Se ha colocado sobre la mesa el tema que trata de definir las líneas fundamentales de la construcción del socialismo en Venezuela, asumiéndolo como un modo de desarrollo alterno al capitalismo dependiente que pervive en nuestro país. De entrada inferimos que el modo de producción, distribución, de intercambio y de concepción teórica, moral y cultural que […]
Se ha colocado sobre la mesa el tema que trata de definir las líneas fundamentales de la construcción del socialismo en Venezuela, asumiéndolo como un modo de desarrollo alterno al capitalismo dependiente que pervive en nuestro país.
De entrada inferimos que el modo de producción, distribución, de intercambio y de concepción teórica, moral y cultural que deseamos construir en Venezuela, no es el que en la actualidad se desarrolla en nuestro país. El capitalismo tiene como único norte el acrecentamiento del capital, que cada vez más se concentra en pocas manos y, que se sustenta, entre otras cosas, en la explotación del trabajador asalariado y en el mantenimiento del régimen de la propiedad privada de los medios de producción, del sistema de distribución y del intercambio de mercancías, para cumplir con el objetivo de generación de plusvalía, que repetimos, está cada día más concentrado en un reducido grupo que niega la posibilidad de socializar para todo el conjunto de la población esos beneficios.
De esta premisa se desprenden dos conclusiones, referidas una; al tipo del modo de producción y de distribución que debe prevalecer en nuestro país; y la otra, al régimen político-administrativo que debe sustentar el mencionado tipo productivo.
Primera premisa: El modo de producción capitalista y el modo de producción socialista.
La propia dinámica económica y política del capitalismo fabril y mercantil, empujó a éste a la creación y concentración de consorcios necesarios para su supervivencia, deviniendo el antiguo modelo en un capitalismo proteccionista y monopólico cuya administración recayó en el Estado Moderno Burgués, el que posteriormente supera esa fase para convertirse en otra más desarrollada, tal como lo describió de manera exacta en un primer tiempo Marx en El Capital, y posteriormente Lenin en su folleto El Imperialismo fase superior del capitalismo; quien afirma que la concentración de empresas «…al llegar a un grado determinado de su desarrollo, por sí misma conduce, puede decirse, de lleno al monopolio, ya que a unas cuantas decenas de empresas gigantescas les resulta fácil ponerse de acuerdo entre sí, y, por otra parte, la competencia, que se hace cada vez más difícil, y la tendencia al monopolio, nacen precisamente de las grandes proporciones de las empresas.»
Claro está, esto se evidenció muy bien en aquellos países donde la burguesía no se vio amarrada a fuerzas económicas y/o políticas externas, permitiendo el desarrollo de ese proceso más o menos de manera libre. En el caso de los países con economías altamente dependientes (subdesarrolladas), ese fenómeno de concentración, lo liderizará el Estado, el cual se encargará de la administración y del desarrollo de grandes empresas que monopolizarán las actividades fundamentales, entregando los intereses a los mediadores foráneos que acrecentarán, en los años 80, las ganancias y la necesidad de implantar políticas neoliberales, que conducirán a la privatización de éstas empresas estatales para obtener mayores rentas que las logradas hasta esos momentos.
Cuando una empresa gigantesca se trueca en monopólica, significa que está produciendo para una gran población (o mercado en el lenguaje mercantilista del capital), satisfaciendo, no sólo, aquellas necesidades internas sino también las externas, dirigiendo a su vez para sí, el caudal de ganancias a que da lugar esa actividad; pero, ¿qué pasa cuando el Estado es el administrador de esos monopolios?, ¿la producción se dirige para beneficio de quién?
Existen dos posibles respuestas: O se produce para generar ganancias a los capitales transnacionales y/o nacionales, en cuyo caso estamos ante la presencia de un Estado Monopólico Capitalista (EMC), que es lo que existe en la mayoría de los países subdesarrollados; o se produce para el beneficio de la inmensa mayoría del pueblo, y en este caso se estaría hablando de un nuevo tipo de Estado, el cual deja de ser un EMC para ir transformándose en un Estado con orientación Social e irremediablemente en un Estado Socialista.
Ahora, convertir el EMC en un Estado Social Revolucionario (ESR), orientado al beneficio de los trabajadores y de la población en general, que acabe con la concentración de los beneficios e implante un verdadero Estado donde la distribución y el intercambio sea equitativo, es la responsabilidad que se nos plantea actualmente, y las distintas misiones creadas (como primer paso para romper esa desigual distribución de la riqueza) por el Gobierno Bolivariano, están enmarcadas en esta realidad: la desarticulación de el EMC, para irlo transformando en un ESR que posterior y de manera inmediata, será un Socialista.
