El presidente Lula inauguró su segundo mandato el día 1º de enero con un discurso donde se retoma un debate que tiene las características de una verdadera polémica desde su asunción, al comenzar 2003. Se trata de una pugna, prácticamente cotidiana, entre quienes proponen una nueva orientación de la política económica del gobierno y quienes […]
El presidente Lula inauguró su segundo mandato el día 1º de enero con un discurso donde se retoma un debate que tiene las características de una verdadera polémica desde su asunción, al comenzar 2003. Se trata de una pugna, prácticamente cotidiana, entre quienes proponen una nueva orientación de la política económica del gobierno y quienes sostienen que es inviable cualquier cambio sustantivo en los ejes fundamentales de la política del primer mandato.
Con respecto a las expectativas que despierta el nuevo cuatrienio al frente de la República, el presidente reelecto afirmó que «será un gobierno popular, con compromiso popular, no populista. Mantengo y mantendré el compromiso de atender a los más necesitados». Al lector más desatento, tal detalle podría parecer solamente eso: apenas un detalle… No obstante, todo indica que el mensaje fue explícito en su intención. Tanto más, cuanto que el texto fue revisado por alguno de sus colaboradores directos. Intentemos entender mejor las razones.
Contrariando un poco su postura en el pasado, Lula ha buscado, en sucesivas ocasiones a lo largo de estos últimos cuatro años, compararse a los gobernantes considerados genéricamente como «populistas» – como es el caso de Getúlio Vargas, Juscelino Kubistchek, Joao Goulart. En sus discursos, se ha empeñado en mostrar que lo que ñestos hicieron fue favorecer la situación de los pobres y del pueblo contra el deseo de las elites. No por casualidad, Getúlio es recordado, hasta hoy, como el «padre de los pobres». Aun en el plano de lo simbólico, no fue por mera coincidencia que el primer presidente del BNDES (Banco Nacional de Desarrollo) nombrado por Lula, Carlos Lessa, anunció que colocaba la imagen de Getúlio en su oficina. En explícita contraposición a al supuesto fin de la era getulista que había anunciado Fernando Henrique Cardoso. «Cuelga el retrato del viejo otra vez, cuélgalo en el mismo lugar», al estilo de la famosa canción de la década del cincuenta.
Por otro lado, Lula ha sufrido muchas críticas por el exceso de conservadurismo en su política económica. En varios momentos, actuando a la defensiva, el presidente terminó saliendo, contradictoriamente, con perlas que caben muy bien en la boca de conservadores como Henrique Meirelles o Delfim Netto, pero jamás en las de un líder sindical con un pasado del renombre y prestigio de él. Con declaraciones al estilo de «mi gobierno no va a caer en las artimañas populistas, demagógicas y aventureras». Lula terminó por hacer coro a los sectores más ortodoxos del capital financiero, que temen cualquier alternativa de cambio en los fundamentos de una política económica que puede ser aplicada con tanto ahínco aquí como en las tierras de Pindorama.
Resumiendo: todo aquello que escapa a las recomendaciones del FMI, ya incorporadas en la cabeza y en la sangre por los principales responsables de la política económica en Brasilia, es inmediatamente descalificado como populista e irresponsable. Como Lula ha dicho que su segundo mandato no va a ser «populista», el mensaje es muy claro. La cuestión que se plantea es indagar el porqué y el cómo Lula no pretende ser populista, sino sólo popular.
De esta manera, en caso de que el discurso sea realmente válido, podemos comenzar a construir un conjunto de hipótesis sobre los próximos cuatro años:
a) Lula no se aventurará al «oportunismo populista» de conceder reajustes significativos al salario mínimo, como fue su propuesta «irresponsable» en 2002 de doblar el poder de compra de los asalariados en cuatro años. Debe limitarse a la propuesta «popular» de desvincular el nivel del INSS del valor del salario mínimo, para evitar la quiebra de la previsión social.
