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Los populismos y las élites económicas

Fuentes: Economistas frente a la crisis

Coqueteando con una nueva lógica de poder

El mundo entra en una fase en la que el capitalismo, representado por EEUU, necesita asegurarse el control de mercados y una cuota de ganancia. La pujanza tecnológica de China le obliga a aceptar una dinámica de bloques defensiva, acompañada de aranceles y ayudas públicas con carácter proteccionista, justificada con planteamientos geopolíticos.

En ese contexto, el panorama para el resto de las potencias occidentales es difícil. No tienen capacidad para ejercer la suficiente autonomía estratégica ni en la industria tecnológica ni en la de defensa ni, hasta ahora, en la de energía, que les permita desarrollar un camino propio. La razón es que la forma de conseguir nuevas rentabilidades se centra en lo tecnológico y, en particular, en el tratamiento de datos, los servicios en la nube, la inteligencia artificial y la robotización, espacios ocupados por empresas estadounidenses o chinas.

En ese contexto, las fuerzas económicas nacionales y los transnacionales subalternas necesitan defenderse del asalto de las empresas globales líderes y defender cuotas de poder a base de los máximos apoyos públicos posibles. La cuestión es cómo actuar cuando los equilibrios de las cuentas públicas y el endeudamiento marcan un límite. En ese escenario, la opción progresista pasa por frenar la desigualdad subiendo salarios para aumentar las demandas internas y fomentar la iniciativa pública y lo común al tiempo que se fomenta la competencia empresarial con prácticas reguladoras antimonopolistas.

La alternativa neoliberal en cualesquiera de sus formas supone siempre instaurar formas de ajuste y disciplina social y, en el extremo, restringir derechos y aumentar los excedentes recuperando formas de explotación simples y desreguladas.  Lo paradójico del momento presente es que, en esa tarea, las élites económicas que desean bloquear la movilidad social de las clases populares puedan conseguir, mediante políticas populistas, el apoyo de buena parte de esas mismas clases populares.

Desigualdad y guerra cultural, cimientos de una encrucijada

El resurgir del populismo post fascista está siendo un aliado imprescindible en la última década. Hasta el momento, las élites económicas no las contemplan como fuerzas con potencial hegemónico, pero sí se aprovechan de ellas como instrumento para desplazar el centro de gravedad político de la derecha conservadora hacía posiciones reaccionarias cada más más acentuadas. Ese planteamiento es asumido o bendecido por las patronales de los más diversos sectores. Las elecciones de noviembre en EEUU marcarán, sin duda, un hito en ese proceso.

La desigualdad creciente está en la base del cambio de percepciones sociales, pero no es el único factor. Estados con poca desigualdad según los últimos datos de Eurostat –República Checa, Eslo­venia, Finlandia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Austria, Hungría, Francia o Alemania– tienen los partidos populistas con mayor porcentaje de votos y escaños. Y los países con mayor desigualdad -Bulgaria, Lituania o Rumanía- las formaciones populistas con menor éxito.

Hay otras corrientes de fondo que confluyen en un cambio de época. Las fuerzas empresariales comprueban la eficacia de la guerra cultural y la polarización política provocada por las fuerzas de ultraderecha y sus efectos sobre los jóvenes votantes. Y sienten que pueden sacar partido a las pulsiones autoritarias y al individualismo agresivo que los populistas instalan en la sociedad, quizás necesarias para poner en marcha los ajustes duros a los que pueden tener que recurrir para garantizar la retribución al capital. Les vienen bien como contrapunto a las pulsiones estatistas nacidas en el COVID 19 que continúan ahora al comprobar el papel creciente de las inversiones públicas y de nuevas iniciativas reguladoras que afectan a cada vez más sectores: principalmente al mercado inmobiliario, la energía, las tecnológicas y, en general, a la fiscalidad de grandes empresas.

Descontando el papel de los lobbies ultra reaccionarios, la actitud general de las patronales y las élites económicas es un poco la de esperar y ver. Todos se adaptan y juegan sus bazas en la realidad cambiante mientras siguen atentos a la sensación de ineficacia de las formas democráticas y el desgaste de las instituciones. En paralelo, siguen atentamente los cambios de posición de algunos actores globales decisivos.

Algunos cambios de posición relevantes

El cambio de posición de las élites se percibe en diversos ejemplos. Después de un quinquenio en el que BlackRock, la principal gestora de fondos del mundo, con un control sobre el 7,7 del PIB global, hubiera recomendado, a través de su primer ejecutivo  Lawrence Fink, especial atención a las transiciones medioambientales, tecnológicas y sociales y recomendará a los CEO’s de las empresas una mirada a largo plazo y el uso y de referencias ESG (inversión socialmente responsable) en su análisis de 2024 abandona esa línea y recuperan la “necesidad de crear valor al accionista” y el “pragmatismo energético” y se apunta al freno en la velocidad de los cambios.

