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Los viajes de ida y vuelta del pensamiento crítico económico

Fuentes: Revista Con-ciencia social

En este artículo se revisa brevemente la evolución del pensamiento económico desde la crisis de los setenta. Se presenta, primero, la evolución que causó el fin del keynesianismo y el resurgir de la economía neoclásica y las políticas económicas neoliberales, para pasar después a revisar los cambios experimentados por el pensamiento marxista . Y se hace una rápida incursión en la alteración que el pensamiento económico ha experimentado con la crisis actual.

Resulta difícil situar el pensamiento crítico económico en la actualidad. Hace ya mucho tiempo que se produjo un gran apagón en el pensamiento crítico en economía, creemos que vinculado a la inflexión política y social que tuvo lugar desde fines de los sesenta, y supuso el comienzo de una nueva era en el ámbito económico y social, aunque recientemente la crisis del 2007 ha reanimado en poco la escena. En este artículo revisaremos brevemente la evolución del pensamiento crítico desde los setenta.

Desde la crisis de los setenta, el pensamiento económico ha experimentado cambios muy sustanciales:

En los países centrales, la crisis económica llamada de los setenta[2]es sabido que supuso en la economía convencional el final del régimen del keynesianismo y del intervencionismo público en la economía, debido a diversos aspectos: por una parte, en el ámbito del pensamiento académico, bajo la idea de que la intervención pública no había sido capaz de resolver los problemas de la crisis, y, en las versiones más extremas, que incluso era la causa de los problemas más intensos de la misma, se argumentaba por la necesidad de un cambio de paradigma. Bajo el impulso del liberalismo extremo de Hayek y el monetarismo de Milton Friedman, Catedrático de la Universidad de Chicago,  que trabajaba en esta línea desde los últimos cincuentas y de los ‘nuevos macroeconomistas’ como Thomas J. Sargent y Robert Lucas en los primeros setenta (Hayek, Friedman y Lucas son premios Nobel), se presiono intensamente por un cambio de paradigma, por supuesto de cariz acentuadamente conservador.  Por otra parte, el auge del conservadurismo en política y el debilitamiento de los partidos socialdemócratas y de los sindicatos facilito este cambio. Además, en los países centrales del centro – Reino Unido y Estados Unidos – , a fines de los setenta vieron llegar al poder a la Sra. Tatcher y el Sr. Reagan, adalides del conservadurismo, que atacaron duramente el movimiento obrero, adoptaron el neoliberalismo e impulsaron y favorecieron fuertemente su expansión. Ambos aspectos, influyendo y reforzándose entre sí, supusieron el abandono del keynesianismo en sus diversas vertientes, la recuperación del paradigma neoclásico de la economía que tenía su origen a fines del siglo XIX y principios del veinte, entonces llamado marginalista, que había sido actualizado y matematizado con las aportaciones de los economistas Arrow y Debreu -también premios Nobel-  en los años sesenta del siglo XX , cuando adquirió su denominación de neoclásico, mientras las políticas económicas correspondientes a este esquema de pensamiento pasaban a constituir a partir de los años setenta y ochenta la denominación de políticas neoliberales. El régimen neoliberal sustituyó al régimen keynesiano totalmente.

Un régimen de política supone algo más amplio que las políticas concretas, tales como la regulación o la desregulación del sector financiero. Indica, más bien, un enfoque sistemático hacia las formación de la  política económica por un conjunto del gobierno o instituciones de gobierno que trata con un conjunto definido de temas. Se convierte en el marco de intervención dominante en un periodo histórico que dura varias décadas. A los regimenes de política se les proporciona la coherencia necesaria por medio de interpretaciones político-económicas de las causas de los problemas socio-económicos que marcan una crisis en el capitalismo de cierto tipo, como el capitalismo industrial o financiero. Esta interpretación representa los intereses de una cierta fracción del capital, como las finanzas, y una cierta fracción de clase, como los banqueros de inversión, los burócratas de alto nivel y los economistas famosos de ‘la élite de la academia’. Las interpretaciones de las crisis son centrales, aspectos ideológicos en la lucha de clases. Las ideologías que proporcionan consistencia, cohesión y credibilidad a los regímenes de política se construyen por los expertos que residen en los centros geográficos del poder ideológico (‘ciudades de ideas’) con el trabajo ideológico que se realiza en instituciones de élite, de alto prestigio.  Desde la Segunda Guerra Mundial, el mundo capitalista ha experimentado dos regímenes de política importantes: la democracia keynesiana, predominante de 1945 a 1973, constituyendo el último estadio del capitalismo industrial de corporaciones; y la democracia neoliberal, predominante desde 1980 hasta el presente, constituyendo el estadio de formación del capitalismo financiero; los años 1973-80 representan un periodo transaccional entre regímenes. R. Peet, Monthly Review, ob.cit.

