Cuando los ecos de la voz del vicepresidente Nicolás Maduro apenas se apagaban, diciendo haber recibido la información «más dura y trágica que podamos transmitir a nuestro pueblo», mientras miles de personas y una treintena de jefes de Estado y de gobierno rendían un último homenaje a Hugo Chávez, en Caracas, su colega, el expresidente […]
Cuando los ecos de la voz del vicepresidente Nicolás Maduro apenas se apagaban, diciendo haber recibido la información «más dura y trágica que podamos transmitir a nuestro pueblo», mientras miles de personas y una treintena de jefes de Estado y de gobierno rendían un último homenaje a Hugo Chávez, en Caracas, su colega, el expresidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, en un artículo publicado en el New York Times el 6 de marzo, advertía: «tenemos, primero, que entender el papel de Chávez, tanto en el contexto político interno, como internacional. Solo entonces podremos definir las tareas pendientes, solo así podremos consolidar los avances hacia la unidad internacional logrados en la década pasada» en la región.
El escenario
La dimensión del acontecimiento quedó reflejado en la ceremonia oficial celebrada el viernes, 8 de marzo. El desfile de gobernantes latinoamericanos y del Caribe (prácticamente todos), las delegaciones extra regionales, la presencia del príncipe Felipe, así como la inexpresiva delegación de los Estados Unidos, encabezada por su encargado de negocios en Caracas, mostraba una cara de ese escenario político al que se refería Lula.
Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Cuba, Ecuador, México, Perú, Uruguay, República Dominicana y Nicaragua se sumaron al luto que vive Venezuela. La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff decretó tres días de duelo nacional, igual que el Gobierno de Uruguay, que en una resolución destacó que la muerte de Chávez enluta a toda la comunidad internacional.
Esa gran excitación parecía solo el reflejo de lo mucho que está en juego en este escenario de crisis mundial, en el cual el proceso encabezado por Chávez, en Venezuela, no es una pieza menor, como quedó en evidencia también en la reacción de los medios de comunicación.
Una avalancha de información copó, durante varios días, los espacios de prensa, no solo en América Latina. Fue quizás en España donde los principales medios escritos y la televisión arremetieron de forma más unánime contra el gobierno venezolano, de la que la última afirmación del muy conservador diario ABC, sugiriendo que Chávez habría muerto en La Habana, era solo una pieza más de una campaña bien orquestada durante los tres meses finales de vida del presidente venezolano.
Apuesta conservadora española que repite la otra, hecha hace ya algo más de diez años, en abril del 2002, por el gobierno de José María Aznar, cuando apoyó al golpe militar contra Chávez (como puede verse en documentos de la época).
Vicenç Navarro, profesor en universidades españoles y estadounidenses, apuntaba a los que critican la calidad de la democracia en Venezuela, refiriéndose a la española: «Uno de los indicadores de la escasa calidad de la democracia española es la limitadísima diversidad ideológica» en sus medios de mayor difusión.
El codirector del Center for Economic and Policy Research, en Washington, Mark Weisbrot, recordaba -a respecto del tratamiento de algunos medios a Chávez- una frase del filósofo inglés, Bertrand Russel, a respecto de Thomas Paine, uno de los «padres fundadores» de los Estados Unidos: -No era perfecto, pero fue por sus virtudes que lo odiaron y calumniaron con éxito.
Otro mundo (el escenario regional)
La Venezuela de Chávez «fue un referente principal en el viraje político ocurrido en la última década en América Latina, con el surgimiento de gobiernos que, con distintos matices y actitudes -la Argentina de los Kirchner-Fernández, el Brasil de Lula-Rousseff, la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador de Rafael Correa, la Venezuela de Hugo Chávez-, han resuelto hacer realidad el principio de soberanía y han emprendido un realineamiento regional sin precedentes que busca la integración latinoamericana con superación de la miseria y las desigualdades sociales compartidas, y que han constituido un contrapeso necesario a la proyección hegemónica Estados Unidos en la región», señaló el diario mexicano La Jornada en editorial.
Ese afán de unidad regional que destacó Lula fue la impronta de la gestión de Chávez. En ese camino hacia la unidad -afirmó- «hemos llegado a un punto de no retorno»
Lula recordó el papel de Chávez en la creación de Unasur, en 2008, y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), así como del Banco del Sur, institución financiera independiente del Banco Mundial y del Banco interamericano de Desarrollo (BID). Del mismo modo, en la Celac, no participan Estados Unidos ni Canadá.
Ese cambio fue destacado también por Vicenç Navarro, quien recordó que durante años América Latina ha estado gobernada por gobiernos neoliberales «que expandieron la pobreza de sus poblaciones de una manera muy notable». Ello provocó una oleada de protestas «que conllevó el establecimiento, por medios democráticos, de gobiernos reformistas de izquierda, no sólo en Venezuela, sino también en Ecuador, Bolivia, Argentina y Uruguay, entre otros (que aparecen como las bestias negras), y que elección tras elección continúan siendo reelegidos».
