían, otros su malestar, su perplejidad y un gran sentimiento de injusticia. Después, en un gesto liberador prendieron fuego a las cartas en las que les recordaban los importes que todavía tenían que devolver, los extractos bancarios que señalaban los créditos impagados… Este acto recuerda a los militantes contra la guerra de Vietnam que quemaban sus cartillas de reclutamiento. Pero el gesto no solo es simbólico, tiene una función de catarsis: se trata también de liberarse del sentimiento de culpa, de romper el tabú, el silencio, el aislamiento de las personas endeudadas, y crear un movimiento de resistencia. Strike Debt, la organización de los «objetores de deudas» en el origen de esa acción, tiene como eslogan este juego de palabras: «¡You are not a loan!/¡You are not alone! (1).

Los engranajes de la deuda al desnudo

En la lucha que esos militantes de Occupy Wall Street (OWS) han emprendido contra uno de los pilares -por cierto tambaleante- del «American way of life«, una de las primeras tareas consiste en comprender y explicar: analizar para descubrir los engranajes del sistema, denunciar las vidas exprimidas, reducidas y recortadas y, eventualmente, convertirse en los granos de arena que alteren el buen funcionamiento de la máquina. Descifrar, parafraseando a una militante que a pesar de la complejidad del asunto se ha embarcado en el estudio de la deuda municipal, por qué eso va tan bien al 1% mientras el otro 99% no entiende nada.

Los entusiastas miembros de Strike Debt aprovechan cualquier ocasión para compartir los frutos de sus investigaciones y reflexiones. Así, el pasado 17 de septiembre, para el aniversario de OWS y tras un verano de trabajo intenso, apareció su manual de resistencia, el cual distribuyen gratuitamente y está accesible en su web (2). También condujeron varios talleres en la Universidad Libre, organizada del 18 al 22 de septiembre de 2012 en Madison Square Park, Nueva York, y proseguirán ese trabajo de educación popular en otoño con una serie de exposiciones y talleres dedicados a la deuda en el marco de Occupy University, la universidad popular de OWS (3).

El trabajo de este colectivo quizá esté solo en sus comienzos, pero es muy entusiasta y ya está llegando lejos en cuanto a las teorías del «sistema deuda». «La deuda, señalan, no es personal, es política. El sistema deuda tiene el objetivo de aislarnos, silenciarnos y someternos a través del miedo a las calificaciones dictadas por las todopoderosas agencias de calificación de crédito» (4). En efecto, hay que saber que las agencias califican a los estadounidenses según un sistema muy opaco e injusto, calificaciones que después son utilizadas por los bancos u otras entidades de crédito para determinar la concesión o denegación de una tarjeta de crédito, un préstamo hipotecario, el interés a aplicar a uno u otro préstamo, etc. ¡Incluso, cada vez más, los patronos exigen esas notas antes de contratar! Una manera de incrementar las desigualdades volviendo el empleo más inaccesible, el crédito más caro o simplemente prohibido a los más pobres.

Obviamente la deuda funciona como una herramienta de sometimiento y control de las poblaciones que obliga a aceptar trabajos mal pagados o disuade de hacer huelgas para reivindicar más derechos, por ejemplo. Así, en la faraónica deuda de los estudiantes, Noam Chomsky ve un medio de mantener a raya a los más idealistas: «Si para ir a la universidad debes contraer una deuda importante, serás dócil. Puede que vayas a la universidad con la intención de convertirte en un abogado defensor de las causas de interés público, pero si sales de allí con una deuda de 100.000 dólares deberás trabajar en un despacho de abogados practicando el derecho corporativo. Y si dices «trabajaré aquí hasta que reembolse mi deuda y después seré un abogado defensor de causas de interés público», ellos son lo bastante brillantes para saber que una vez que estés atrapado en la institución asimilarás sus valores, interiorizarás otras cosas y te convertirás en un abogado de derecho corporativo (5).