Pero las políticas económicas monetaristas -similares a las neoliberales pero no idénticas-  fueron ensayadas primero en los países periféricos, especialmente en  las dictaduras de Latinoamérica. Chile y Argentina en los setenta, pero sin ignorar la brasileña de años anteriores –  favoreciendo mucho la expansión de la Escuela de Chicago (bastión monetarista)  en el sur del continente americano. Lo que facilitó que cuando se produjo la crisis de la deuda en la periferia, en los ochenta, la escena ya estaba preparada para aceptar los planteamientos acusadamente neoliberales de las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial que fueron erigidos en los agentes directivos de las políticas económicas de los países endeudados por los poderes fácticos.

La Unión Europea (UE), que curiosamente siempre pasa por un espacio progresista en el mundo, sin embargo, a partir del final del experimento intervencionista de Miterrand en 1983[3], bajo el impulso de la ERT[4],  adoptó con entusiasmo el neoliberalismo en todo su territorio,  como lo probó la adopción del Acta Única en 1986 que recoge los principios esenciales de aquel.

Rápidamente el pensamiento neoclásico logró la entusiasta cooperación de las más prestigiosas universidades del mundo, cuyo personal académico se erigió rápidamente en la fuente principal de racionalización  de un pensamiento que favorecía los intereses económicos dominantes de la época, que no dudaban en financiar el desarrollo del pensamiento neoclásico. Toda la estructura universitaria y la de los institutos de investigación se volcaron en defender las posiciones que proveían de abundantes fondos y honores a las comunidades universitarias. A nivel personal, la disidencia se pagaba cara en términos de prestigio y avance profesional, e incluso las universidades adoptaron con entusiasmo las ideas que proporcionaban tan sustanciosos fondos. La oposición individual e institucional a los renovados dogmas eran escasas. La contratación de académicos que no aceptaran las ideas dominantes era mínima y su capacidad y prestigio científico constantemente puesto en cuestión. Se consiguió ignorar que había distintas interpretaciones en la Economía y la interpretación neoclásica y las políticas neoliberales se impusieron en exclusiva, constituyendo el pensamiento único en la disciplina de la Economía.

Es decir durante la década de los ochenta la filosofía del intervencionismo público en la economía y el pacto social entre las fuerzas del trabajo y el capital de la postguerra habían sido ya ampliamente derrotados por el amplio conservadurismo triunfante. Junto con ello la economía keynesiana que estaba en su base. El pensamiento no es ajeno a la correlación de fuerzas y el profundo debilitamiento de las fuerzas progresistas desde los setenta en todo el mundo está en el fondo del debilitamiento del pensamiento progresista  desde entonces.

Lo mismo sucedió en la economía crítica, si bien con cierto retraso. Aquí tenemos un problema previo de definición: ¿Qué incluimos dentro del pensamiento crítico económico?  No vamos a hacer aquí una recopilación del pensamiento económico, pero es necesario señalar que hay fuertes discrepancias acerca de lo que constituye lo que se supone es el objeto de este artículo[5].  ¿Pertenecen los institucionalistas de Veblen de los años 30 del siglo pasado al pensamiento crítico? ¿La posición de los economistas británicos en el debate de Cambridge de los años sesenta es crítica? ¿Dónde situamos a  Sraffa y sus seguidores?  Con nuestro profundo respeto por estas corrientes de pensamiento, en este artículo simplificamos la cuestión y adoptamos el criterio que consideraremos pensamiento económico crítico aquel que pone en cuestión el sistema capitalista en su conjunto, el que se dedica a analizar el mismo desde una visión crítica y no acepta que este sistema sea la única, y mucho menos todavía,  la mejor forma ni de explicación teórica del sistema ni de organización social posible.

