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América Latina

Los proyectos de desarrollo rural en la lupa

Fuentes: Peripecias

América Latina es uno de los escenarios privilegiados por la cooperación internacional para la implementación de proyectos de «desarrollo rural». Desde las políticas asistencialistas de «combate a la pobreza» en los noventa, hasta el actual énfasis en la creación de autoempleo a través de microemprendimientos y microcréditos; una multiplicidad de iniciativas se desarrollan teniendo como […]

América Latina es uno de los escenarios privilegiados por la cooperación internacional para la implementación de proyectos de «desarrollo rural». Desde las políticas asistencialistas de «combate a la pobreza» en los noventa, hasta el actual énfasis en la creación de autoempleo a través de microemprendimientos y microcréditos; una multiplicidad de iniciativas se desarrollan teniendo como objeto a la población «campesina» que habita estos territorios.

La formulación de estos proyectos recae generalmente en cuadros técnicos de ONGs y del Estado, quienes construyen una representación de la «población beneficiaria» en aras de justificar y argumentar la necesidad y/o la urgencia de implementar las acciones propuestas. Para ello es frecuente el empleo de una serie de supuestos relativos a las características y objetivos de las poblaciones receptoras, que más que hablarnos de la dinámica de transformaciones en la subjetividad y en la constitución de colectivos en el medio rural, nos presentan una versión de estas poblaciones que se adecua a los temas y líneas «financiables». El tema central es que a la hora de implementar los proyectos pueden convertirse en fuentes de tensión y conflicto con los sujetos y comunidades «beneficiarias».

Uno de estos supuestos nos presenta una versión naturalizada de la situación de precariedad socio-productiva del sujeto «beneficiario»: un campesinado estrechamente ligado a la tierra, que presenta un límite «interno» a su capacidad transformadora del ambiente: pequeña escala, medios escasos y tecnología de baja intensidad. En el plano simbólico, este sujeto desarrolla además un modo de vida regido por instituciones, normas y valores «tradicionales», que refuerzan la idea de apego a la tierra y una tendencia al mantenimiento del status quo. Así, la pobreza y la marginalidad se asumen como el «costo ineludible» de un ecologismo esencializado.

Por otra parte, se asume la existencia de cierto darwinismo social entre estos sujetos, que sería consecuencia directa de los nuevos desafíos que impone el proceso de «globalización» de la economía de mercado en el mundo rural. Así, «diferenciación» y «competitividad» pasan a ser las claves de transformación de las estructuras socio-productivas de estos sujetos campesinos, y en consecuencia aquellos que no puedan evolucionar en microempresarios rurales deberán desaparecer.



Los proyectos incorporan y reproducen esta visión dicotómica del mundo rural y su futuro, ya sea que se propongan facilitar la adopción de una racionalidad empresaria por parte de estos sujetos para poder acceder y sobrevivir en mercados competitivos; o por el contrario, intenten resistir los efectos destructores de la globalización a partir del fortalecimiento de las actuales condiciones que permiten la reproducción material y simbólica de estos sujetos. Sin embargo, en ambos casos la dicotomía propuesta resulta estéril para dar cuenta de la veloz dinámica de transformaciones de orden social, económico y cultural que evidencia el mundo rural latinoamericano (1).

En tal sentido, una tarea urgente es revisar críticamente las herramientas conceptuales y metodológicas desde las cuales se planifican e implementan iniciativas de desarrollo rural. Las reflexiones que aquí presentamos se desprenden de una investigación más amplia sobre un estudio de caso basado en un proyecto de desarrollo rural localizado en la provincia de Formosa (Argentina) destinado a promover el aprovechamiento sustentable de recursos naturales del bosque nativo, entre unas 50 familias de «campesinos criollos» (2). En dicho estudio buscamos comprender como se organizaba el trabajo familiar en relación a los requerimientos y expectativas del equipo técnico del proyecto, teniendo en cuenta que en su mayoría se trataba de una población rural pauperizada que debía incorporar prácticas no agrarias como forma de grantizar su reproducción.

