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Los perdedores

Fuentes: Rebelión

José María González, alcalde de Cádiz por Podemos, le dirige una carta a Antonio Sanz (PP), delegado del gobierno en Andalucía, para replicarle a unas declaraciones del pepero donde éste afirmaba que González era un perdedor. El alcalde -mediante un texto bien escrito, claro, contundente y a la vez enternecedor- afirmaba que se reconocía en […]

José María González, alcalde de Cádiz por Podemos, le dirige una carta a Antonio Sanz (PP), delegado del gobierno en Andalucía, para replicarle a unas declaraciones del pepero donde éste afirmaba que González era un perdedor. El alcalde -mediante un texto bien escrito, claro, contundente y a la vez enternecedor- afirmaba que se reconocía en esa palabra, «perdedor», por sus circunstancias vitales y las de su familia y que mientras Sanz llevaba veintidós años en política, él en unos ocho había llegado a ser alcalde (http://iniciativadebate.org/2016/07/05/el-alcalde-de-cadiz-responde-senores-del-pp-si-soy-un-perdedor/).

Lo de perdedor y triunfador ha rebasado las pantallas de películas y series estadounidenses para instalarse en la sociedad española y europea y esto no ha hecho más que empezar, es la marcha irremediable hacia la Europa agringada si es que un imprevisto no detiene este despropósito de imitar al país más violento que ha habido sobre el planeta (recuérdese la postura reciente de Bush ante el engaño sobre la invasión de Irak), ahora encabezado por un presidente de raza negra que, a pesar de llevar dos legislaturas en el poder, tiene que salir corriendo desde España hacia USA porque no es capaz de mejorar -al contrario, han empeorado- las condiciones que llevan a las matanzas de sus correligionarios de raza a manos de una policía que échate a temblar si te detiene por cualquier asunto a menos que tengas dinero para abogados, es decir, a menos que seas un «triunfador».

Las veces que me he encontrado en suelo USA no me he sentido seguro ni agusto. Separo a las magníficas personas y amigos que tengo allí, de su régimen pseudodemocrático (algunos de mis colegas americanos lo critican tan fuertemente que he tenido yo que salir a matizar sus análisis en alguna ocasión). En los aeropuertos, no es raro contemplar a los peores policías de todos: algunos de los conversos hispanos que, supongo, se considerarán «triunfadores» por ser policías USA mientras que los habitantes de sus países de origen son «fracasados». Estos sujetos (mujeres y hombres) tratan a la gente con desprecio y prepotencia. Aunque el procedimiento se ha extendido ya a otros países, hace bastantes años que en USA eres culpable mientras no se demuestre lo contrario. Nada más llegar al país, te fichan y entras a formar parte de una gran base de datos.

Cierto que quienes tenemos la conciencia tranquila nada debemos temer -en principio- pero fastidia bastante esta conducta ya que por mucho que uno comprenda que ellos miran por su seguridad (lo que no hace Europa con los ciudadanos USA pero sí con los latinoamericanos, empezando por España, qué vergüenza de país) también es cierto que lo de las Torres Gemelas y todo el caos actual del terrorismo islámico es, en buena parte, consecuencia de la histórica actuación bárbara de EEUU.

Dicho esto, hay que dejar más claro este asunto de González y Sanz. Primero, con todos sus defectos, yo soy de mi cultura, es decir, de USA y de Europa pero eso no me impide llamar a las cosas por lo que creo que son sus nombres. Sin embargo, mi cultura es la occidental y USA es una derivación europea. Hace mucho tiempo que estoy cansado de esa mentalidad que se ha instalado en ciertos segmentos supuestamente progresistas de la sociedad occidental que consiste en condenar todo lo propio y ensalzar lo demás, compadecer al pobre en plan religioso y hacerle el trabajo al enemigo. Reconocer los defectos de mi cultura no supone colocarme al lado de un discurso que puede destruirla y que la está destruyendo, junto al discurso mercantilista neoliberal. Por tanto, la crítica es interior pero sin alinearme con el exterior que es peor aún que la basura de mi casa.

Segundo, siguiendo con el lenguaje al uso, González es un perdedor, cierto. Pero Sanz también y por partida doble. A González le pueden decir algunos de sus correligionarios ideológicos que ya está bien de perder, que ya está bien de debatir y debatir, de esa dialéctica fantasiosa de los movimientos que se alzan desde las bases para cambiar el mundo.

Podemos se está preguntando por qué ha perdido tantos votos en 2016 y se plantea varias hipótesis cuando no hay más que una razón: los comunistas de IU y otros electores similares o han votado a otros o se han quedado en casa antes que apoyar a esa macedonia de frutas llamada UP, el voto de UP es un voto golondrina, una estrategia para perdedores y la izquierda se debería plantear de una vez por qué pierde siempre en lugar de decir soy un perdedor y a mucha honra. Pero, ¿qué dice usted, hombre? Eso para una novela, no para una realidad donde millones den personas están aplastadas por los otros perdedores que ganan.

Ganan pero no triunfan, vencen pero no convencen, siembran confusión y resignación y eso es la muerte psíquica del humano. Antonio Sanz es un perdedor doble. En primer lugar, representa a una clase hegemónica española atascada en el rancio nacionalismo castellano, en el país de Santiago y cierra España, incapaz de colocarse a la altura de sus colegas de clase europeos por miedo a la libertad, tradicional en las élites españolas, siempre debajo de las clámides y de los sables militares más conservadores de lo que otros de sus «paisanos» han dejado ya para los museos de la Historia.

En segundo lugar, es un paradigma físico de un sistema en crisis estructural, el mercado, que tiene la suerte de no enfrentarse a un contrapoder mayor que el suyo y por eso gana pero no triunfa, es un sistema perdedor porque ni sigue los pasos de sus teóricos ilustrados y liberales ni el de sus propias proclamas contemporáneas a favor de los derechos humanos, ni siquiera el mandato de sus creencias religiosas que, sin embargo, sí han asumido los progresistas cambiando el concepto caridad por el de solidaridad e igualdad, ¡qué gran error!

Y ahí andamos, entre perdedores, con la diferencia de que unos tienen más o menos claro adónde quieren llegar y los otros siguen como siempre: de división en división, de pose en pose, con unos picos de oro extraordinarios pero con una rebujina mental muy acentuada, arreglando los asuntos en el papel -que es muy sufrido- pero incapaces de llegar a mandar, sólo gobiernan algunos terruños sobre la base de las migajas que les permite el mismo sistema al que dicen -o decían- querer superar y que es el que saldrá adelante tal vez con una victoria pírrica que arrastrará a muchos ciudadanos hacia situaciones cuanto menos incómodas. Ya se sabe que los buenos sólo ganan en las películas, en la realidad la vida es cosa de malos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.