Este tipo de crítica que se inicia pronto en los albores del capitalismo -los socialistas utópicos-,  experimentó su gran impulso con el último de los economistas clásicos, con Carlos Marx, cuya ingente obra se concentro en el análisis crítico del sistema capitalista, como es bien sabido. A partir de este autor surge una potentísima corriente de pensamiento crítico que es la que todavía hoy, mantiene el pensamiento crítico económico[6 y que experimentó un gran desarrollo hasta la segunda guerra mundial. Bastantes de los conceptos clave en las explicaciones actuales, incluso de la economía convencional, fueron generadas por autores marxistas. Por ejemplo, el concepto actualmente fundamental de  capital financiero fue elaborado por un teórico marxista austro-húngaro de comienzos del siglo XX, Rudolf Hilferding, quien trataba de categorizar la creciente concentración y centralización del capital en grandes empresas, corporaciones, carteles, trusts y bancos. Para este autor el capitalismo anterior se había convertido al final del siglo XIX en capital financiero monopolista. Él percibía el capital financiero avanzando en una vigorosa expansión, constantemente buscando nuevas esferas de inversión y mercados. Y lo mismo ha sucedido con otros conceptos clave como el de imperialismo, que está en la base del concepto actual globalización aunque los economistas convencionales no lo reconozcan, y otros muchos[7]

No obstante, el pensamiento crítico económico marxista sufrió un fuerte debilitamiento durante el periodo del stalinismo en la Unión Soviética, cuando fue convertido en una especie de catecismo soviético, que esterilizó una gran parte de su potencial de interpretación acerca de las nuevas condiciones de la economía en el mundo. Asimismo la guerra fría, creó muchas dificultades para el desarrollo del pensamiento marxista en el área occidental. Tanto en Europa Occidental como y, sobre todo, en Estados Unidos, se asoció el pensamiento marxista a la connivencia con la URRS, con un peligroso comunismo, incluso se consideraba a los marxistas traidores al país y peligrosos (Mac Carthy en los años 50) y eran penalizados. Como potente crítica del sistema económico y social dominante, el marxismo nunca ha disfrutado de muchas facilidades para su expansión. El capitalismo potente y triunfante no iba a fomentar un pensamiento que lo criticaba en sus más profundas raíces como basado en la explotación y la lucha de clases,  y vaticinaba para el mismo un final caótico.

A pesar de ello, el pensamiento económico marxista desde los últimos cincuenta fue una fuente muy rica de pensamiento crítico en los países occidentales. Aunque minoritario en relación con el pensamiento convencional, han sido muchos los autores que han desarrollado ampliamente los planteamientos marxistas de origen en muchas facetas del análisis económico. Y fue también muy importante en el mundo, pues los grupos revolucionarios de los países periféricos que aspiraban a la independencia se apoyaron fuertemente en sus análisis[8]. En los setentas el pensamiento económico marxista era amplio y potente y, en los ochenta, proliferaron muchos análisis críticos de base marxista a las posiciones neoliberales de los académicos convencionales, del FMI y el Banco Mundial.

Pero el pensamiento marxista tampoco fue inmune al debilitamiento de las fuerzas progresistas. Sobre todo porque, como sabemos, en 1989 cayó la URSS y los países que la circundaban. Y aunque ya eran pocos los marxistas que no eran muy críticos de la Unión Soviética (US), su desaparición no dejo de suponer un tremendo terremoto para   muchos marxistas que veían derrumbarse una esperanza que les había sostenido durante muchos años. A muchos de ellos les ha hecho falta cierto tiempo para recuperarse y, algunos autores afirman que ello ha supuesto un freno al pensamiento marxista. No compartimos totalmente esta opinión, pues el pensamiento marxista en el ámbito occidental -EE.UU. y Europa- era ya hacia años muy crítico de la Unión Soviética y las mejores cabezas desarrollaban su pensamiento independientemente e incluso en posiciones muy críticas con la US, pero como hay quien considera que sí que tuvo un impacto en el pensamiento crítico no nos atrevemos a negarlo tajantemente.