La deuda es, además, un formidable medio de extorsión. Extorsión económica y también laboral, de tiempo, de posibilidades de futuro. Así, la deuda que contraen los estudiantes para sobrevivir en la educación superior, a veces de pésima calidad (especialmente en los centros privados con ánimo de lucro) (6), se puede considerar una compra de trabajo futuro por parte de dichos estudiantes. Esto nos lleva a la noción del robo del tiempo desarrollada por Maurizio Larazzato (7), quien ve el endeudamiento generalizado como una «desposesión […] del futuro, es decir, del tiempo como portador de elecciones, de posibilidades». También por eso está muy presente entre los militantes la referencia a la esclavitud, tanto más en cuanto que el sistema deuda no afecta de igual forma a las personas blancas y a las de color.

Los autores del manual, según sus propias palabras, están trabajando en ámbitos que no habían previsto y en los cuales la vinculación con la deuda no es evidente a priori. Sin duda no ha sido una sorpresa para muchos de ellos, pero probablemente muchos otros han descubierto ahora, gracias a Strike Debt, que la deuda extiende y acentúa la discriminación de las personas de color. La práctica el «redlining» o el «reverse redlining» consiste en negar la concesión de préstamos u ofrecer condiciones diferentes según la línea de vida del prestatario. Huelga decir que las personas que viven en barrios de mayoría afrodescendiente o inmigrante deberán pagar intereses más altos. Igualmente las personas de color que quieren beneficiarse del procedimiento de quiebra personal según el capítulo 13 (8) tienen un 20% más de riesgo que los blancos de que el juez rechace sus expedientes. Y podríamos citar muchos otros ejemplos… Strike Debt resume el fenómeno en estos términos: «El endeudamiento permanente es la característica dominante del modo de vida moderno en Estados Unidos. Para controlarlo todo se ha establecido un dispositivo particular, propio de Estados Unidos, en el que la encarcelación masiva, la segregación racial y la servidumbre de la deuda se refuerzan mutuamente» (9).

Por otra parte, otro vínculo que no hay que olvidar ha sido desarrollado en un artículo aparecido en Tidal, la revista de Occupy Theory, por David Graeber, autor de la importante obra Debet: The Frist 5,000 Years (Nueva York, Melville House Publishing, 2011): «Entre la deuda y la explotación de la naturaleza». En efecto, para pagar un interés de x% sobre una deuda, es necesario producir un x% más de PIB. Así, la deuda contemplada como una «promesa de productividad futura» alimenta la carrera del crecimiento y la productividad. Otra razón para considerar esas deudas literalmente insostenibles (y, esperamos, una razón para unir a los ecologistas a la causa).

El manual del resistente: párrafos escogidos

El manual no se ha concebido como un producto terminado, sino más bien como el principio de un proyecto de colaboración. Se invita a los lectores a enviar correcciones, añadidos, etc., para mejorar el manual. Elaborado en solo dos meses, en su forma actual ya es una herramienta muy útil, agradable de leer y suministradora de informaciones importantes, a veces sorprendentes, sobre la deuda, su funcionamiento y los medios a disposición de las personas endeudadas para salir. Además las soluciones individuales propuestas nunca dejan de llamar a la acción colectiva y de inscribir el combate contra el sistema deuda en una lucha más amplia contra la mercantilización de todos los aspectos de la vida y para la satisfacción de las necesidades básicas de todas las personas.

El manual consta de 10 capítulos de los cuales cada uno se centra en un aspecto de la deuda y un capítulo final sobre las perspectivas de cambio y las aspiraciones del movimiento. He aquí algunas de las informaciones relevantes al hilo de la lectura:

La calificación de crédito

Tener una nota crediticia es algo parecido a llevar un tatuaje o un código de barras en la frente, y el «tatuador» sería la agencia de investigación de los consumidores (consumer reporting agency, CRA). Los CRA recogen informaciones de diferentes acreedores y las reúnen para suministrar informes crediticios detallados o hacer la calificación de crédito. Esta actividad está poco regulada por el Estado (especialmente el marco de quién puede enviar las informaciones elaboradas por esas agencias y a quiénes pueden estas suministrar sus informes y notas) a pesar de que su influencia se extiende peligrosamente: cada vez más los patronos o los propietarios exigen la presentación de un informe de crédito, las aseguradoras han empezado a tener en cuenta la calificación de crédito para determinar sus tasas, ¡hasta los hospitales utilizan esos datos!

