“Las ovejas pasan su vida temiendo al lobo, pero acaban siendo devoradas por el pastor”
El 21 de julio de 2022, el Banco Nacional de Ucrania ajustó el tipo de cambio oficial al dólar estadounidense en un 25%, es decir, devaluó su moneda de 25.25 a 36.56 grivnas por dólar, lo que duró pocos días, al sufrir una nueva devaluación del 10% que llevó el valor de la moneda ucraniana a 40 grivnas por dólar.
En la Argentina la devaluación encubierta, y las no tanto, no tienen fin. Del 26 de junio al 26 de julio el dólar que se compra en la Bolsa de Valores aumentó un 35%. Pero, en un día, el mismo 26 de julio, para los productores de soja se devaluó en un 13% la moneda –aquí está la cuenta– eso sí, en forma temporal (léase in aeternum si funciona, y si no, para que lo haga en futuro).
La idea es seducir a los productores para que liquiden y compren dólares por un 30% de los pesos que le dan por sus ventas de soja, obviamente subsidiados y al dólar oficial, el 70% restante en una cuenta corriente indexada cuya garantía es el BCRA; el depósito se puede retirar cuando quieran, ajustado al dólar bolsa. La idea es que se liquiden unos U$S 15.000 millones. Para los que realizan las corridas cambiarias no se les ocurrió nada, ni siquiera aplicar los instrumentos legales de los que dispone el ejecutivo y el BCRA, es decir, que los obligan a cambiar dólares por pesos, o, en su defecto, revivir el Decreto Nº 2581/64 de Emergencia Cambiaria, como ha dicho reiteradamente el economista Horacio Rovelli.
¿Por qué devaluar la moneda en el caso ucraniano? Más allá de ver pasar algún misil por la ventana del Banco Central, las teorías son muchas y los relatos idénticos a los de la Argentina. En principio, los economistas ucranianos no pueden responder a la pregunta: ¿cuándo se detendrá la caída de la grivna? Suena parecido al peso. Es muy difícil pronosticar, ya que muchos factores afectan el curso de la divisa. En primer lugar, no está claro con qué regularidad y en qué cantidades llegará la ayuda occidental. En el caso ucraniano esta ayuda es central para financiar el déficit, con una necesidad de, al menos, 3 mil millones de dólares por mes. En segundo lugar, si las exportaciones agrícolas podrán salir por puertos del mar Negro y a qué tipo de cambio. Y en tercero, la evolución de la guerra. En el caso de Argentina la ayuda viene de los pobres para financiar el déficit fiscal, en cuanto al dólar y los precios, de los mismos que manejan el comercio exterior e interior.
En Ucrania los precios del combustible aumentan instantáneamente de acuerdo con los vaivenes de la guerra, lo que produce oscilaciones en el valor de la energía, al igual que en la Argentina. Los precios del combustible arrastran todos los demás precios, sobre todo los de los alimentos. Y esto sin mencionar los bienes importados, que, según la lógica, deberían aumentar en la misma proporción de la devaluación de la moneda. Hay una situación agravada por el hecho de que las importaciones a Ucrania provienen exclusivamente del transporte terrestre, es decir, el aumento del precio de los combustibles también está incluido en el costo de los fletes de los bienes importados. Por lo que uno puede suponer que los productos importados pueden encarecerse incluso en más del 25% de la devaluación.
Antes de la guerra Ucrania importaba solo el 5% del combustible que consumía a través de las fronteras con Polonia, Hungría, Eslovaquia y Rumanía; ahora todo pasa por estas rutas. A pesar de las conversaciones, al igual que el resto de Europa, sobre la necesidad de diversificación frente a la dependencia energética de Rusia, Ucrania cubrió la mayoría de sus necesidades, el 50% de gasolina y más del 60% de diésel, con los suministros de la Federación Rusa y Bielorrusia. Otro 10% fue importado desde Lituania. Ahora estas rutas están cerradas, por lo que la escasez es inevitable. Y el déficit siempre va acompañado de un aumento de los precios.
En el caso de la Argentina, la falta de intervención estatal que separe los precios internacionales del nacional es la principal causa de la inflación. Por el lado de los dólares, los precios los fijan los mismos que exportan. La concentración monopólica, o inexistencia de mercado en producción y distribución, agudizan el cuadro, y como dijera el sabio economista polaco Kalecki, los precios se fijan en función de los niveles de rentabilidad deseados. Hoy, la pérdida del poder de compra de los salarios inclina la puja distributiva hacia los poderosos, y lo magros intentos del gobierno por amortiguar la caída con ayuda social se los apropian los grandes monopolios a través de aumentos de precios. Más allá, como veremos, de las atroces medidas económicas implementadas.