Al mismo tiempo, la evolución de las fuerzas económicas y de pensamiento en el mundo ha experimentado una intensa profundización en el conservadurismo. En la década de los noventa el concepto de globalización y la expansión del neoliberalismo por un lado, y el debilitamiento de las fuerzas de crítica y oposición al sistema por otro (cooptación de los partidos socialdemócratas y sindicatos y auge de las fuerzas conservadoras), además de la imposición a las nuevas generaciones por nuevos y sofisticados medios de valores enormemente consumistas e individualistas,  que les lleva a ignorar cualquier referencia a los valores colectivos y a la historia pasada,   ha supuesto un salto cualitativo a favor del conservadurismo en las ideas de las personas y sobre todo de los líderes de las oposiciones respectivas al sistema. Con lo que el principio del siglo XXI es testigo de una situación en que el capitalismo es considerado actualmente por la inmensa mayoría de la opinión como  la forma más adecuada de organización social, por muchos la única posible, que devendrá permanente en el futuro (Fujiyama), que  no es posible destruirlo, entre otras cosas porque no hay alternativa al mismo. Por ello,  cualquier crítica global al sistema  es considerada arcaica, fuera de lugar y la manifestación de nostálgicos de otras épocas. El pensamiento económico se ha ido tan a la derecha, que es curioso constatar que incluso el pensamiento keynesiano, tan explícitamente dirigido por su fundador J. M. Keynes a resolver los problemas del sistema capitalista  para mantenerlo, es ahora considerado un pensamiento crítico y progresista por muchos autores. No cabe duda que puede ser algo más favorable a los intereses  populares, pero dista mucho de ser un pensamiento crítico.

Asimismo, en esta época, una gran parte de la población que parecía compartir los valores progresistas ha ido mudando fuertemente hacia el conservadurismo[9] y, por tanto, no se ha utilizado el pensamiento marxista que se seguía generando, minoritario pero siempre presente. El conservadurismo dominante ha logrado convencer de que el pensamiento marxista es caduco y anticuado y que no puede explicar los problemas del siglo XXI, mientras potenciaba una economía convencional que supone una vuelta sin reservas a los principios de Adam Smith ¡que escribía al final del siglo XVIII¡  El paradigma neoclásico, eje central de la economía convencional, no dejaba espacio alguno para ninguna otra variante del propio pensamiento convencional y se había convertido en el pensamiento único de la pomposamente llamada ciencia económica en todo el mundo[10].

Tras una etapa de aparente esplendor en la economía real del mundo y de España, en 2007 llegó la crisis. Que, con excepciones, cogió desprevenidos a los pensadores convencionales y algo menos a los críticos. En el primer momento de la crisis algunos autores ortodoxos e incluso la opinión pública (informada) pensó que, como en la de los setenta, ella iba a motivar un cambio importante en el paradigma de pensamiento económico. En aquella,  la presencia de problemas que parecía el keynesianismo no podía resolver, facilitó la re-emergencia del pensamiento neoliberal y ahora se establecía un paralelismo: los gravísimos problemas que generaba la nueva crisis, nutrida en las políticas neoliberales, mostraban que éste paradigma tampoco resolvía los problemas, por lo que se esperaba un cambio de paradigma.

¡Helas¡ no ha funcionado así. Tras un primer periodo de confusión y desconcierto[11] sobre todo entre los economistas académicos, quienes toman las decisiones en el mundo real no se han molestado en buscar un pensamiento que explicase lo que ha pasado y plantease la posible evolución futura. Ha habido algunas deserciones en la academia, sobre todo entre aquellos economistas que ya eran algo más críticos – Krugman, Stiglitz en Estados Unidos, algunos más en Francia, donde los regulacionistas siempre han mantenido un pensamiento más crítico, Estefania, Tugores y Costas, quizá, en este país- pero nada que suponga que se pone en cuestión verdaderamente el pensamiento económico neoclásico. ‘Business as usual[12]‘ parece ser el slogan que domina la escena.