La lógica perversa de ese sistema pretende que para recibir una buena calificación es necesario estar endeudado. A una persona sin deudas no se le atribuye una buena nota y por lo tanto puede que le denieguen un alojamiento, por ejemplo. Además los informes están plagados de errores. Un estudio de 2004 reveló que el 79% de los informes contenían errores.

Las tarjetas de crédito

La congelación, e incluso la bajada, de los salarios reales desde los años 70 han abonado el terreno para el desarrollo de las tarjetas de crédito. En Estados Unidos circulan unos 700 millones de tarjetas de crédito. Entre los mecanismos de crédito las tarjetas son los productos más complejos y peligrosos. Los numerosos gastos escondidos en los contratos cuestan a las familias estadounidenses más de 12.000 millones de dólares anuales.

Al principio de esta historia, en los años 60, los bancos no obtenían beneficio sobre las tarjetas de crédito, las ofrecían a sus clientes más acomodados para asegurarse su fidelidad. La desregulación de la fijación de las tasas de interés en los años 80 cambió radicalmente la situación. «El crédito ‘gratuito’ utilizado por los hogares más ricos ahora está subvencionado por las tasas elevadas y los gastos que pagan los hogares en dificultades», según Robert D. Manning, autor de Credit Card Nation, casi dos tercios de los beneficios producidos por los intereses y penalizaciones afectan únicamente al 25% de los usuarios de tarjetas.

La deuda vinculada a la atención médica

Se estima que alrededor del 62% de los procedimientos de quiebra personal en Estados Unidos están vinculados a las enfermedades y/o las facturas médicas. Esta situación se debe al sistema sanitario del país, que en vez de repartir el riesgo sobre toda la población, por el contrario obliga a pagar a los más vulnerables.

La deuda de los estudiantes

Existen dos tipos de préstamos para estudiantes: los préstamos federales y los préstamos privados. Entre 1972 y 2010, los préstamos federales eran administrados por las instituciones financieras, pero los subvencionaba o garantizaba el gobierno federal. En 2010, Barack Obama aprobó una ley que suprime a los intermediarios y ahora los préstamos federales son gestionados directamente por el Estado. Sin embargo esos préstamos siempre fijan intereses altos (6,8%) y no cubren todos los gastos, lo que obliga a muchos estudiantes a tomar otra parte de préstamos privados.

Además, desde 1998, los préstamos federales se excluyen de los procedimientos de quiebra personal. Tras un encarnizado trabajo de presión de Wall Street los préstamos privados también se excluyeron en 2005.

Hay que señalar que en caso de demora en el reembolso, los intereses vencidos generalmente se añaden al capital a final del año.

La deuda hipotecaria

El mercado de la deuda hipotecaria nació en 1934 por iniciativa el gobierno y para gran beneficio de los bancos. El Housing Act de 1934 creó la Federal Housind Administration, encargada en particular de dar suministrar garantías contra el impago de préstamos hipotecarios. En 1938, el gobierno creó además la Federal National Mortgage Association (conocida también con el nombre de Fannie Mae), destinada a ofrecer a los bancos un mercado secundario donde vender sus préstamos hipotecarios (y por lo tanto transferir sus riesgos).

El mercado se extendió rápidamente y el número de familias propietarias de sus viviendas pasó del 40% en los años 30 al 65% en los 70.

La asociación entre los bancos y el gobierno continúa en la actualidad y el gobierno federal garantiza más del 95% de los préstamos hipotecarios concedidos en 2011.

Sin embargo el sueño de una nación de propietarios se convirtió en una pesadilla con el estallido de la crisis de las subprimes. En la actualidad más del 11% de las viviendas están vacías, el porcentaje de propietarios de su vivienda ha retrocedido al nivel de 1998. Casi ocho millones de estadounidenses acusan por lo menos un mes de retraso en sus reembolsos y cinco millones al menos dos meses. Se han embargado cinco millones de viviendas. Los afrodescendientes y latinos son los más afectados, ya que una cuarta parte de ellos ha perdido su casa o está en riesgo de perderla frente a «solo» un 12% de propietarios blancos.