En Ucrania por su parte, importantes economistas del establishment piensan en sintonía neoclásica, suponen que los vendedores han fijado durante mucho tiempo el precio de la grivna a 40 dólares para sus productos, si ya la tomaban devaluado, porque cambiaría el valor de los productos. Lo que si es cierto es que, en guerra, con una caída del 33.4% del PBI, exportaciones energéticas y de alimentos retenidas, con una feroz devaluación, la inflación ucraniana es del 25.5% contra 70%, 80%, 90% (¿?) en la Argentina. Los oligarcas argentinos son más letales que los misiles rusos.
Nada es casualidad. Como el hecho de devaluar la moneda cuando se abre el puerto de Odesa para las exportaciones, días después que en Estambul se llegara a un acuerdo sobre el «corredor de cereales» entre Ucrania, Rusia, Turquía y la ONU. Tampoco que se permita a los agricultores ucranianos no pagar impuestos sobre la importación de equipos para el almacenamiento de granos, mangas, silos bolsas, así como implementos para carga y descarga. Estas medidas, en parte, tienen sentido con las acciones bélicas para poder retener las cosechas y especular como se debe, mientras que en la Argentina las retenciones de venta es un acto especulativo y disciplinador.
El Banco Nacional de Ucrania tomó algunas medidas paralelas con la devaluación que le resultarán conocidas a los habitantes del país del tango. En primer lugar, le permitió a los bancos, a partir del 21 de julio de 2022, vender divisas a los ciudadanos siempre y cuando estos depositen dichas divisas durante un período de tres meses (90 días), sin derecho a rescisión del depósito con anticipación, dentro del límite mensual de U$S 1.250 dólares. El mismo periodo de 90 días fue implementado por el BCRA con el Comunicado A 7556 para la liquidación de soja.
Los ciudadanos ucranianos todavía podrán retirar U$S 1.250 dólares, o el equivalente por mes de pago, con tarjetas de crédito en grivnas en el extranjero, mecanismo prohibido en Argentina, al igual que las cuotas de compras puerta a puerta. Quizás lo más parecido es que el Banco Nacional continúa «montando guardia» para la estabilidad del tipo de cambio y para tomar las medidas necesarias para equilibrar la situación del mercado de divisas. La devaluación del 35% de la grivna fue una guardia baja, descuidada, muy parecida a las distracciones del BCRA.
Para que se entienda, las medidas tomadas por el BCRA parecen graciosas, atan la liquidación del 70% de las exportaciones de soja al valor del dólar contado con liquidación, incentiva su aumento para obtener un mayor beneficio. La liquidez del sistema financiero en Argentina está atada a que el sistema bancario le preste al Estado, que gasta unos U$S 20.000 millones en interese al año. Este desfasaje ya había sido motivo de queja tardía del FMI, por no encontrarse contemplada su sustentabilidad en la política que permitió el endeudamiento durante el gobierno de Macri como déficit cuasi fiscal.
Ahora, aparte de subir la tasa de interés a niveles del 90%, la liquidez bancaria quedó en casi un 45% distribuida en: Leliq, pases y un nuevo invento, NOTALIQ, que son notas de liquidez al sistema financiero de interés + spread del 5%, según el informe Monetario del BCRA para junio. Todo esto para que los fondos no vayan al dólar. Esta falta de liquidación de dólares por parte de los exportadores se agrava porque se le otorga a tipo de cambio oficial dólares a las empresas para pagar deuda con el exterior, que en realidad son autopréstamos, ya que la deuda está dividida en: empresas del mismo grupo, 42%; bancos privados, 18%: otros tenedores de deuda, 20% una estafa de acuerdo a la descripción del Informe Deuda Privada del BCRA.
Pero no es solo el BCRA que no puede, ni el Ejecutivo que no piensa obligar a que se liquiden U$S 2.500 millones, al menos, de los U$S 15.000 en danza. Antes de irse, el ministro de economía impuesto por el FMI, Martín Guzmán, el mismo que había acordado con el organismo que el tipo de cambio debería de devaluarse con mayor velocidad que la inflación (¡vaya pauta!), bueno, ese mismo, no contento con el acuerdo para ratificar la corrida cambiaria, sacó a licitación dos bonos el 14 de junio, uno atado al Coeficiente Estabilizados de Referencia CER (inflación) y otro atado al dólar. En ambos casos incentivando el aumento de la inflación y del dólar, más allá de la seguidilla de aumentos de las tasas de interés. Es decir, todas las medidas apuntan a favorecer la inflación y la devaluación, ¿a favor de quién?
