Me resulta muy curioso ver como durante los últimos años cientos de miles de ciudadanos/as se han echado a las calles para alzar su voz contra quienes intentan destruir y acabar con la educación pública. Un sistema educativo que perjudica mayoritariamente a los niños/as de la clase obrera baja y media, y en muy raras […]
Me resulta muy curioso ver como durante los últimos años cientos de miles de ciudadanos/as se han echado a las calles para alzar su voz contra quienes intentan destruir y acabar con la educación pública. Un sistema educativo que perjudica mayoritariamente a los niños/as de la clase obrera baja y media, y en muy raras ocasiones a la clase alta; ésa que no entiende de crisis, ni de tener que sobrevivir con unos cuantos escasos euros en la cartera para llegar a fin de mes. Pero claro está que «los otros», los que recortan en la educación pública no son los afectados ni por asomo de las consecuencias que muchos docentes sufren ante una crisis inventada, porque ellos, como hijos de señoritos, por ejemplo, viven en sus burbujas, no estando dentro del sistema pero estando a la vez; en colegios privados con suficientes medios personales y materiales, en centros extranjeros, etc., mientras que la educación para «proletarios» se hunde lentamente ante la tenue mirada de lo que fuimos y pudo ser, pero que no será más, tal y como nuestros mandatarios políticos y otros que no lo son, están en su pleno proyecto de resquebrajar nuestro sistema social educativo.
Y a pesar de todos los gritos lanzados a vox pópuli por esas personas que se niegan rotundamente a que el gobierno de nación o las autonomías les haga pagar las consecuencias de una ineptitud del despilfarro económico provocado por algunos políticos, entre otros tantos funcionarios que también se han prestado con el único objetivo de estar con «los otros», sin tener en cuenta que su función como cargo público se debe al pueblo, y que para eso los ciudadanos/as como administrados y pertenecientes a un sistema democrático, han depositado su confianza en el personal con contrato permanente indefinido para que velen por y para los intereses de la nación en su totalidad. Aunque lo cierto es que cada vez estamos quedándonos con menos derechos, como son los derechos a la manifestación, a la huelga, a la reunión, etc., y no es porque esa serie de derechos estén vetados, si no que más que nada se trata de un actitud pasiva por parte de los ciudadanos/as, que «habiéndolas venir» -como dice un conocido- la educación junto a otros servicios acabarán siendo el monopolio de unos cuantos ex políticos, como ocurrió en su día con las grandes compañías suministradores de la energía eléctrica, telefonía, etc. De manera que, mientras los colegios siguen viviendo nuevos recortes y cada vez más condiciones de precariedad, los colegios privados se frotan las manos ante la oleada de padres que buscan una educación más compensatoria en lo privado.
Parece mentira que no nos demos cuenta que todavía convivan con nosotros generaciones de ciudadanos/as que por circunstancias socio-políticas o personales, no pudieron ir a la escuela, y que tengan que aprender a leer y escribir a través de sistemas de educación permanente u otras enseñanzas impartidas por voluntarios, satisfaciendo así su frustración de poder vivir en un mundo donde el conocimiento y el saber cumpla un papel crucial para que una persona se sienta integrada social, laboral y personal en la sociedad estatal y más allá, como es la global. Pero lamentablemente seguimos cayendo en la avaricia del hombre, en la parte más inhumana de buscar soluciones que solamente satisfagan al capitalismo, aunque para ello esté en venta el conjunto de una sociedad.
La educación es el pilar fundamental de cualquier sociedad, sin ella no hay personas formadas y preparadas para un mundo competitivo, y por lo tanto, una sociedad mal formada será una sociedad ignorante, que como sabemos, es lo que intentan que suceda para que puedan manejarnos a su antojo, con imposición y nuevos modelos de autogobierno. Pero mientras esto llega, los recortes en materia de educación sigue siendo el eje principal de las políticas imperialistas, y por lo tanto, no habremos aprendido nada de nuestro pasado histórico. Pero lo peor es que estaremos ante una encrucijada de retroceso con respecto a Europa y al mundo, y quizás cuando miremos a otras sociedades menos desarrolladas, que a pesar de su modo tan relativo de su cultura, apuestan porque sus hijos vayan a la escuela, aprendan y se sientan más inmerso en la sociedad intelectual del conocimiento, para ese entonces, nos daremos cuenta que levantar cabeza será todo un periplo para nuestras presentes generaciones, una auténtica lástima que destruyamos lo que nuestros abuelos y padres construyeron un día con el sudor de su frente. Pues si somos capaces de evitar este desastre, conseguiremos que un niño bien formado no sea un ignorante de su legajo histórico y de sus destrezas comunicativas en un mundo global.
Andrés López Pérez. Licenciado en Antropología Social y Cultural
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