Comunidades enteras están atrapadas en un círculo vicioso, los embargos de las casas hacen que bajen los precios inmobiliarios y reducen las rentas procedentes de los impuestos hipotecarios. Eso aumenta la deuda de los municipios, que recortan los servicios públicos y esto, a su vez, acelera la espiral de bajada del mercado inmobiliario local.

La deuda municipal

Los municipios han conocido recortes de las financiaciones federales durante los últimos 30 años y han tenido que endeudarse, principalmente por medio de la emisión de bonos municipales. Estos bonos son una bicoca para los inversores, puesto que los intereses que se embolsan están exentos de impuestos.

Servicios y productos financieros para los «prohibidos bancarios»

Como ha señalado con precisión el escritor James Baldwin, es muy caro ser pobre. Las personas que no tienen acceso al sector bancario tradicional o las que necesitan multiplicar los créditos para llegar a final de mes se ven obligadas a recurrir a los servicios financieros «alternativos» (alternative financial services o AFS en inglés), los cuales se pueden considerar una forma legal de robo. Si acumulamos los beneficios del sector AFS, en pleno desarrollo, y los dividimos entre el número de hogares que tienen que vivir con menos de 30.000 dólares anuales (40 millones), comprobamos que ese sector recibe cada año el equivalente 2.500 dólares de cada hogar de renta baja. Es lo que se podría llamar un «impuesto sobre la pobreza» de casi el 10%.

Los servicios y productos AFS son variados pero tienen en común su precio exorbitante: una comisión del 1,5% al 3,5% por el cobro de cheques, hasta el 20% por transferencias de dinero al extranjero, más del 400% de interés por los préstamos a corto plazo (los famosos «payday loans«, adelantos de dinero concedidos rápidamente, sin formalidades, supuestas ayudas en espera de la próxima paga pero que generalmente se renuevan varias veces, con capitalización de los intereses impagados y penalizaciones de demora), y a veces hasta más del 900% de interés por los préstamos con garantías sobre automóviles (préstamos a cambio del título de propiedad de un coche).

Al principio, la deuda de los estudiantes…

El movimiento contra la deuda nació el año pasado alrededor de la deuda de los estudiantes. Una deuda que alcanza proporciones inquietantes y es objeto de una atención particular en la prensa. La deuda de los estudiantes en efecto, ha sobrepasado el billón de dólares, es decir, más que los saldos de la deuda vinculada a las tarjetas de crédito. Algunos incluso la consideran una amenaza parecida a la de los créditos hipotecarios subprime en un pasado reciente. Hay que señalar que las condiciones para los deudores son duras: al contrario que en otros tipos de deuda el procedimiento de quiebra es prácticamente imposible, y no prescriben; por otra parte, la mayoría de los préstamos son concedidos o garantizados por el gobierno federal y el Estado pone en marcha medios considerables para recuperarlos que pueden llegar hasta el embargo de parte del sueldo, de las devoluciones de impuestos ¡o incluso de los subsidios de las personas discapacitadas! Cierto, esas condiciones se han previsto para estudiantes con rentas muy bajas, que están en el paro o no pueden trabajar, pero la falta de información de los estudiantes por un lado, y la falta de incentivos financieros para las instituciones que gestionan estas deudas para evitar la falta de pago (¡y la penalización tras el impago!) hacen que muy pocos estudiantes recurran a esta solución. En estos tiempos de desempleo importante, y con los gastos de educación cada vez más altos, el número de impagos de la deuda de los estudiantes no deja de crecer. Casi 5,9 millones de personas en el país tienen por los menos 12 meses de retraso en los reembolsos, una cifra que se ha incrementado un tercio en los últimos cinco años. En el ejercicio 2011, el montante medio de la deuda impagada era de 17.005 dólares, y las sumas recogidas por el Estado o las agencias que trabajan por su cuenta se elevaron a 12.000 millones de dólares.