No estamos al tanto del detalle de la evolución del pensamiento convencional, pues no  merece la pena dedicarle muchas energías, pero nos parece poder afirmar que la teoría económica dominante, la neoclásica, no se ha visto alterada en sus  planteamientos con la crisis actual. Dos aspectos a comentar: por un lado, un elevado número de economistas, comentaristas y, sobre todo, políticos, se conforman con afirmar que los poderes financieros han actuado mal, con un exceso de codicia e incompetencia, generando con sus operaciones especulativas los problemas que ahora se sufren. Es simplemente un problema de errores de ciertos poderosos agentes que habría que subsanar, pero el sistema y las explicaciones teóricas en las que se basa es merecedor de confianza[13]. Sólo hay que redirigir -¿refundar? – las operaciones financieras en la buena dirección y se recuperará la senda del crecimiento. Por otra parte, la política económica frente a la crisis que se está llevando a cabo, se apoya totalmente en el paradigma neoclásico convencional. En Estado Unidos el pensamiento progresista en economía se orienta hacia un keynesianismo renovado -Stiglitz y Krugman, de nuevo- mientras que   algunas medidas de la Administración recurren a la teoría monetaria – aumento de la liquidez para estimular la demanda y la inversión- pero en las políticas económicas  pesan todavía mucho más los viejos dogmas de la economía de oferta.  Mientras que en la Unión Europea, y especialmente en quienes deciden sobre la política económica en sus países principales,  campan sin límites las ideas de que la austeridad económica, la desregulación, la privatización y la disminución del coste de la mano de obra -que se deducen de los programas neoliberales-  son las medidas adecuadas. Los programas de austeridad son las que más destacan por sus nefastos efectos, pero no son menos importantes las otras políticas que  mencionamos que forman parte integral del programa. Es el programa económico que ya pusieron en práctica en la crisis de la deuda de los ochenta en los países de la periferia el FMI y el Banco Mundial, absolutamente basados en el pensamiento neoliberal y aplicados cada vez con más dureza, los que se están reproduciendo ahora en la periferia europea[14] de la mano de la UE, el FMI y el Banco Central Europeo (BCE), constituidos de nuevo en exigentes directores de las medidas de política económica que han de tomar los gobiernos.

Da la impresión que a quienes toman las decisiones de política económica – y por supuesto no son sólo los políticos sino quienes realmente controlan la economía mundial-  no les preocupan nada las vagarías del pensamiento económico. Ellos saben lo que quieren y lo llevan a la práctica, mientras el aparato académico gasta sus energías en dar vueltas y más vueltas a los mismos problemas, con gran elegancia formal pero en la mayoría de casos irrelevantes  para el conocimiento, la orientación de las políticas, y, sobre todo, el bienestar de las poblaciones.  Nos da la impresión de que cada vez la distancia  entre la economía convencional y las medidas reales de la política económica se convierte en un abismo difícil de sobrepasar. A ello hay que añadir que frente a la insistencia al principio de la crisis de la necesidad de regular estrechamente el capital financiero, esta regulación no se está llevando a cabo. Las medidas que se están estableciendo son extremadamente débiles, se instauran sólo aquellas que merecen el consentimiento de las instituciones financieras y, además, con efectos sólo a medio y largo plazo. De forma que la dinámica del capital financiero se parece muy mucho a la de la época anterior a la crisis. Lo que muestra con claridad el poder de tal capital que es capaz de detener los aspectos que perjudican a su búsqueda de beneficios a pesar del caos causado por sus especulaciones buscando beneficios.

