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Lula da Silva en Moscú

Lula en Moscú 2025
Fuentes: Rebelión [Imagen: Lula departe con Putin durante la visita del presidente brasileño a Moscú el 9 de mayo de 2025. Créditos: Ricardo Stuckert / Agência Brasil]

En este artículo el autor, tomando pie en el viaje de Lula a Moscú, analiza la apuesta por el diálogo multipolar.


Pese a los problemas internos, a su menguante aprobación popular del tercer mandato (un 53,6% de desaprobación frente a un 44,9 % de aprobación según el instituto Atlas), y a la confusa política exterior pendular del actual gobierno brasileño, que pivota entre la cercanía a Occidente y el desempeño de un rol activo como miembro fundador de los BRICS, el presidente brasileño Lula da Silva decidió aceptar el convite de Vladimir Putin para asistir a la celebración de los 80 años de la victoria rusa sobre los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Aunque para los países de Europa occidental la fecha clave de la rendición fue el 8 de mayo, por una cuestión de huso horarios, Rusia considera que la “Gran Guerra Patria” terminó con la firma de la rendición incondicional el día 9. Por exigencia de Stalin, la capitulación alemana, que ya había sido firmada en Reims (Francia) por el general Alfred Jodl, tuvo que ser ratificada por el general Wilhelm Keitel en Berlín en presencia de los oficiales del Ejército Rojo, a las 23:45 h del día 8, ya el día 9 de mayo en huso horario ruso.

La fuerza simbólica de la principal efeméride del calendario ruso, cobra especial significado en el actual momento histórico de fractura entre Europa y EE.UU. La Federación Rusa no sólo reivindica su protagonismo en la victoria en la Segunda Guerra Mundial, sino que también deja atrás las páginas más trágicas de su historia reciente, consecuencia del fin de la URSS, y manifiesta sus intenciones sobre el porvenir de la geopolítica mundial. Las conmemoraciones estuvieron cuidadas hasta en más mínimo detalle, con la omnipresencia del mandatario ruso junto a sus homólogos extranjeros y tuvo en la figura de Xi Jiping el invitado especial con quien dice tener una alianza “ilimitada”.

La osada presencia en Moscú del presidente de Brasil dejó furiosa a la prensa de su país. Los periódicos Folha de São Paulo y Estado de São Paulo arremetieron contra Lula da Silva en sus editoriales. Por otro lado, también contrarió a sus principales socios europeos que, visto el éxito de convocatoria de Vladimir Putin, por la enésima vez han visitado a Kiev para brindar su apoyo al presidente Volodomir Zelenski. Lula da Silva sabe que su gesto disgusta especialmente a sus amigos Emmanuel Macron (Francia), Pedro Sánchez (España) y Keir Starmer (Reino Unido), pero parece no importarle mucho ya que además criticó abiertamente el excesivo gasto en el rearme europeo, cuyo principal argumento, en respuesta al rechazo de la ciudadanía que ve peligrar las inversiones en políticas sociales, es la improbable amenaza bélica rusa al continente.

Ese viaje de Lula da Silva, primero del mandatario brasileño a Rusia después del inicio de la guerra de Ucrania, supone también el primer encuentro en persona entre ambos líderes después de 15 años, y se enmarca en su apuesta por la multipolaridad y las buenas relaciones de Brasil con Rusia. En la reunión del G20 de Rio de Janeiro en 2024, pese a los esfuerzos de la diplomacia brasileña por mantener una delegación rusa de alto nivel, tuvieron que contentarse con la presencia del ministro de exteriores Sergei Lavrov, ya que el gobierno no podía garantizar la inmunidad en suelo brasileño del presidente Putin, blanco de una orden internacional de arresto de la Corte Penal de Justicia.

La diplomacia del país sudamericano vio mermada sus posibilidades de expresar sus buenas relaciones con Rusia desde el inicio de la invasión de Ucrania en febrero de 2022, pese a que Brasil siempre apostó por una salida negociada del conflicto. También influyó el apoyo incondicional a Ucrania de la anterior administración norteamericana de Joe Biden en la guerra proxy de los occidentales en territorio ucraniano. A ese respecto, el enfoque mediador diplomático de Brasil en la guerra de Rusia y Ucrania, se complicó aún más porque el ex presidente de los EE.UU. tuvo una posición abiertamente contraria al intento de golpe de 8 de enero de 2023 en Brasilia. Ese hecho inhibía a Brasil de escenificar cualquier cercanía pública al gobierno de Putin cuando la administración Biden jugaba la carta del aislamiento internacional de Rusia a través de las sanciones económicas. Aun así, las relaciones bilaterales entre los dos socios comerciales siempre estuvieron dentro del cauce de la normalidad.

