Desde la invasión de las Américas -lo que es conocido como «descubrimiento»- por los colonizadores europeos, el conflicto por la tierra siempre fue una constante en la historia de estos territorios. Indígenas, pueblos originarios, campesinos y comunidades quilombolas [1], entre otros actores que luchan por el derecho a la tierra, son el cuerpo resistente al […]
Desde la invasión de las Américas -lo que es conocido como «descubrimiento»- por los colonizadores europeos, el conflicto por la tierra siempre fue una constante en la historia de estos territorios. Indígenas, pueblos originarios, campesinos y comunidades quilombolas [1], entre otros actores que luchan por el derecho a la tierra, son el cuerpo resistente al proceso de colonización que nunca terminó.
El modelo de desarrollo basado en la extracción mineral sigue siendo un factor preponderante al pensar en los conflictos por la tierra. El caso más emblemático, y que desvela cómo se dan estos conflictos y el rol del Estado en el proceso de legitimación de la lógica de dominación es la Masacre del Eldorado dos Carajás, en la provincia de Pará, región Norte de Brasil.
El 17 de abril de 1996, 19 miembros del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra -MST-, fueron asesinados por las fuerzas policiales de la provincia de Pará en una marcha que tenía por objetivo reivindicar junto al gobierno del Estado las promesas incumplidas de expropiación de una hacienda -Fazenda Macaxeira- ocupada por 3.500 familias, en septiembre de 1995. De los 154 agentes involucrados en la operación, sólo dos de ellos fueron responsabilizados por la masacre. En 2002, la fecha del 17 de abril fue establecida como el Día Internacional de la Lucha Campesina.
Monumento Eldorado Memória: monumento proyectado por el arquitecto Oscar Niemeyer en alusión a la masacre del Eldorado los Carajás (Créditos: Virginia Bolten)
Según la constitución brasilera, en el artigo 184 de la Constitución Federal, «es deber del conjunto de las provincias expropiar por interés social, para llevar a cabo la reforma agraria, la propiedad que no esté cumpliendo su función social, mediante previa y justa indemnización en títulos de la deuda agraria, con clausulas de preservación real, rescatables en un plazo de veinte años, a partir del según año de emisión, y con utilización definida por la ley».
Estos conflictos son una consecuencia de la concentración de tierras, de la concentración económica y del poder político. La articulación entre lo público y lo privado, y la no separación ente estas dos instancias, termina por concretar acciones sin autorizaciones judiciales y la consecuente profundización en la asimetría entre terratenientes y movimientos en lucha por la reforma agraria.
El índice de concentración de tierras en Brasil es uno de los más altos del mundo. Y, mientras los movimientos en lucha por la tierra siguen reivindicando el derecho a tener derechos, los terratenientes y las corporaciones actúan al margen de la legalidad.
En Brasil, las masacres como la de Carajás no son hechos aislados. Según la Comisión Pastoral de la Tierra -CPT-, entre los años 1985 y 2017, los casos de conflictos en el campo con registro de asesinatos fueron de 1.438, llegando al total de 1.904 víctimas. De todos estos casos, sólo uno 8% fue juzgado. Y de los 70 asesinatos ocurridos sólo en el año 2017, 28 son caracterizados como masacres, lo que desvela un avance del genocidio hacia las comunidades campesinas en el último período.
La exclusión social impuesta de forma brutal lleva a cuestionar el «proceso civilizador» dominante lo cual naturaliza la barbarie. Un proceso que criminaliza las luchas de las personas trabajadoras del campo, utilizando estrategias de estigmatización -apoyados por los medios de comunicación. Así, estos sujetos en lucha son convertidos en no deseables y asesinables por el conjunto de la sociedad que guarda, aún hoy, un fuerte inconsciente colonial.
La lucha campesina y el poder de resistencia de estos movimientos, no sólo es capaz de denunciar los aspectos ocultos de las estructuras de poder, como también demostrar una alternativa al modelo capitalista, generando nuevos modos de vida.
Pensando la lucha por la tierra como un dispositivo de radicalización del poder popular, nosotras desde de Virginia Bolten preguntamos: ¿es posible salir de la actual crisis sin apoyar a la lucha campesina y a la reforma agraria?
Nota:
[1] Comunidades descendientes de quilombos son grupos cuyos ancestros fueron personas victimas de la esclavitud en Brasil. Son comunidades que generalmente vivieron sin contacto con el mundo urbano durante mucho tiempo.
Referencia:
BARREIRA, Cesár. Crônica de um massacre anunciado: Eldorado dos Carajás
https://www.ecodebate.com.br/2018/04/17/analise-da-cpt-revela-que-assassinatos-no-campo-batem-novo-recorde-e-atingem-maior-numero-desde-2003/
Fuente: http://virginiabolten.com.ar/editorial/lucha-la-tierra-vs-colonizacion/