Frente a este problema apremiante, los militantes de Occupy se han unido alrededor del Occupy Student Debt Campaing (campaña de Occupy contra la deuda de estudios), para reivindicar una educación superior pública gratuita, préstamos de estudios sin intereses, apertura de las cuentas de los centros privados y con ánimo de lucro, y anulación de las deudas existentes. Una lucha que lógicamente ha desembocado en el cuestionamiento de otros tipos de deuda y en la denuncia del enriquecimiento de una minoría gracias al endeudamiento de la mayoría.

Más allá de las acciones concretas de ayuda mutua, objetivos ambiciosos

El grupo Strike Debt tiene objetivos ambiciosos: más que un movimiento de deudores, se considera un movimiento de resistencia general a la deuda que permite modificar el discurso con respecto a esta y finalmente transformar la sociedad de forma radical.

La resistencia de Strike Debt frente a la deuda adopta numerosas formas, una de ellas es la ayuda mutua. Este es en particular uno de los objetivos del manual de resistencia: ofrecer información y soluciones concretas a las personas endeudadas para que puedan luchar contra los acreedores. Ese es también el sentido del proyecto del «Rolling Jubilee«, que constituye por otra parte un medio de acción directa: el objetivo es comprar a bajo precio en el mercado secundario las deudas en bancarrota para anularlas a continuación (11).

Por supuesto, la resistencia va más allá de la estricta cuestión de la deuda e incluye la lucha por la gratuidad de la educación de la sanidad, etc. La cuestión de la deuda municipal, en cuyo nombre las autoridades locales despiden a los funcionarios, congelan sus sueldos o reducen los servicios públicos también está en el orden del día, y el grupo Strike Debt lo ve como un asunto potencialmente muy aglutinador (la cuestión de la deuda privada a veces se percibe como un problema de «la clase media», las poblaciones más marginales están excluidas de hecho del circuito bancario y del crédito).

El objetivo de los militantes de Nueva York es que el movimiento se extienda a otras ciudades y Estados. Strike Debt se inscribe en primer lugar en una perspectiva internacionalista y también desea multiplicar los contactos a escala internacional con los movimientos que comparten muchas de sus reivindicaciones. Por otra parte, el movimiento luce el «cuadrado rojo» de los estudiantes de Quebec y recupera un eslogan que floreció en las manifestaciones de Grecia, Portugal, España, etc.: ¡No debemos, no pagamos!

Notas

(1) ¡No eres un préstamo, no estás solo!

(2) El manual, The Debt Resitors’ Operations Manual , se puede encargar en la siguiente dirección: http://strikedebt.org/ 

(3) Ver http://university.nycga.net/

(4) «Debt is not personal, it is political. The debt system aims to isolate us, silence us, and scare us into submission with the all-powerful credit rating», en «Strike Debt, Tidal, septiembre 2012, p. 10.

(5) Citado por Normand Baillargeon, en «Chomsky: misères et grandeur de l’université», http://www.ababord.org/spip.php?article1309 (fuente: Noam Chomsky, Permanence et mutations de l’université, PUQ, 2011).

(6) Ver al respecto de Christopher Newfield «La dette étudiante, bombe à retardement», Le Monde diplomatique, septiembre de 2012, p 4-5.

(7) «La dette ou le vol du temps», Le Monde diplomatique, febrero de 2012, http://www.monde-diplomatique.fr/2012/02/LAZZARATO/47416

(8) Existen dos procedimientos de quiebra que se explican respectivamente en los capítulos 7 y 13 de la ley, el segundo desde muchos puntos de vista es menos ventajoso y más arriesgado. Según Strike Debt, este segundo procedimiento no es nada menos que una estafa. Ver el capítulo 10 de su manual sobre la quiebra.

(9) » Permanent indebtedness is the pre-eminent characteristic of modern American life. Keeping all this in check is the peculiarly U.S.-specific apparatus, in which mass incarceration, racialized segregation ans debt servitude are mutually reinforcing», en «Strike Debt!», Tidal, septiembre de 2012, p. 10.

(10) Andrew Martin, «Collection Agencies Cashing In on Student Loan Roundup», The New York Times, 9 de septiembre de 2012.

(11) Ver http://strikedebt.org/ 

Fuente: http://cadtm.org/Etats-Unis-Les-objecteurs-de