Hay que señalar, también,  que a medida que avanza la crisis y se perciben sus negativas consecuencias para la población, proliferan multitud de trabajos sobre temas como la pobreza, la desigualdad, el paro, etc. La mayoría de ellos basados en la economía convencional, si bien con carácter progresista, apoyados en una especie de keynesianismo de buena voluntad. Son menos, sin embargo, los que se soportan en un esquema de pensamiento crítico. Son trabajos, críticos de las consecuencias de la política económica actual, pero sin poner realmente en cuestión ni el sistema económico que los genera ni el pensamiento económico que lo explica. Es que el sistema está funcionando mal y genera mucha injusticia y sufrimiento, y se ha de intentar que funcione mejor, pero en general no se plantea la naturaleza intrínseca del primero ni las dificultades reales que el sistema funcione de otra manera. Parece que, a la mayoría de estos autores, aunque el sistema capitalista no les gusta  y están en su contra, están tan convencidos que es imposible su transformación,  que dedican la mayoría de sus esfuerzos a humanizarlo y paliar las peores de sus injusticias.

¿Qué hace mientras tanto el pensamiento crítico? La crisis ha supuesto una cierta dinámica:

Bastante economistas críticos experimentaron una cierta satisfacción al ver que la crisis confirmaba el pensamiento crítico de inevitabilidad de las crisis,  que ha sido siempre parte integral del pensamiento marxista, así como aquellos que habían escrito más recientemente sobre la insostenibilidad de la operativa del sistema financiero. Es decir, la crisis ha confirmado el pensamiento marxista clásico y el más reciente.

Tanto es así que una parte significativa de la opinión pública volvió su mirada a los autores marxistas para ver si podían entender que estaba pasando. Por ejemplo, ha sido notorio el aumento de ventas de El Capital, así como de otras obras de autores marxistas actuales que han tratado diversos temas acerca de la crisis. Aunque siempre minoritario, ha habido un aumento significativo de lectores que se han aproximado al pensamiento crítico que les parecía les proporcionaba mejores instrumentos para desvelar las raíces profundas del sistema.

Se han escrito bastantes libros acerca de la crisis desde un paradigma marxista, tanto de carácter más general como de elementos específicos, sobre todo respecto a los aspectos financieros. No obstante, como la tradición crítica ya es de plantear siempre una visión crítica no se da un cambio de paradigma, sino que se produce la continuidad de las  mismas ideas básicas y se asiste sobre todo a la profundización y actualización de los temas tratados. Por ejemplo, entre otros muchos aspectos quizá merezca la pena mencionar como se ha ampliado el concepto de explotación desde el sistema productivo de Marx, el análisis de la explotación productiva de clase,  a las diversas formas en que la población es explotada en la actualidad  ‘Mientras en el capitalismo industrial primordialmente se explota a los trabajadores productivos a través del sistema salarial, el capitalismo financiero añade la explotación de los consumidores individuales a través del endeudamiento. La idea es tener todo comprado no con dinero en metálico sino con tarjetas de crédito, de forma que las compras proporcionan varios años de interés a tasas más altas que lo que los bancos pagan por los depósitos (20% frente al 2%). Los bancos comerciales y una variedad de otros agentes prestamistas reciben la diferencia. Los bancos de inversión se unen a la especulación en este vasto depósito de deudas a través de la titulización de créditos, derivados y otras operaciones  especulativas, donde se hace mucho dinero de forma rápida y fácil… La desigualdad genera endeudamiento a todos los niveles, desde los consumidores a las industrias y los estados, y en todos los aspectos de la vida. Lo que resulta en una  forma intensificada de una explotación conocida ya hace mucho, conocida como ‘siervo de deuda’[15].’ Una ampliación también del sistema productivo es lo que muestra D. Harvey con su concepto de ‘acumulación por desposesión’ que tiene su origen en los trabajos de Marx sobre la acumulación primitiva. Y así un gran cúmulo de aspectos de gran interés .

Finalmente hay que mencionar que lo que sí se ha generado abundantemente en el ámbito del pensamiento crítico son las obras acerca de la búsqueda de alternativas al sistema capitalista. Una de las preocupaciones recurrentes de las personas críticas del sistema es la de buscar cual podría ser un sistema alternativo al actual. Son numerosos los autores que han trabajado el tema de cómo organizar una sociedad que no sea capitalista, si bien la mayoría de ellos se concentran en elaborar diseños acerca de la sociedad del futuro y son muchos menos los que tratan de enfocar el tema de la transición a la misma. Repetidamente en las reuniones de análisis de esta sociedad se plantea la pregunta de ‘Que hacer’  y aunque se pueden computar innumerables modelos de cómo podría ser la sociedad alternativa no capitalista en el futuro, no aparecen muchas ideas respecto a las vías de transformación del sistema desde aquí hasta el ideal anhelado.

