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Los pecados de MacDonald

Fuentes: Terramerica

El «Informe sobre la responsabilidad social empresarial» de esta cadena de comida rápida es un intento de presentarse a sí misma como una empresa comprometida con la comunidad. El informe es una mezcla de sermones, generalidades y frágiles garantías, que no proporciona una visión clara de la compañía, sus actividades e impactos en la sociedad […]

El «Informe sobre la responsabilidad social empresarial» de esta cadena de comida rápida es un intento de presentarse a sí misma como una empresa comprometida con la comunidad.

El informe es una mezcla de sermones, generalidades y frágiles garantías, que no proporciona una visión clara de la compañía, sus actividades e impactos en la sociedad y el ambiente.

Se trata en todo caso de un documento sobre cómo una corporación severamente afectada por mala publicidad y ganancias en baja, procura abogar por su causa ante los críticos.

El documento presupone que podemos seguir teniendo una cadena mundial de restaurantes que sirven «comida chatarra» frita, producida por un sistema agrícola de monocultivos, monopolios, estandarización y destrucción, y al mismo tiempo buscar una senda hacia la producción sostenible.

Nada puede estar más lejos de la sostenibilidad que la corporación McDonald’s.

El informe afirma que «siendo un líder socialmente responsable(así se autodefine), McDonald’s comienza un proceso que implica más conciencia en las cuestiones más importantes» para los consumidores. La compañía sabe desde hace décadas que la comida que vende daña a la gente, fomenta la obesidad y las enfermedades cardíacas. Sin embargo, ha hecho poco para modificar su menú.

McDonald’s resistió siempre las tentativas de organización sindical de sus empleados y presiona intensamente contra aumentos del salario mínimo. Decir que la empresa ha trabajado activamente para aplastar a los sindicatos es sólo un eufemismo.

Durante años la compañía ha buscado los alimentos más baratos y estandarizados, creando poderosos incentivos para la centralización del procesamiento de los alimentos, para la gran agro-industria y para las largas líneas de abastecimiento, lo que atenta contra la seguridad alimentaria.

Cuando McDonald’s anuncia ahora que quiere pollos libres de antibióticos da una bofetada a miles de pequeños productores avícolas marginados del negocio por las empresas que introdujeron el «pollo industrial», una práctica productiva que requería antibióticos para evitar la muerte masiva de sus aves.

Ahora que las compañías y los gobiernos comienzan a prestar atención a la producción sustentable es fundamental que no se desvirtúe el verdadero significado del concepto. Hay un creciente movimiento mundial hacia la responsabilidad empresarial y la sostenibilidad, conducido en muchos casos por compañías que han causado perjuicios y sufrimientos al mundo.

El alegato de McDonald’s soslaya los verdaderos efectos ambientales de sus actividades. Habla por ejemplo sobre papel reciclado pero no sobre las aguas cargadas de materias contaminantes provenientes de los gigantescos criaderos de cerdos en el sudeste de Estados Unidos. O se refiere al uso de la energía en los restaurantes pero pasa por alto su insostenible sistema productivo, que consume 10 calorías de energía por cada caloría de alimento producido.

Un informe honesto debería decir cuánto cuesta verdaderamente a la sociedad sostener una corporación como McDonald’s.

Detallaría los costos para el ambiente no considerados en los informes anuales ni en los documentos contables: la contaminación de cursos de agua, los suelos estropeados, los peligrosos mataderos donde se emplea a trabajadores inmigrantes, los efectos sobre la atmósfera del gas metano emitido por la producción de carne y el impacto de sus 2.000 millones de dólares de publicidad para inducir a jóvenes y niños a consumir su comida rápida.

Se advierte en la autodefensa de McDonald’s su falta de transparencia y honestidad empresarial. El problema es que McDonald’s no puede hacer que su cadena de abastecimiento sea sustentable porque el resultado final es destructivo para la vida.

(Copyright IPS)

* Paul Hawken, autor de «La ecología del comercio y el capitalismo natural», es el fundador del Natural Capital Institute, con sede en Sausalito.