En su Offshore Paraísos fiscales y soberanía criminal (Ombre Corte 2011, pp 253), Alain Deneault realiza una operación corajuda cuanto difícil, cual es la de redefinir las categorías del pensamiento político moderno, como el estado de derecho, la soberanía política, la justicia, la ley y el crimen, las clases sociales y la racionalidad económica, a […]
En su Offshore Paraísos fiscales y soberanía criminal (Ombre Corte 2011, pp 253), Alain Deneault realiza una operación corajuda cuanto difícil, cual es la de redefinir las categorías del pensamiento político moderno, como el estado de derecho, la soberanía política, la justicia, la ley y el crimen, las clases sociales y la racionalidad económica, a partir del fenómeno offshore mundial de los paraísos fiscales que, hasta la fecha, mantienen la mitad de las reservas mundiales de dinero. La inversión semántica de los mismos conceptos con los que generalmente se describen y analizan los paraísos fiscales, se impone a la luz del poder, no solo financiero, sino más bien políticos de los centros offshore, sean estos las Islas Cayman, la Ciudad de Londres, las islas del Caribe, Suiza, Luxemburgo, la estadounidense Delaware, EE.UU., Singapur o la isla de Jersey.
La tesis de Deneault es la siguiente: el offshore no es un otro lugar donde los capitales que huyen y los titulares evaden; el offshore no es una economía paralela, a fin de cuentas marginal y anómala. De hecho, los paraísos fiscales son organismos políticos positivos y soberanos donde los fondos amasados, el dinero acumulado por los empresarios, bancos, instituciones financieras, fondos de inversión (hedge funds) y criminales de todo tipo, «trabajan» al interior del mismo proceso de acumulación del capital y del poder a escala mundial.
. El capital financiero offshore permite el financiamiento de las organizaciones sociales, de los actores políticos, así como de las estructuras a través de las cuales resulta siempre más fácil dominar los estados de derecho y gestionar por fuera de la ley las políticas privadas. La realidad va mucho más allá de la evasión fiscal para reducir los costos: el capital offshore forma las instituciones públicas y la propia noción de bienes públicos «para construir offshore el polo de las ocultas decisiones relativas a las cuestiones de importancia histórica».
Con el desarrollo del capital offshore se desarrolla una verdadera transferencia de soberanía del Estado de Derecho al Estado de excepción; de acuerdo con la definición dada por Carl Schmitt: la soberanía se define a través de la capacidad para hacer cumplir las propias decisiones en el curso de los acontecimientos históricos. Soberano es, propiamente, aquel que tiene la fuerza de imponer, de manera decisiva, su voluntad sin tener que responder a una constitución, y mucho menos a la voluntad popular. El soberano no debe confundirse con el estado de derecho, en todo caso, sostiene Deneault, se encuentra detrás del estado de derecho: «Desde el punto de vista de la justicia, el imperio de la ley se presenta para el inversor como un simple mensajero; desde el punto fiscal, subvenciona la industria en vez de tasarla y prestarle el dinero que alimente su (…) capital inicial; desde el punto de vista político, el Estado se ocupa sólo del derecho Real y prima en primer lugar por su propia seguridad, o sea la defensa de las disposiciones que le permiten ofrecer sus valiosos servicios al capital. «
En el estado de derecho, la governance, es decir, la gestión (el manejo) de la vida pública, sustituye a la democracia y a la política para someterse a los intereses de los más fuertes. La soberanía es, entonces, algo que habita en otro lugar fuera del estado de derecho, aquel dispositivo que determina el curso de la historia a través de la producción de eventos extra-territoriales, como las crisis financieras, que afectan directamente al cuerpo vivo de la multitud. Ejemplo, en este sentido, es la lógica del desarrollo de la crisis de la deuda soberana europea, ejemplo perfecto de la shock economy. La decisión de atacar el euro se hizo en Nueva York en febrero de 2010 por un grupo de hedge funds, es decir, por los más altos representantes de los servicios financieros extraterritoriales contemporáneo.
Los hedge funds, fondos de inversión a riesgo registrados en paraísos fiscales no están bajo el control de los Estados. Después de jugar un papel decisivo en la creación de la burbuja de las hipotecas subprime, estos centros financieros offshore desataron una tormenta contra las deudas públicas de los países periféricos de la Unión Europea, desde Grecia a España, pasando por Irlanda y Portugal. Se desencadenó así una crisis política y económica que, si de una parte aseguró a las finanzas internacionales grandes ganancias a partir de los diferenciales de tasas de interés sobre los Bonos del Tesoro de los países objeto de ataques especulativos, por otra parte obligó a los gobiernos de los mismos países a aplicar medidas de austeridad draconianas para cumplir con los requisitos de la Comisión de la UE y el FMI. <"Lágrimas inesperadas, un devenir común desconocido, inesperado, inconmensurable, una instantánea, una descarga eléctrica. "No saber" depende de la soberanía>«.
La importancia de la obra de Alain Deneault, su investigación sobre la soberanía offshore y sus efectos en el Estado de Derecho, consiste en plantear la cuestión de la lucha política en una trama que va más allá de la representación política (y el estado-nación), una lucha que, para ser efectiva, debe presentarse sobre el plano de la extra-territorialidad del conflicto, sobre la composición de clase geopolítica.
Traduc : César Altamira
Publicado en Il Manifesto 25-04-2011 http://www.sinistrainrete.info/finanza/1344-christian-marazzi-paradisi-fiscali-un-altrove-solo-apparente