La creación del Estado Socialista es el paso necesario que debe darse como respuesta al EMC, esto significa que el monopolio que ejerce actualmente el Estado sobre algunas empresas de producción venezolana (PDVSA, CANTV, Electricidad, etc.), debe ejercerse para una mejor distribución de los beneficios a todo el pueblo (como se está evidenciando en la actualidad) y por esta razón, debe abandonarse la concepción capitalista de producción, distribución e intercambio para abordarla desde una visión social, desde una moral socialista; que la producción no sea generadora de riquezas para intereses particulares y transnacionales extranjeras, sino que se realicen inversiones en empresas sociales, cooperativas, en empresas administradas por los concejos de trabajadores que son la verdadera expresión del Estado Socialista; que se comience a beneficiar a la inmensa mayoría de la población que antes no contaba con ningún tipo de asistencia por parte del viejo Estado Moderno Burgués.
Esta concepción del Estado Socialista no debe estar orientada sólo a los aspectos materiales o económicos, y en este sentido nos lo recuerda el Che en El socialismo y el hombre nuevo en Cuba cuando afirma: «Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida». El Estado socialista debe transformar también el modo de producción moral; los viejos patrones de donde se confeccionan las actitudes individuales y colectivas, no sirven en el nuevo estado de cosas. Aquí se incorporan las motivaciones materiales, las concepciones religiosas como prácticas sociales tendentes a la interacción con nuestros semejantes, todas deben reformularse, bajo el peligro de seguir reproduciendo la conducta del modelo capitalista, en función a esto, el nuevo modelo moral debe ir dirigido a erradicar el interés individual como motor que oriente el comportamiento hacia el resto de las personas, debe estimularse la consciencia solidaria, la consciencia en que el otro, el que esta enfrente, es nuestro hermano y merece nuestra mayor consideración.
Aquí también se debe revisar completamente y de forma concienzuda, la relación existente entre el Estado Socialista y la religión (de cualquier tipo). Si se desea promover la conciencia solidaria y colectiva, la visión de que todos sin excepción somos iguales; si se desea acabar con la exclusión en todos los órdenes de la vida, debe establecerse como regla básica la separación del Estado y la Religión; establecerse no sólo en papel, sino en la práctica social, política y económica. No se puede avanzar en una nueva moral y ética, si antes no se establece que el problema religioso pertenece al ámbito individual y que el financiamiento a cualquier tipo de religión o iglesia es atentar contra el resto de la población que no participa de esa ideología.
No se debe olvidar que estos aspectos individuales y espirituales, reproducen constantemente viejos patrones de conducta moral y ética, que se encuentran en el ámbito de la individualidad, la competencia y la supremacía, al igual que lo hace la educación, por lo que no se puede desatender tampoco a este último aspecto.
Temer avanzar hacia el socialismo es retroceder, es entregar al capitalismo salvaje nuestra existencia misma, nuestra cultura; es entregar al pueblo a la explotación inhumana del capital lo que significaría nada más y nada menos que la muerte.
Segunda premisa: Democracia Parlamentaria versus Democracia Socialista.
En este orden de ideas, la forma más adelantada y en estricta correspondencia al EMC de organización del Estado Burgués es la Democracia Representativa, donde el poder del Estado se haya centralizado y en control de los órganos usuales para su organización, a saber: una burocracia cada vez más ineficiente, creciente, inamovible y privilegiada situada por encima de la sociedad (funcionarios públicos, parlamentarios, etc.); un aparato represivo especializado (ejército profesional permanente, policía) al servicio de una clase social, económica y políticamente favorecida; y una serie de organizaciones e instancias que sirven para el adormecimiento y sometimiento del pueblo (religión, tribunales, educación, medios de comunicación masiva, etc.)
La Revolución Bolivariana, dio inicio a la demolición de este Estado Burgués Democrático y Representativo, desde el mismo instante que se instituyó la Asamblea Constituyente para la elaboración de la nueva Carta Magna (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, 1999). La construcción del nuevo Estado Social se inicia con la consolidación de los 10 objetivos estratégicos y los 5 motores propuestos por el Presidente Chávez como soporte teórico para todo el movimiento revolucionario que se desarrolla actualmente dentro de la sociedad venezolana.
La manifestación práctica de ese movimiento revolucionario lo conforman los Consejos Comunales, como germen de la nueva Democracia Participativa de millones de hombres y mujeres, quienes asumen la tarea de creación socialista con las propias fuerzas disponibles dentro de ellas, de la propia clase trabajadora (comprendiendo dentro de esta, a todos aquellos que se vinculan de una otra forma al aparato productivo de bienes y servicios) y de los distintos sectores sociales, y culturales que conforman la sociedad venezolana.
