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Los traductores iraquíes son obligados a combatir en nombre de EEUU

Fuentes: IPS

Goran Habbeb acababa de salir de su casa, en el Kurdistán iraquí. Se subió a su camioneta con su hermano y con su hija Soleen, de siete años, cuando hombres armados abrieron fuego. Su familia era el blanco. Los desconocidos vestían uniforme policial. Sorprendido, apenas logró poner en marcha el vehículo y escapar. Habbeb planeaba […]

Goran Habbeb acababa de salir de su casa, en el Kurdistán iraquí. Se subió a su camioneta con su hermano y con su hija Soleen, de siete años, cuando hombres armados abrieron fuego. Su familia era el blanco. Los desconocidos vestían uniforme policial.

Sorprendido, apenas logró poner en marcha el vehículo y escapar.

Habbeb planeaba dejar a su hija en la escuela antes de dirigirse a su puesto de trabajo habitual, en la base militar estadounidense de la septentrional ciudad iraquí de Kirkuk.

Ciudadano iraquí, trabajó como «lingüista» para Titan, contratista militar con sede en San Diego, en el occidental estado estadounidense de California, que gana millones de dólares en todo Iraq y emplea a miles de traductores en el país del Golfo Pérsico o Arábigo.

El alivio de Habbeb duró solamente unos minutos. Su hermano se bajó del vehículo y entonces comenzó la pesadilla.

Dos automóviles se le acercaron y abrieron fuego de nuevo. Habbeb extrajo su pistola y devolvió los disparos, mientras intentaba sacar a su hija de la línea de fuego. La niña recibió tres impactos de bala y él siete, incluido uno que dañó su columna vertebral.

«Sentí algo en la espalda y caí», relató en una entrevista. Tal vez dándole por muerto, los desconocidos huyeron.

Algunos vecinos ayudaron a Habbeb a llegar al hospital Azady. Luego, su padre llamó a las autoridades militares estadounidenses, que coordinaron su traslado aéreo a la mayor base norteamericana en Iraq: Camp Anaconda, en la septentrional localidad de Balad.

Los médicos militares le dijeron que no tenían posibilidades de atender a niños, por lo que su hija fue al hospital local y después al hospital italiano, en la cercana ciudad de Sulamanya.

Eso fue a mediados de noviembre de 2004. Habbeb llevaba entonces más de un año trabajando para Titan en la Brigada Aérea 173, la Compañía 64 de la Policía Militar y la 21 de Infantería, entre otras.

Los soldados de estos batallones confirmaron su historia, tal como otros contratistas que trabajaron con él en Kirkuk.

A muchos de los colegas de Habbeb en Titan les fue mucho peor. En total, 199 traductores de la firma resultaron muertos en Iraq y otros 491 heridos, según estadísticas del Departamento de Trabajo de Estados Unidos. Es por situación entre todas las contratistas estadounidenses en Iraq.

Rick Kiernan, portavoz de L-3 Communications, dijo que sus empleados afrontan los mayores riesgos. Están «con los combatientes, con las fuerzas especiales, con las unidades de infantería. Eso probablemente los coloca en los lugares más peligrosos», señaló al periódico estadounidense Knight Ridder.

Un periodista del diario The San Diego Union-Tribune atribuyó la elevada cantidad de muertes tanto a errores de la empresa como del gobierno.

«Empleados de Titan y otras corporaciones se han vuelto parte de un experimento en contratos del gobierno guiados ampliamente por el ensayo y el error», aseveró.

El diario citó a Rick Inghram, el ejecutivo de mayor rango en Titan durante la mayor parte de 2004, quien reconoció que el contrato en Iraq era «un experimento».

«Nunca tuve esa clase de entrenamiento», dijo Inghram. «En 31 años en la Marina, nadie jamás me dio una clase sobre contratos en el campo de batalla. Jamás.»

Ese era el caso de Habbeb. Oficialmente, era un traductor civil, pero su trabajo incluía a menudo funciones militares.

Por ejemplo, a veces le enviaban solo a aldeas en busca de insurgentes y con el objetivo de tomar nota de los sistemas de ubicación satelital de sitios sospechosos (sistemas de posicionamiento global, GPS), tarea habitualmente reservada a oficiales de contrainteligencia.