Hay que reconocer que actualmente, en el mundo del pensamiento crítico, no se plantean muchas ideas nuevas acerca del proceso de transición hacia otra sociedad. La convicción de que los partidos de izquierda y los sindicatos, en el marco de las democracias parlamentarias constituían los agentes esenciales que podían conducir al cambio está totalmente obsoleta. Nadie considera ahora que a través de estos viejos mecanismos del cambio éste se va a producir, y, en el mejor de los casos sólo se esperan  de ellos algunas medidas que palien los peores excesos del sistema. No parece que hay ideas claras acerca de cuales pueden ser las vías alternativas. Y el mundo ha cambiado y esta cambiando aceleradamente de modo que es difícil interpretarlo y encontrar vías alternativas de actuación. Por lo que quienes propugnan la transformación, tras realizar análisis críticos de mayor o menor  interés, se encuentran en una especie de vacío propositivo acerca de los pasos a dar de inmediato. La resistencia al sistema busca con anhelo que podría hacer, pero aunque crece cada día, está enormemente difusa y disgregada, y esta misma fragmentación le dificulta grandemente la tarea. No obstante, se puede esperar que la enorme multiplicidad de colectivos que están buscando nuevas líneas de actuación se consoliden en un futuro no demasiado lejano en nuevas e imaginativas formas de trabajo y lucha por una sociedad no capitalista. Una parte del pensamiento crítico habría de dirigirse a apoyar y reforzar la construcción de estos procesos.

En relación con este tema hay que mencionar que con frecuencia se produce una confusión entre la búsqueda de una sociedad alternativa y la utilización de medidas de política económica alternativas a las que están imponiendo los gobiernos, con la intención y el deseo de paliar las consecuencias negativas que están produciendo las políticas actuales y el de avanzar hacia un capitalismo más humano. Son innumerables los instrumentos alternativos que pueden ser utilizados con objetivos alternativos que existen en la sociedad actual: desde la reforma del sistema fiscal, a las cooperativas, desde la lucha por el mantenimiento de los derechos sociales al rechazo a la reforma laboral existente y la búsqueda de la mejora de las condiciones de los trabajadores, etc. etc. etc. Es una labor social importante y cuya evaluación no nos corresponde aquí. Pero que se esta haciendo tanto desde la vertiente progresista del pensamiento y la acción social  como desde ámbitos del pensamiento crítico. Es, de nuevo, la crítica a la sociedad existente y el intento de paliar sus efectos negativos, pero no supone necesariamente un pensamiento crítico de fondo ni respecto al sistema ni a los paradigmas que le sirven de referencia. No obstante, la línea de separación entre ambos aspectos es estrecha y difícil de definir, y sólo la práctica concreta permitirá una clasificación más precisa, pero habríamos de intentar no mezclar conceptualmente los dos aspectos pues los instrumentos alternativos pueden utilizarse para modificar, con mayor o menos intensidad, el sistema capitalista, mientras que la búsqueda de una sociedad alternativa desde planteamientos críticos implica una transformación radical de la sociedad actual, aunque para la misma a veces hayan de utilizarse algunos de los mismos instrumentos que para modificar el capitalismo[16].

En conjunto, el pensamiento crítico en economía,  en particular el marxista, sin abandonar nunca su situación minoritaria está atravesando actualmente un buen momento. La crisis está mostrando tan claramente tanto la incapacidad del capitalismo para llevar a buen puerto los intereses económicos de los pueblos y las personas, como la incapacidad de las ideologías que lo soportan -el pensamiento económico convencional no es más que una ideología de apoyo de la explotación capitalista- que partes cada vez mayores de la población se vuelven hacia el pensamiento crítico en busca de las necesarias respuestas. De aquí que quienes consideramos que es realmente en éste donde existen las posibilidades de encontrarlas e impulsar la actuación por la transformación radical de la sociedad tenemos una gran responsabilidad, pues realmente hemos de mostrar con rigor y amplitud, que efectivamente el pensamiento marxista puede proporcionar esas respuestas así como la orientación y el impulso necesario para embarcarnos en el propio proceso de transformación.