Nuestras observaciones, pusieron en evidencia una tensión a nivel de los sentidos atribuidos al «trabajo doméstico» entre el equipo técnico y campesinos beneficiarios. Los primeros consideraban que a diferencia de recursos escasos como el capital o la tecnología, la mano de obra familiar era considerada un recurso abundante y siempre disponible. Nuestros datos por el contrario, implicaban la dificultad de entender la capacidad de trabajo familiar de acuerdo al clásico modelo chayanoviano, donde las unidades domésticas son consideradas sistemas relativamente cerrados en sí mismos. La disponibilidad de fuerza de trabajo doméstica presentaba fuertes limitaciones derivadas de procesos complejos que involucran las características socio-demográficas de cada unidad, su participación en diversos procesos de subordinación frente a facciones del capital agrario, industrial o comercial, y las construcciones subjetivas y colectivas realizadas en torno a los sentidos del trabajo en relación a un determinado contexto de actuación.

Esta claro que aún así, muchos de estos proyectos resultan un aporte muy significativo para el fortalecimiento del componente predial del «proyecto productivo doméstico», permitiéndoles acceder a recursos materiales y simbólicos de importancia. Sin embargo debemos remarcar que esta vinculación entre campesinos y agencias de desarrollo no se realiza al margen de situaciones de conflicto. Por el contrario, en estos casos el conflicto se estructura en base a dos tensiones fundamentales de las que dimos cuenta en este trabajo. En primer término, aquella que se establecía entre el trabajo asignado a tareas prediales y extra-prediales, que era parcialmente resuelto recurriendo a la pluriactividad de sus miembros. Pero también señalamos otra tensión complementaria, que resultaba de las fricciones entre una lógica doméstica y otra técnica, donde de acuerdo al propio modo de ver el mundo se otorgaba sentido y coherencia a las prácticas desarrolladas en el Proyecto.

Estas tensiones expresaban diferencias significativas respecto a las representaciones sobre el trabajo que tenían técnicos y productores, que involucraban aspectos relacionados con la sexualidad, la temporalidad e incluso con la construcción de saberes. Estas cuestiones no eran consideradas en la visión de los técnicos, respecto del trabajo que las unidades domésticas debían aportar como contraparte necesaria de su involucramiento en el Proyecto. El caso analizado expresa estas las limitaciones evidenciadas en este campo para interpretar los complejos procesos de constitución de sujetos rurales en el contexto actual. Las transformaciones en las relaciones de producción y las formas de acumulación sobre estos territorios, implican un movimiento simultáneo de pérdida e integración de tiempos y espacios multidimensionales (físicos, sociales, culturales y económicos). De este modo se van desestructurando y reconfigurando las propias dimensiones y limites desde donde se definía y entendía a la «ruralidad» y sus actores.

En contraposición con los supuestos fuertemente reduccionistas que refuerzan esta idea de «atraso ecológicamente armónico» y desde donde se construye la noción de «beneficiarios» de los proyectos, lo que encontramos en nuestro análisis era la incidencia de procesos cada vez más heterogéneos de construcción de subjetividades. Nuestros entrevistados eran por ejemplo jefes de la unidad productiva que saben todos los secretos del cultivo de la mandioca, pero que también tuvieron que aprender a hacer encofrados en obras viales para pasar la crisis del 2001; laboriosas mujeres que pasan la mayor parte del día como empleadas domésticas en las casas del pueblo, pero que no pueden dejar de atender los animales de la chacra para cuidar de la alimentación familiar; y también jóvenes «campesinos» que son expertos cazadores de corzuelas, pero que sueñan con convertirse en estrellas de fútbol o analistas de sistemas en la ciudad. Estas situaciones son vividas de modo sumamente ambiguo, a veces como amenaza respecto de la continuidad de su relación con la tierra y la producción primaria; otras como oportunidades que permiten la reproducción de la vida en condiciones materiales más dignas.

Mirando desde el campo del desarrollo, la cuestión clave en relación a los «beneficiarios» de estas iniciativas pasa por reconocer las limitaciones para dar cuenta de estos procesos. Esto implica evitar caer en visiones esencialistas respecto de la inmanencia de un «estilo de vida campesino» que sobrevive inerme a las transformaciones estructurales del mundo; ni por otra parte comulgar con el determinismo neoliberal que supone una disyuntiva de hierro entre la conversión de los pequeños productores en micro-empresarios globalizados o su gradual proletarización en territorios urbanos.

Notas:

(1) Para conocer más sobre las características de estas transformaciones remitimos al lector al siguiente trabajo: Giarracca, Norma (Comp.). 2001. «¿Una nueva ruralidad en América Latina?». CLACSO. Buenos Aires.



(2) Una versión publicada de este trabajo puede encontrarse en Cuadernos de Desarrollo Rural N°56: http://www.javeriana.edu.co/ier/index.php?idcategoria=744