b) Lula no debe caer en la tentación «populista» de echar un freno decisivo a la política del Banco Central de elevados intereses. Debe reducirse al mantenimiento de la conducta «popular» de conferir al Brasil la medalla de campeón mundial de la tasa de interés y realizar la mayor transferencia de renta de la historia brasileña para el sector financiero, en detrimento del conjunto de la población.
c) Lula no se dejará contagiar por la propuesta «populista» de establecer mecanismos de control sobre la cuenta de capital del Brasil, país que amplía los beneficios a las colocaciones financieras externas de corto plazo, sin ningún tipo de gravamen al capital meramente especulativo. Seguirá con la propuesta «popular» de conferir independencia de hecho al Banco Central en la conducción de la política monetaria y financiera, que permitió que en el 2006 se batiera el récord en remesas de ganancias e intereses para el exterior.
d) Lula no se dejará seducir por las propuestas «populistas» de promover el crecimiento de la economía al 5 por ciento o más durante 2007 y los años siguientes. Seguirá firme en la defensa de la «propuesta popular» de esperar al año 2017, cuando determinados estudios econométricos garantizan que Brasil estará, finalmente, maduro para alcanzar tal índice de crecimiento del PBI.
e) Lula no se permitirá engañar con respecto a las propuestas «populistas y demagógicas» de reducción de la meta de superávit primario (para el pago de los intereses de la deuda pública) con el objetivo de asegurar inversiones públicas en sectores esenciales como salud, educación, infraestructura, etc. Seguirá con su propuesta «popular» de mantener las metas previstas y propiciar los mayores lucros de toda la historia al capital financiero, tal como se comprobó entre 2003 y 2006.
f) Lula no se dejará llevar por los cantos de sirena de los «populistas» que advierten sobre la necesidad de recuperar el valor republicano del control público sobre las áreas y sectores estratégicos de la economía y de la sociedad, totalmente dejados a merced de la llamada «ley del mercado» en perjuicio de la mayoría de la población. Mantendrá su conducta «popular» y madura, de gobernante preocupado con la gobernabilidad y la estabilidad, como hizo con la reciente sanción de la Ley de Quiebras, con la que el lobby de los intereses y las instituciones financieras consiguió que las mismas pasaran a tener prioridad frente a las deudas tributarias y de los trabajadores en la masa de acreedores.
(¿El lector quedó asustado? ¡Pero, desgraciadamente, fue así!!)
g) Lula no se dejará persuadir por los «populistas» que le dicen que es posible y necesario promover el crecimiento económico simultáneamente al desarrollo social con reducción de las desigualdades. Esos «irresponsables» intentan mostrar al presidente que la tan difundida «mejoría en la distribución de la renta» no pasa de apenas una de las diversas lecturas posibles, entre varias alternativas de cuño metodológico. Aunque Lula seguirá con la propuesta «popular» de transferir el valor equivalente a 20 veces del total del programa Bolsa de Familia (destinado a más de 30 millones de personas) para beneficiar un universo inferior a las 500 mil personas.
Como se ve la execración gratuita del adjetivo «populista» en nada contribuirá al avance de las transformaciones para las cuales Lula fue reelecto, en el caso que las bases de orientación de su política económica continúen siendo tan inclinadas a lo «popular» como lo fueron a lo largo de su primer mandato.
En los medios especializados en economía, en artículos de las revistas internacionales, se refieren a esa resignación con una sigla: TINA, expresión en inglés «there is no alternative». O sea, como no existen alternativas, todos deberíamos resignarnos a las propuestas del neoliberalismo. A las fuerzas progresistas les corresponde mostrar que sí existen alternativas al modelo. Existen numerosas propuestas diferentes de las defendidas por los intereses del capital financiero. La peor manera de evitar el debate de las ideas es encuadrarlas en ese conjunto tan amplio, difuso e indefinido, peyorativamente identificado como «populismo» .
Paulo Kliass es doctor en Economía, miembro de la carrera federal de «Especialista en Políticas Públicas y Gestión Gubernamental». Actualmente cumple un programa de pos doctorado en la Universidad de París 13, Francia.
Traducción para www.sinpermiso.info: Carlos Abel Suárez