En realidad, BlackRock se ha adaptado al nuevo equilibrio de fuerzas, incapaz de resistirse a las críticas del lobby republicano de Texas que le habían echado en cara su defensa del capitalismo woke, que perjudicaba a los productores de combustibles fósiles y le amenazaban con retirar el apoyo 8.500 mill de $. La nueva lógica geostratégica que prioriza gastos de defensa sobre los conectados con las transiciones justas son otra razón del cambio de estrategia. Aprovecha para reclamar además una privatización de los fondos de pensiones y los gestores de infraestructuras porque “los Estados no pueden hacerlo, están viejos y rechinan cubiertos de óxido burocrático”.

No solo son las energéticas tradicionales las que recuperan iniciativa y peso. También la industria del automóvil que comprueba que pierde posiciones en el vehículo eléctrico y autónomo con China se apunta a un frenazo en las transiciones medioambientales y apoya las posiciones más proteccionistas.

El cambio más relevante: las tecnológicas se suman al proteccionismo

Pero el cambio decisivo lo están protagonizando las tecnológicas de EEUU. Aquel Silicon Valley principal financiador del partido demócrata está hoy mucho más cerca de los integristas republicanos. Elon Musk, el nuevo gran patrón tecnológico, y su compañero Peter Thiel, fundador de Paypal, han cambiado el equilibrio de poder interno con su apoyo al ahora candidato a vicepresidente republicano, J D Vance. La financiación de las iglesias evangelistas, dominantes en la primera candidatura de Trump, ha quedado ahora superadas ampliamente por las aportaciones de Silicon Valley. De modo que si hace 15 años empezó siendo el centro de la cultura liberal progresistas ahora lo es de financiador del nuevo anarquismo neoliberal, interesado en convertir la IA en el factor que puede servir de excusa para desmontar las estructuras del Estado.

Ese cambio se ha trufado lentamente. Cuando Trump inició una política proteccionista para reimpulsar la industria estadounidense tradicional y competir con China, las tecnológicas se sumaron enseguida a esas políticas. De hecho, Peter Thiel estuvo en el consejo asesor que recomendó a Trump prohibir en Estados Unidos al gigante tecnológico chino Huawei, que se erigía como competidor de Apple y Microsoft.

Asumido que el nuevo campo de batalla es el tecnológico, Silicon Valley, se ofrece con el ánimo de convertirse en el brazo decisivo del poder imperial y la hegemonía global de EEUU. Para ello, no solo tienen que frenar cualquier intento regulador que corte sus alas, sino imbricarse mucho más con el poder del gobierno y sentirse protegidos para no perder posiciones contra las grandes corporaciones chinas. Y eso implica manos libres para aumentar tamaño.

En el fondo, supone reconocer las ventajas del capitalismo de Estado chino e inducir a la sociedad americana para ponerse al servicio, aún más, de las grandes corporaciones. Con una consecuencia política inmediata: que la imbricación de las tecnológicas en el gobierno del mundo supone también hoy el apoyo a cualquier movimiento populista que debilite a las opciones progresistas.

Con todo, es la política la que está definiendo los rasgos de la economía en estos momentos. El frenazo a una mayoría populista en las elecciones europeas, la victoria del centro izquierda en Francia contra Marie Le Pen y el éxito del Partido Laborista en el Reino Unido, son hitos que dan oxígeno a las salidas democráticas en Europa. Si a este ciclo, se sumara Kamala Harris frenando el retorno de Trump en EEUU, las patronales y los lobbies se reubicarán en un sentido más moderado y habremos frenado las oleadas ultraderechistas que, en algún momento, parecían imparables.

Al final, la historia la hacen, la siguen haciendo, los pueblos.

Publicado en la revista Argumentos Progresistas, n58. Se publica en esta WEB con autorización del autor

Ignacio Muro. Economista. Miembro de Economistas Frente a la Crisis. Experto en modelos productivos y en transiciones digitales. Profesor honorario de comunicación en la Universidad Carlos III, especializado en nuevas estructuras mediáticas e industrias culturales. Fue Director gerente de Agencia EFE (1989-93). @imurobe, View all posts by Ignacio Muro →

Fuente: https://economistasfrentealacrisis.com/los-populismos-y-las-elites-economicas/