Traducido para Rebelión por Aldo de Vos
Severino Cavalcanti, el más nuevo personaje del día a día del brasileño, dijo que puede apoyar la candidatura de FHC a la presidencia el año que viene. Fue enfático: «Veo con buenos ojos el nombre del ex presidente».
Fiel a su estilo de los que pagan más, el diputado dijo enseguida que puede apoyar la candidatura a la reelección del presidente Lula, dependiendo de lo que le sea dado al partido, el PP. El mismo de Maluf.
Es el resultado de los paulistas del PT: José Dirceu, Genoino, Mercadante, Palocci y otros menos votados. Terminó en una severinada.
La enmienda de la reelección de Sarney en el Senado y Joao Paulo en la Cámara no pasó o no fue bien recibida por el gobierno por una simple razón: Dirceu, Genoino, Mercadante y Palocci entendían que Joao Paulo podría fortalecerse y podría ser el candidato al gobierno de San Pablo. Como están de ojo en el cargo, acabaron con el gobierno Lula, con Brasil, con el partido y el PT.
San Pablo no tiene la culpa. Mucho menos de FHC, Maluf, Serra, Marta y otros tantos.
Pero todos tienen la culpa. Disputan el poder, como lo dejó claro el diálogo entre Cristovam Buarque de Holanda y FHC. El resto es secundario.
Lo que Lula y sus acólitos no entienden en la crítica y exigen paciencia, fidelidad, etc, etc, es que no tenían el derecho de traicionar compromisos históricos, banderas del partido, mientras fingen que no hayan como gobernar de forma diferente de la que gobiernan.
Juegan un juego de escena, el presidente de ojo en otros cuatro años de gobierno. Los ministros, algunos queriendo convertirse en gobernadores o senadores y otros queriendo mantener mandatos de diputados, uno de los tantos empleos en la máquina partidaria: la fiesta del deslumbramiento petista con el poder.
Un asesor de Guido Mantega, Agostinho Valente, diputado federal, fue contratado por la Municipalidad de Juiz de Fora, Minas Gerais, por ocho mil reales mensuales, para cuidar de los intereses de dicha Municipalidad en una hipotética oficina de representación en Brasilia. El intendente de esa ciudad, además de corrupto y responder a varios procesos, distribuyó dinero público a amigos, empresarios y sus allegados. Hubo un año en que colocó en su cuenta bancaria el dinero del aguinaldo de los empleados municipales. Es aliado de Lula, por lo tanto continúa suelto.
El ex presidente Fernando Henrique nunca escondió de nadie que pretende volver al Planalto. En cambio, podría estar, si hubiera habido voluntad y no ley de fuero privilegiado, como Menen, en la cárcel o en vías de estarlo.
En un momento dado admitió disputar el gobierno del Estado de San Pablo.
Con la severinada por obra y gracia de la paulistada (que dicho sea de paso es una amenaza a San Pablo), está de vuelta, gana sobrevida y si Lula no es de circo, y no tiene la capacidad de equilibrarse en la cuerda floja sin ninguna protección, porque vive enroscándose en las propias piernas, se caerá a la zanja.
El Lech Walessa brasileño. El que iba a cambiar la historia de la humanidad, si no abre los ojos va a tener que seguir su propio consejo, aquel que les fue dado a los jubilados: «no quedarse en casa incomodando a la mujer».
Que Severino es ave de rapiña y no vuela, ni cerca del mar, ni cerca del cielo, al final consiguió convertirse en presidente de la Cámara con la ayuda de Genoíno, Dirceu, Palocci, Mercadante, etc, etc.
Ocupa un cargo que es vital y tiene el apoyo de lo que hay de peor en el Legislativo.
Si Lula entenderá eso y comienza a mirar a Brasil más allá de la reelección, en su caso, y si su grupo palaciano es capaz de entender que además de San Pablo serán electos, el año que viene, gobernadores en otros 25 Estados y en el Distrito Federal un tercio del Senado y la totalidad de la Cámara Federal, además de las asambleas legislativas, puede ser.
Resta el prestigio para intentar el segundo mandato. El año de Lula comienza ahora, realmente, porque hasta la elección de Severino él no estaba consiguiendo desatar el nudo de los cordones de sus zapatos, uno amarrado al otro, por lo que se venía tropezando muy seguido.
Si consiguió o no, es lo que se va a ver.
Severino Calvalcanti, presidente de la Cámara de Diputados, ya dijo que sepultará el proyecto de enmienda constitucional que pasa automáticamente al poder público las tierras de los hacendados o empresas que se aprovechen del trabajo esclavo. La inmensa y aplastante mayoría del latifundio nacional.
Continúa cabiendo una pregunta: ¿Qué hace el latifundista de extrema derecha Roberto Rodríguez en el Ministerio de Agricultura, además de representar a la MONSANTO?
Lo que Lula y sus acólitos no entienden es que las fuerzas populares no son obligadas a darle un cheque en blanco a un bando de payasos.
¿Exagerado? ¿Y que fue la severinda?