«Tenemos que encontrar a los terroristas y a veces ir con los soldados para identificarlos», explicó. Si él no los acompañaba, los uniformados estadounidenses allanaban a menudo las casas equivocadas, agregó.

A veces quedaba atrapado en una balacera y debía que devolver los disparos, otra tarea no incluida en la descripción de su trabajo.

Su rol activo en tareas de inteligencia y combate fue probablemente una de las razones por las que Habbeb quedó en la mira de la insurgencia.

«Oí a los terroristas diciendo en televisión que habían matado a Goran Habbeb porque era un colaborador, pero ellos no saben que todavía estoy vivo», dijo.

Otros empleados de Titan confirmaron que ocasionalmente los soldados les pedían que los asistieran en roles de combate.

A Drew Halldorson, supervisor de traductores de SOS Interpreting, subsidiaria de Titan, se le pidió que acompañara a la División Aérea 82 a patrullar Mosul, una de las ciudades más peligrosas de Iraq.

En enero de 2005 dijo que participó en más de 40 misiones de combate, derribando puertas, haciendo redadas de presuntos insurgentes y «disparando y recibiendo disparos», le dijo al diario San Diego Union Tribune.

«Sólo en enero disparé entre 300 y 500 balas en defensa propia», dijo Halldorson al periódico, que confirmó la historia con un comandante de la compañía de la División Aérea 82.

Tanto Halldorson como Habbeb perdieron entonces sus trabajos. A Halldorson lo despidieron por vender rifles y revólveres a contratistas y otros civiles en Iraq y regresó al oriental estado estadounidense de Maryland. Habbeb se quedó en Kirkuk, donde, a sus 33 años, sufre severos dolores de espalda por las heridas que sufrió.

El American Insurance Group, que asegura a los empleados de Titan, se negó a pagarle a Habbeb un tratamiento médico en Alemania. También se negó a pagar por Soleen, diciendo que la niña no estaba cubierta por el seguro.

«Otros traductores que resultaron heridos fueron a Alemania y a Estados Unidos», aseguró Habbeb. También muestra desazón porque traductores con ciudadanía estadounidense, muchos de los cuales nacieron en Iraq, reciban una paga 10 veces mayor que la de sus pares locales por menos trabajo.

«Nos pagaban 750 dólares mensuales por trabajar con los soldados y hasta 1.000 dólares si íbamos en misiones fuera de la ciudad, pero ellos cobraban 7.000 dólares por quedarse en la base y traducir documentos», aseguró.

La compañía no abandonó totalmente a Habbeb. El American Insurance Group le pagó para ir a Jordania tres veces para recibir tratamiento, dijo, pero los médicos se aprovecharon de él.

«La primera vez se quedaron con mi asignación semanal, pero cuando lo averigüé se suponía que yo tenía que obtener dinero, y yo reclamé un tratamiento mejor», dijo.

Habbeb también se sintió desilusionado porque su paga semanal de 300 dólares no alcanzara para cubrir el tratamiento de su hija.

Alico, la compañía que representa al American Insurance Group en Jordania, ahora ofrece a Habbeb un acuerdo en efectivo, pero él preferiría que le devuelvan su trabajo.

«Ahora no soy capaz de hacer ningún trabajo y estoy en casa todo el día. Pero no estoy seguro, porque los terroristas pueden estar detrás de mí en cualquier momento», afirmó. Los representantes de la empresa de seguros en Jordania no respondieron los pedidos de entrevista.

Pero Habbeb fue relativamente afortunado. Un mes antes de su tiroteo, el Ejército de Ansar Al-Sunna publicó en Internet el vídeo de la ejecución de Luqman Mohammed Kurdi Hussein, de 41 años, traductor en la cercana ciudad de Dohuk. Otros volvieron a casa con heridas severas.

Desde entonces Titan fue comprada por L-3 Communications, firma con sede en Nueva York, y ahora es el principal contendiente para un nuevo contrato que provea de 5.000 traductores al ejército en Iraq.

El Comando de Inteligencia y Seguridad del Ejército de Estados Unidos estima que el trato valdrá unos 4.650 millones de dólares. El plazo final para las postulaciones es el 14 de agosto.

(*) Pratap Chatterjee es director general de la organización no gubernamental CorpWatch.