 


[2] El agotamiento del modelo de acumulación, especialmente en Estados Unidos, comenzó a hacerse sentir en relación con la guerra del Vietnam en la segunda parte de la década de los sesenta, continuó con las grandes turbulencias económicas de comienzo de los setenta -devaluación del dólar en 1971- y se manifestó plenamente con las dos subidas del precio del petróleo en los setenta, pero el inicio de la crisis fue mucho anterior a éstas.
[3] Que fue derrotado no sólo por la propia debilidad de las fuerzas progresistas francesas, sino también por los ataques del neoliberalismo mundial.
[4] European Round tablee Of. Industrializa: asociación de los grandes industriales europeos que se inició en 1983 y rápidamente hizo sentir su influencia en las decisiones de las autoridades de la Unión.
[5] Más adelante veremos que en la actualidad se llega a considerar incluso el keynesianismo como una escuela crítica de pensamiento económico, asignación más bien dudosa en nuestra opinión.[6] No queremos ignorar el rico pensamiento anarquista pero nos parece que como análisis económico es más ético que económico, tiene menos potencia e incluso que, a pesar de sus discrepancias políticas,  para muchos aspectos se apoya mucho en planteamientos que tienen su origen en el marxismo.

[7] R. NET. Contradictions of finance capitalismo. Monthy Review. 2011, Volume 63, Issue 07 (December) http://monthlyreview.org/2011/12/01/contradictions-of-finance-capitalism

[8] Todas las teorías del imperialismo desde los clásicos del marxismo -Lenin, Bujarin, Kautsky- hasta los autores de los años setenta – S. Amin, Emmanuel y otros muchos- presentaban un riquísimo análisis de la expansión global del capitalismo muchos años antes de que se pusiera de moda el planteamiento de una economía convencional de la economía globalizada.

[9] La inmensa mayoría de los socialdemócratas, por ejemplo, que rechazaron explícitamente el marxismo y potenciaron la evaluación de que éste estaba ya obsoleto.

[10] Es importante tener en cuenta que dentro de la economía convencional existen diversas variantes además de la interpretación neoclásica, entre ellas el keynesianismo. Todas ellas han ido siendo eliminadas del pensamiento económico universitario en el ámbito de influencia del mundo occidental; no sabemos que ha pasado en China, pero por su práctica no parece que el pensamiento crítico con el capitalismo goce de gran predicamento.

[11] Recuérdese la Cumbre del G-20 en otoño de 2008, en el que el Sr. Sarkozy, entonces presidente de Francia, dijo que ‘había que refundar el capitalismo’. Hubo ingenuos de buena voluntad que interpretaron que esto significaba refundarlo para mejorarlo, pero el Sr. Sarkozy sabía bien lo que decía, se trataba de refundarlo con un discurso renovado, pero que en nada alteraba el carácter intrínseco del mismo.

[12] ‘Los negocios como siempre’

[13] El propio Presidente Bush lo interpretó así al comienzo de la crisis

[14] Permítasenos llamar la atención al hecho de que nunca hasta ahora los países del Mediterráneo (e Irlanda) habían sido denominados como periferia europea. ¿Será por la similitud de su situación y la de las políticas aplicadas con las de la periferia mundial en los ochenta?

[15] ‘Siervo de deuda: ‘debt peonage’ Practica de mantener las personas en servidumbre o esclavitud parcial hasta pagar totalmente una deuda. R. Peet. Monthly Review. O. cit. http://monthlyreview.org/2011/12/01/contradictions-of-finance-capitalism

[16] En el Seminario de Economía Crítica TAIFA llevamos tiempo reflexionado sobre estos temas. Esperamos que al principio de 2013 podamos presentar un resumen escrito de nuestro pensamiento al respecto

Fuente: http://www.mirenetxezarreta.es/