Es como si la debacle del último año -la que provocó el rescate de 16 billones de dólares de la industria financiera, doblando la tasa de desempleo en EEUU y la pérdida de 2 millones de puestos de trabajo en la industria manufacturera- nunca hubiese tenido lugar. Dos de los cinco mayores bancos de inversión, […]
Es como si la debacle del último año -la que provocó el rescate de 16 billones de dólares de la industria financiera, doblando la tasa de desempleo en EEUU y la pérdida de 2 millones de puestos de trabajo en la industria manufacturera- nunca hubiese tenido lugar. Dos de los cinco mayores bancos de inversión, Bear Stearns and Lehman Brothers, han mordido el polvo, pero los supervivientes tienen la intención de seguir con la fiesta, dólares federales en mano.
La actitud pasiva de la administración Obama crea desesperación a observadores como la veterana de Wall Street Nomi Prins, ex directora del Bear Stearns y Goldman Sachs y autora de It Takes a Pillage: Behind the Bailouts, Bonuses, and Backroom Deals from Washington to Wall Street (John Wiley & Sons). Mientras que «el New Deal combinó la ayuda con reformas económicas», Prins ve pocos signos de que el equipo de Obama vaya a insistir en que el gran rescate vaya acompañado de serias regulaciones del sector financiero.
«Creo que ahora estamos menos estables», explicó Prins a In These Times. «Hay menos bancos, están más concentrados y son más influyentes que antes. Es posible que no tengamos una crisis en los créditos subprime en cinco años, pero podría ser que la nueva crisis la provoque el sector financiero al no devolver completamente sus préstamos.»
Hasta ahora, Obama parece poco dispuesto a emprender la gran batalla contra Wall Street o incluso a desasociarse de la teoría del goteo que guiaba la actuación del antiguo Secretario del Tesoro Hank Paulson (ex presidente de Goldman Sachs). Paulson sostuvo que los principales bancos de inversión eran «demasiado grandes para quebrar» y desencadenó así un brote de asistencia federal a Wall Street, empezando con 787.000 millones de fondos del Tesoro (Troubled Asset Relief Program).
Un enfoque de la cuestión comenzando desde abajo hubiera resultado mucho menos caro. «Un total de unos 1,7 billones hubiese evitado la crisis subprime», dice Prins. Con esa inversión, el gobierno hubiera podido comprar o subsidiar cada una de las casas al borde de la ejecución hipotecaria. Ese hubiese sido una solución muy barata para los préstamos subprime.
Pero tal enfoque era aparentemente impensable para Paulson. El 8 de julio de 2008, Paulson jugó la carta del libre mercado con las familias de renta moderada que se enfrentaban a la ejecución hipotecaria, muchas de la cuales habían sido victimizadas por prácticas engañosas asociadas a los préstamos subprime. Aún sabiendo que estas familias «perderán sus hogares», Paulson dijo: «Hay poca cosa que los políticos puedan o deban hacer para compensar decisiones financieras insostenibles».
Sin embargo, en otoño de 2008, sólo dos meses después de sus consideraciones acerca de responsabilizar a los propietarios de las casas de sus «decisiones financieras insostenibles», Paulson sorprendió con una política de auxilio a bancos y aseguradores «demasiado grandes para quebrar».
Las reformas propuestas por la administración de Obama han sido decepcionantes, dice Prins. «Están utilizando la misma fórmula (como la administración Bush) de dar dinero a los bancos dando por sentado que éstos se lo prestarán a la gente. Nunca ha habido una investigación, profunda, minuciosa e independiente para descubrir los activos y pasivos reales de los bancos como el que hubo en los años 30. Los ‘test de estrés’ fueron tasados por comerciantes que eran los que los vendían, así que todo acaba siendo un pez que se muerde la cola sin mucho sentido.»
Escribe Prins: «En lugar de reformar, Obama y compañía, meramente llaman a sus ideas ‘reforma'».
Incluso algunos demócratas progresistas como Barney Frank (Massachussets) de la House Financial Services Committee Chair, han expresado su preocupación sobre que una legislación demasiado estricta podría restringir «la innovación financiera». «Ese era el argumento que yacía detrás de la revocación de la ley Glass-Steagall» (1), dice Prins. Glass-Steagall fue una regulación de la banca importante en el New Deal promulgada para impedir la repetición del crack del 29 inducido por la especulación. Esta ley fue revocada por la ley Gramm-Leach-Bliley de 1999 en una votación cuyo resultado fue 92 contra 8.
La llamada del Departamento del Tesoro a una mayor transparencia para que todas las transacciones financieras -incluso los derivados financieros, también las obligaciones de créditos incumplidos- queden registradas es un buen paso, pero los procesos de ejecución siguen siendo vagos. «La industria debería ser diseccionada y dividida en partes que permitieran su regulación» en lugar de estar permanentemente bien posicionados para recibir donaciones del gobierno en nombre de ser «demasiado grandes para quebrar». El gobierno Federal necesita «despojar al sistema financiero de su capacidad para contraer deudas y de comerciar más allá de sus capacidades de absorber el riesgo», dice Prins.
Particularmente esencial, dice, es restituir la ley Glass-Steagall, que dividía a los bancos en dos: los que se dedicaban a préstamos convencionales (hipotecas, préstamos para coches, préstamos comerciales, etc.) y los que se dedicaban a aquellos préstamos que permitían tomar parte en la especulación. «Puede haber un papel para la especulación -esto es, cualquier inversión con riesgo- pero no un papel para el gobierno subsidiando esa especulación.»
Una idea especialmente útil que ha surgido de la Administración Obama es la de establecer una Agencia de protección financiera al consumidor. Tener una agencia encargada del cumplimiento real supondría una diferencia, pero también es cierto que ésta se encontraría con oposición clara de Wall Street», dice Prins, «incluso si la agencia acaba surgiendo o cristalizando, le será muy difícil hacer su trabajo específico».
En general, la desviación de recursos federales que se ha producido para sacar de apuros al sector financiero, ha creado una sociedad mucho más polarizada, propagando condiciones de pobreza y privación por el conjunto de EEUU, argumenta Prins.
«Estamos viendo recortes en las comisarías, en las estaciones de bomberos, en los parques públicos, y en las bibliotecas», dice. «Estamos viendo una sociedad mucho más dickensiana, y esto va a durar tiempo».
A pesar de su exhaustiva investigación para documentar la magnitud del siempre creciente rescate del gobierno al sector financiero, Prins no deja de sorprenderse al ver cómo de rápido el gobierno federal se lanzó a rescatar a los banqueros. «Es increíble la cantidad de dinero que el gobierno puede llegar a conseguir… sin hacer ninguna pregunta o sin crear ninguna regla», suspira.
Nota de la R.:
(1) Bajo la administración de F. D. Roosevelt se promulgó esta ley en 1933 que, entre otras características, delimita claramente las funciones de la banca de inversión y la banca de depósitos.
Roger Bybee es un escritor independiente de Milwaukee que escribe en numerosas publicaciones de EEUU entre las que se encuentran Multinational Monitor, The American Prospect and Foreign Policy in Focus
Traducción para www.sinpermiso.info: Teia Roures i Cervera