Cuanto mas rápidamente consolidemos la creación, en todas partes, de los Consejos Comunales (donde la participación de las comunidades, los trabajadores de todo tipo -urbanos y rurales- los estudiantes, los hombres y mujeres de cualquier edad, sea el signo de los nuevos tiempos, que la población comience a hacerse cargo de toda la vida y cosa pública); tanto mas rápido emprendamos esta tarea, tanto más aprisa estaremos sentando las bases en la construcción del socialismo verdaderamente democrático y participativo.
No se puede avanzar en la dirección de ampliar la democracia sin entregar el poder, los recursos y bienes, al pueblo, que es en derecho el verdadero propietario, así es como se va caminando en dirección al socialismo. Por tanto, la reforma a la Constitución donde se contemplen los Concejos Comunales como forma organizativa y de poder del pueblo, de la Ley de los Concejos Comunales, son fundamentales en el proceso de creación y consolidación socialista.
La Asamblea Nacional, en este nuevo Estado Socialista, deberá estar conformada por los representantes de los Consejos Comunales, Concejos de trabajadores, de estudiantes, en fin, de todos los hombres y mujeres del país que se propongan en estas organizaciones y que representarán directamente, de esta manera, al pueblo. De este modo los trabajadores estarán ejerciendo directamente la administración y el gobierno, erradicando el burocratismo y la corrupción en todos los niveles de la actividad pública administrativa en conjunto con la implantación de leyes revolucionarias (abolición por tanto de todo privilegio pecuniario, de gastos de representación, de reducción de sueldos al nivel del salario de trabajadores especializados). He aquí la verdadera importancia de los Concejos Comunales, de trabajadores y estudiantes, como simiente que generará y protegerá los cambios que se requieren en la construcción del socialismo, la puesta en práctica de la Democracia Participativa y Corresponsable.
Esta práctica de los Consejos Comunales y del Socialismo debe ser ejercitada sin ninguna excusa por el pueblo, y estar acompañada a su vez, por la nueva moral socialista, que no puede ser la misma que se nos inculcó desde siempre a través de la educación, la religión y los medios de comunicación y que esta vinculada al agonizante sistema capitalista occidental y cristiano.
Tenemos, pues, en los Consejos Comunales la mejor organización del pueblo que permitirá a éste incorporarse a la vida política revolucionaria e independiente, a la posibilidad de educarse en los valores socialistas, solidarios desde su propia experiencia práctica, para aprender a gobernarse y a ser gobierno.
En este sentido, algunos de los objetivos que debe emprender la Revolución Bolivariana consistirían en:
1.- Transformar el EMC en un Estado Social Revolucionario, donde la administración de los grandes medios de producción se encuentren en manos del pueblo, del Estado como su representante, para el beneficio del pueblo trabajador, tal y como se realiza actualmente a través de las distintas misiones implementadas por el Gobierno Bolivariano.
2.- Consolidar los Consejos Comunales en todo el país (con reconocimiento en la Constitución y en una ley que le otorgue verdadera posibilidad de acción, no sólo en lo que se refiere a la participación social y comunitaria, también- y esto es fundamental- dentro del ámbito político, del Estado, de la Asamblea Nacional), además de conformar una Confederación de Consejos Comunales Nacionales de donde se elijan a los representantes, que mediante voto directo de la población, participarán en la Asamblea Nacional, y en los distintos espacios públicos, políticos y de administración de los gobiernos regionales y locales.
3.- La intervención de los representantes de los Consejos Comunales dentro del gobierno y administración del Estado fomenta la Democracia Socialista, y el cumplimiento de las obligaciones estatales no debe acarrear remuneración alguna por ella, de esta forma se estaría dando pasos hacia la erradicación del burocratismo burgués, y de la práctica perversa de las prebendas y privilegios que son innatos a la democracia burguesa capitalista y representativa.
4.- La declaratoria práctica y efectiva de un Estado Laico, no afiliado a ninguna religión, garantizando una verdadera separación del Estado de cualquier tipo de ideología religiosa.
5.- La Nueva Geometría del Poder como fundamento del Nuevo Poder Comunal y del Socialismo, que posibilite la acción eficaz y directa de los trabajadores en el gobierno Socialista y Comunal en Venezuela, para ello se necesita como complemento, la visión de nuevos espacios y ciudades comunales, que reproduzcan el modo de vida social y comunal.