El triunfo de Lula generó en Latinoamérica una renovada esperanza de que al país más poderoso de nuestro continente finalmente llegaba al líder que lo conduciría por una verdadera transformación social. Se trataba de un hombre de abajo, un hijo de la calle, un desheredado de la fortuna, un sencillo tornero metalúrgico. Lula había sufrido […]
El triunfo de Lula generó en Latinoamérica una renovada esperanza de que al país más poderoso de nuestro continente finalmente llegaba al líder que lo conduciría por una verdadera transformación social. Se trataba de un hombre de abajo, un hijo de la calle, un desheredado de la fortuna, un sencillo tornero metalúrgico. Lula había sufrido y sabía lo que es pasar hambre y no tener techo.
Su tarea no era fácil. Con un 12.4% de inflación, una moneda nacional devaluada en un 35%, el crecimiento del PIB reducido a un 1.6%, las tasas de interés situadas en un restrictivo 25%. Lula necesitaba elevar el mercado laboral en diez millones de nuevos empleos y aumentar las exportaciones a 15 mil millones de dólares. No eran metas fáciles.
Ha pasado la mitad de su período presidencial y no se advierten las grandes transformaciones esperadas. Por el contrario, el mandatario brasileño ha dado señales de que continúa las políticas neoliberales de su antecesor Fernando Enrique Cardoso y sigue las pautas trazadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Las críticas a su gestión son cada vez mayores.
La compra de un avión presidencial que costó 57 millones de dólares, y su mínima participación en el próximo Foro Social Mundial son algunos de los argumentos de la oposición para acusar al Presidente Luiz Inacio Lula da Silva de alejarse de los principios sociales y precipitarse en un estilo de vida burgués y en la apostasía de cuanto antes predicó.
La compra del avión presidencial se cuestiona debido al monto gastado, a la falta de licitación y porque se eligió a Airbus en vez de Embraer, empresa nacional fabricante de aviones. Aparte del costo inicial del avión, el equipamiento adicional ha generado costos por otros diez millones de dólares con una lujosa suite presidencial, una unidad de tratamientos clínicos y un dispositivo antimisil.
Uno de estos indicios inquietantes es la escasa participación de Lula en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, que reúne las fuerzas del cambio social en un congreso masivo de las organizaciones y personalidades de la izquierda mundial. Lula ha tomado distancia de sectores sociales como el Movimiento de los Sin Tierra (MST). El diario Estado de Sao Paulo señaló el domingo 2 que el Presidente no asistiría al Foro Social Mundial de Porto Alegre, punto de encuentro de ONG y movimientos de izquierda. Al día siguiente la Presidencia aclaró que el Mandatario haría una intervención sobre lucha contra el hambre y luego partiría en el Foro Económico de Davos, en Suiza. O sea que Lula hace débiles amagos hacia la izquierda pero se sienta en el banquete de los conservadores.
La semana pasada la Folha de Sao Paulo difundió fotos del hijo menor del Presidente y un grupo de amigos usando un avión de la Fuerza Aérea Brasileña y una lancha oficial, en Brasilia. El periodista Elio Gaspari, quien publica en la Folha de Sao Paulo manifestó en uno de sus artículos que «a Lula le gusta el lujo». Recientemente el Presidente fue a cenar a la Osteria dell’Angolo donde ordenó una botella de vino Romanée Conti que costó 576 dólares. Se mencionan otras debilidades de Lula como la redecoración del Palacio de Alvorada, un reloj Omega australiano, los cigarros holandeses, el uso de batas de lino egipcio como ejemplos del deslumbramiento del mandatario con la suntuosidad fastuosa. «El Gobierno no tiene una vocación transformadora», ha declarado Cristovam Buarque, senador e intelectual del Partido de los Trabajadores. «Al pueblo brasileño se le prometió cambiar el rumbo de la sociedad, y eso no se está queriendo hacer. El PT cree que la entrada a la modernidad es la fábrica, pero es la salud, el alcantarillado, la educación. Falta voluntad política para la inversión social», señaló. De otra parte hay escisiones. Un grupo se ha separado del PT debido a discrepancias ideológicas y se constituyó en diciembre en el Partido Solidaridad.
Las medidas dictadas por Lula favorecen a la cúpula financiera y no al pueblo trabajador, parece ser un criterio cada vez más extendido. Combatir la inflación y pagar deudas son medidas que puede emprender cualquier régimen que gobierne para la burguesía bancaria e industrial. Una defraudación más va a dejar un grave impacto en la conciencia de los brasileños que depositaron un enorme caudal de expectativas en el actual presidente. El triunfo de Lula en Brasil abrió un sendero de esperanza. Algunos compararon aquella victoria con la de Salvador Allende, en Chile, en 1970. Lula se ha corrido hacia el centro, mostrando una moderación que pudiera apaciguar la ansiedad bursátil y la fuga de capitales. Falta por ver hasta dónde va a llegar en el camino de los compromisos y las concesiones. Lula parece haberse convertido en un renegado más.