Tomar acciones decisivas contra la pobreza que afecta a 42.134 hogares costarricenses (21.7% del total) y que tiende a crecer. Aprobar o rechazar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos cuyos acuerdos amarrarían no solo a la actual administración, sino a todo futuro gobierno nacional. Lograr que el Poder Judicial lleve a buen término los procesos por presunta corrupción de altos exfuncionarios públicos y connotados empresarios, sin que las presiones políticas interfieran.
¿Existe alguna relación entre estos tres retos que el país encarará en el año 2005?
La respuesta es sí: en los tres casos, lo que está en discusión es el modelo de desarrollo. Y las decisiones que se tomen al respecto tendrán consecuencias tanto en los resultados económicos, como en la ética pública y privada que la sociedad se proponga construir. Pero veámoslo punto a punto.
¿Por que hay más pobreza?
Este año, la pobreza alcanzó el nivel más alto desde 1994. Y esto ocurre cuando al mismo tiempo, prácticamente no se crearon fuentes de empleo (aumentaron un poco más 0.6%, cuando el promedio histórico anual es de 3%), y los puestos creados exigen calificaciones que la gente pobre no puede cumplir.
Además, la mayor pobreza ocurre porque los salarios reales no solo no aumentaron, sino que perdieron un 6% de su poder adquisitivo (subieron 6% y la inflación bordea el 12%).
Como explicó Juan Diego Trejos, especialista de la UCR (ver edición 1601), lo anterior ocurre porque el Gobierno no interviene -como lo prometió al estrenarse- para promover actividades productivas generadoras de puestos de trabajo.
Hay más pobreza también porque como muestra nuevamente la Encuesta de Hogares, la mitad de la población, que son las mujeres, son excluidas del mercado laboral debido a la división sexual del trabajo y a prácticas e ideas que buscan mantener la situación privilegiada de los hombres en la sociedad.
Así, el desempleo entre las mujeres es del 8.5%, mientras que entre los hombres es del 5.4%. Y en épocas de crisis, como la actual, ellas son las primeras en ser despedidas, porque se considera que su trabajo es menos importante (‘ingreso secundario o complementario’) que el de los hombres y porque, como históricamente son las trabajadoras más recientes, es más barato despedirlas a ellas. (También por eso, en épocas de mayor actividad económica y en ciertos ‘nichos’ del mercado, las empresas las contratan más, porque su trabajo es valorado de manera inferior y resultan más baratas y ‘manejables’ que ellos).
¿Hasta cuándo seguirá el país con un modelo de desarrollo en el cual el Gobierno parece estar ‘pintado en la pared’ a la espera de que, mágicamente, las empresas creen puestos de trabajo, acaben con la exclusión de las mujeres y aumenten los salarios de la gente? ¿Por qué habrían de hacerlo cuando los ricos se hacen más ricos precisamente gracias a esta situación?
¿TLC o ‘Te enlacé’?
Si la Asamblea Legislativa aprobara el TLC tal y como fue negociado por el ex equipo económico -el que precisamente promovió este modelo de desarrollo-, lo que ocurriría, más bien, sería la institucionalización de este ausentismo del Gobierno en la economía.
Porque de eso es, precisamente de lo que se trata el TLC: de establecer para un largo plazo casi infinito las reglas (o, mejor dicho, las no-reglas) del juego en materia económica, de modo que las empresas estadounidenses puedan actuar en el país bajo sus propias leyes e intereses, y que las decisiones nacionales no puedan afectar sus negocios sin un alto costo económico y judicial para Costa Rica.
Aprobar el TLC, o improbarlo y, en todo caso, renegociar un acuerdo bilateral, parece ser la cuestión. Pero para que lo segundo ocurra, todo indica que será necesario vencer la política del miedo que emplean quienes asustan con que, si no se aprueba, las empresas se irán del país y se perderán empleos. (¿Ustedes creen que es tan fácil para el capital estadounidense encontrar otros lugares con la cercanía geográfica y otras condiciones que halla en Costa Rica?)
¿Qué se vale?
Todo esto lleva al problema de la corrupción y de la ética en la función pública y los negocios. Cada persona toma sus decisiones, pero la ética se construye a partir de los valores que socialmente se promueven.
Y la combinación del actual modelo de desarrollo -del ‘todo se vale’ y ‘cada quien salve su pellejo’- con la consolidación de un sistema bipartidista, encima de connotaciones ‘bíblicas’, ha probado ser sumamente nociva.
Hace rato que las bases sociales del bipartidismo notaron esto, y por eso le quitaron el apoyo a las ‘cúpulas’ y se lo dieron a los ‘outsiders’ (los que estaban por fuera de las estructuras) o a terceras fuerzas. Gracias a ello ha sido posible que el bipartidismo ya no aplaste en la Asamblea Legislativa, y abrió resquicios para ascensos como el del actual Fiscal General de la República. Pero el proceso es complejo y, a diferencia de las películas de Hollywood, no hay final feliz asegurado.
En el terreno de la forja de una cultura sin corrupción, ahora las cosas están en manos del Poder Judicial, cuya autonomía frente a las viejas mañas de los patriarcas políticos seguramente será puesta a prueba.
En lo político ¿seguirá presionando la población por un cambio, en el 2005? ¿Será capaz de reorganizarse para promover un modelo de desarrollo distinto e imponer su propia ley a la de Estados Unidos y el mercado?
Todo indica que el 2005 será un año ‘movidito’. |