Con la administración republicana de Donald Trump, la política exterior brasileña en este ámbito ha dado un giro de 180 grados. En primer lugar, Trump es un líder con quien el actual gobierno brasileño ya no tiene la misma proximidad que tenía con Biden, y tampoco le pesa la obligación de retribuir el gesto de solidaridad prestado en los días del intento de golpe, puesto que el republicano, además de un aliado incondicional de la familia golpista de los Bolsonaro, también ha practicado sus propias tropelías antidemocráticas en el capitolio de Washington. Todo ello permite a la diplomacia brasileña, mostrar con más osadía criterio propio en algunos asuntos internacionales. Por añadidura, el riesgo en relación a los EE.UU. ya no es el mismo que antes, una vez que la actual administración americana negocia abiertamente con Rusia su retorno al juego político internacional en lo que se supone un claro intento de alejarla de China, a quien considera su enemigo comercial real.

En lo que respeta a los BRICS, en una jugada maestra el año pasado el presidente Vladimir Putin dejó pasar su turno de la presidencia del banco de los BRICS (NDB – Nuevo Banco de Desarrollo), en beneficio del país latinoamericano, que decidió mantener a la ex presidenta Dilma Rousseff otros 5 años. Rousseff es una entusiasta de la multipolaridad, estaba entre los invitados en las conmemoraciones del día 9 en Moscú, (invitada como si de un jefe de estado en activo se tratara), acaba de recibir los elogios de Xi Jiping en la sede del NDB en Shanghái, aboga por crear mecanismos de apoyo a la cooperación entre las naciones del Sur Global y cuestiona la hegemonía del dólar en el comercio internacional. Por otro lado, la preparación de la próxima cumbre de los BRICS en julio de este año en Rio de Janeiro será un desafío para el gobierno brasileño y obliga a su diplomacia a tejer lazos más fuertes entre los socios fundadores.

En ese contexto, un tema pendiente relacionado con la ampliación de los BRICS es la entrada de Venezuela en el club, que fue vetada por Brasil en la anterior cumbre de Kazán, de 22 de octubre de 2024. El motivo aducido por las autoridades brasileñas fue, la quiebra de confianza provocada por la no divulgación de las actas de las elecciones presidenciales de Venezuela de 28 de julio de 2024, en la que salió reelegido el presidente Nicolas Maduro. Las negociaciones en Kazán correspondieron al canciller Mauro Vieira, debido a que Lula da Silva no pudo viajar por problemas de salud. Resulta difícil de ceer que Lula da Silva no haya tenido una conversación personal a puertas cerradas con Vladimir Putin, el principal valedor de Nicolas Maduro, sobre ese tema. Queda pendiente de la resolución definitiva en julio de 2025 en la cumbre de los BRICS de Rio de Janeiro. El veto de Brasil a Venezuela es una incongruencia que compromete las buenas relaciones entre dos socios comerciales regionales con intereses comunes, más aún cuando son dos países dirigidos por partidos hermanos, el PT brasileño y el PSUV de Venezuela, con mucha afinidad programática. Desde la izquierda brasileña se entiende poco ese veto, más aún cuando la diplomacia brasileña fue una vehemente patrocinadora de la entrada en los BRICS de la Argentina de Alberto Fernández, finalmente rechazada por Milei, y ahora defiende el ingreso de la Colombia de Gustavo Petro.

El viaje de Lula da Silva también pone en evidencia la interesada rusofobia de los líderes europeos. Supone el reconocimiento histórico del papel central que desempeñó la Unión Soviética en el fin del nazismo que asoló Europa. Pese a que los dirigentes europeos actuales no quieran admitirlo, no hay que olvidar que la Segunda Guerra Mundial costó a los soviéticos, en cálculos estimados, más de 26 millones de vidas humanas, siendo el país que más muertos puso en el trágico conflicto mundial. El presidente brasileño apuesta por el diálogo multipolar, necesario en un momento en que los líderes europeos, curiosamente en contra del criterio actual de Estados Unidos, ponen todos sus esfuerzos en seguir la escalada belicista en Ucrania. A costa, obviamente, de vidas ajenas. Aunque Europa sea en estos momentos el principal escollo a la paz, la presencia del lideres como el brasileño en Moscú en el día de la Victoria contra el nazismo, supone una apuesta por una solución de paz duradera, la cual solo se puede producir a través de un diálogo abierto con el Kremlin.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.