Uno podría pensar que las empresas en Argentina habrían perdido rentabilidad por la pandemia, como en el caso ucraniano por la guerra, y por eso el embate en la puja distributiva y la desestabilización constante del Ejecutivo apuntaba en este sentido. Pero no, según el informe Las empresas que cotizan en la bolsa de comercio, del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas, las empresas mostraron bajo crecimiento en algunos sectores como el petrolero, sin embargo, se expandieron sus ventas en línea o por encima de la inflación, como en el caso de la electrónica (161%), las agropecuarias (75%), las autopartes (75%), las farmacéuticas (59%), entre otras. Las empresas bajo estudio, sin considerar el sector financiero, representan el 34% de la élite de las 200 firmas más grandes de la Argentina, y el 31% de las 500 más importantes. En ese momento, año 2020, dichas empresas, sin guerra mediante, le costaban al país más del 10% de inflación.
Ucrania es conocida, entre otras cosas, y quizás la más resonada, por sus oligarcas y su corrupción. Debido a las disputas internas, el parlamento aprobó una ley que crea un registro de oligarcas. Este documento les prohíbe financiar a los políticos y participar en la privatización, sin duda la nueva disputa con el capital trasnacional. Por su lado, los oligarcas quieren amortiguar las pérdidas de la guerra tomando empresas regaladas, y por el otro, las finanzas internacionales quieren cobrar la deuda y la ayuda brindadas.
Los medios en Ucrania servían para generar intrigas políticas, noticias falsas y condicionar al poder, muy parecido al caso argentino, con Clarín, La Nación, etc. Con el estallido de la guerra, las principales cadenas de televisión perdieron esta condición y sus canales se han sumado al maratón, donde emiten según un único programa informativo aprobado por la Defensoría y Ministerio de Defensa. Los lobbies han desaparecido de la agenda del parlamento (Rada). La mayoría de los diputados, que no hace mucho eran referidos a uno u otro sector de los oligárquicas, ahora votan sin cuestionamientos todos los proyectos y resoluciones.
Uno de los más poderosos oligarcas de medios –el Héctor Magnetto ucraniano- Rinat Akhmetov, anunció la salida de su empresa de inversión SCM «del negocio de los medios». El grupo de medios Ucrania ha sido un activo central para este oligarca durante muchos años, generando influencia política, no solo ganancias materiales. Otro de los «pilares» de negocio del grupo Metinvest son dos empresas clave perdidas debido a la guerra: Ilyich Mariupol Iron and Steel Works y la muy famosa Azovstal, donde se refugió el batallón nazi Azov; en ambas sus empleados siguen cobrando al gobierno ucraniano.
La refinería de petróleo de Kremenchug, propiedad del grupo Privat, de Kolomoisky, otro oligarca, Forbes estimó sus pérdidas, a finales de mayo de este año, en 225 millones de dólares. Uno de los mayores productores de amoníaco y fertilizantes minerales en Europa, la Asociación Severodonetsk Azot, estaba bajo ocupación y destruido en un 70% como resultado de las hostilidades. Con la pérdida de esta planta, el negocio químico de Dmitry Firtash, fusionado con el holding Ostchem, perdió una cuarta parte de su valor.
Como se ve, a diferencia de los oligarcas argentinos, los ucranianos después de años de bonanza y de poner al presidente actual, están viendo reducidas sus ganancias. En el caso ucraniano, la disputa se centra en quién cargará con el muerto de las perdidas empresarias y mediáticas, y no serán sus dueños, claramente. El gobierno decidió transferir 420 empresas estatales a la gestión del Fondo de Bienes del Estado. En el futuro, serán privatizadas o liquidadas.
La disputa será con el FMI y los inversores privados intentarán apropiárselas. Ya el 4 de octubre de 2019, el Ministerio de Economía había aprobado las etapas de preparación e implementación de la privatización de las primeras 800 empresas estatales; en ese momento eran para los extranjeros, ahora, con las pérdidas como resultado de la guerra, se despliega un nuevo abanico.
En el caso de la Argentina, el nuevo superministro tendrá que arreglar con el FMI, exportadores, medios, oligarcas y el campo, todos ellos en una misma y poderosa canasta, los que están fuera de ella, es la gente. Quizás se les pueda poner un freno a las grandes exportadoras trasnacionales o los fijadores de precios locales, porque ya no se sabe qué darles… Bueno, qué inocente, siempre hay algo nuevo que ofrecer.