Casi todo lo auspiciado por Bush «fue rechazado por Chávez», como ocurrió con el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), descartada durante la Cumbre de las Américas de Mar del Plata (Argentina) en 2005, sustituida después por la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA).
Lula no mencionó Petrocaribe, ni la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), quizás la iniciativa con el más claro sello de Chávez, que ha dado asistencia a países como Cuba, Bolivia y Nicaragua, entre otros, e integrada, además, por Ecuador, Antigua y Barbuda, Dominica, Santa. Lucia, San Vicente y Suriname.
Pero la influencia de Chávez no se hizo sentir solo en el contexto multilateral, sino que también fue reconocida en las relaciones bilaterales. Por algo el presidente colombiano, José Manuel Santos estuvo presente en Caracas, precisamente cuando se desarrollan negociaciones de paz con las FARC en La Habana. El representante a la Cámara, Iván Cepeda Castro, destacó, «entre sus grandes contribuciones, la incansable búsqueda de paz en Colombia».
La otra cara de ese escenario regional es la de los críticos que han visto, en su muerte, una nueva oportunidad para avanzar sus intereses.
La congresista cubano-americana Ileana Ros-Lehtinen (R-FL), Presidente del subcomité del Medio Oriente y África del Norte, afirmó que «la muerte de Chávez trae la oportunidad a Venezuela para resurgir de este régimen opresivo y restaurar la democracia al pueblo venezolano». Y agregó: «Ahora está en manos del pueblo venezolano redefinir y reconstruir su país cómo un estado pacífico, democrático, y próspero; libre de la opresión de Chávez», como si durante estos 14 años no se hubiesen celebrado elecciones periódicas en Venezuela, en las que Chávez fue siempre reelegido.
A su voz se sumaron otras. El diario catalán La Vanguardia destacó la
representante demócrata por Nueva York, José Serrano, quien colgó el siguiente mensaje en su cuenta de Twitter: «Hugo Chávez era un líder que entendía las necesidades de los pobres. Su cometido era dar poder a los sin poder. D.E.P. señor presidente».
Otros republicanos, como el presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara Baja, el congresista por California Ed Royce, emitió un comunicado en el que acusaba a Hugo Chávez de ser un «tirano que forzaba al pueblo de Venezuela a vivir en el miedo. Su muerte merma la alianza de líderes izquierdistas anti EEUU en Sudamérica. ¡Qué alivio!», manifestó.
Lo cierto es que, en medio de la crisis económica y de la otra, aun más profunda, de un modelo neoliberal privatizador cuyas consecuencias se hacen cada vez más evidentes, la oposición venezolana tendrá que buscar su propio camino, en una Venezuela donde el actual gobierno tiene mayoría legislativa y controla 20 de las 23 gobernaciones.
En América Latina, esa ofensiva conservadora se expresa en la línea de acusar a Cuba y Venezuela de interferencia en los asuntos internos de los países, como lo hizo el exsenador Filemón Escobar, en Bolivia. Fundador del Movimiento al Socialismo (MAS), Escobar representa hoy otro punto de vista y afirma que la influencia venezolana y cubana «está distorsionando la plataforma que obtuvo la primera elección de Morales en 2006». «Esto ya no es un proyecto boliviano. Es la política de la división, de enfrentar a un boliviano contra otro boliviano. Esto es lo que hemos aprendido de los modelos ‘socialistas’ cubanos y venezolanos», declaró Escobar, quien fue expulsado de MAS.
«Parecen exageradas las noticias de que una ausencia de Chávez tendría reflejos en toda Suramérica, donde casi todos los Gobiernos son de centroizquierda» y «fueron elegidos por razones estrictamente nacionales, no por la influencia del líder venezolano», opinó al respecto la analista brasileña Tereza Cruvinel, en un artículo publicado en la prensa de su país.
Elecciones
La muerte de Chávez antes de asumir su nuevo mandato obliga a elecciones dentro de 30 días, según la constitución venezolana, lo que todos consideran como el primer desafío para probar la solidez del proceso de cambios promovido por el mandatario fallecido.
La ausencia definitiva del mandatario venezolano -dijo un editorial del diario mexicano La Jornada- «plantea una disyuntiva entre la continuidad o no del proyecto de transformación política, económica y social iniciado hace casi 14 años, que marcó un parteaguas en la historia de ese país y de la región».
Maduro, de 50 años, será el candidato oficialista para estas elecciones presidenciales, probablemente contra el líder opositor Henrique Capriles, de 40 años, derrotado por Chávez en las elecciones del 7 de octubre pasado y actual gobernador del estado de Miranda.
El candidato oficialista quedó definido por el mismo Chávez quien, antes de partir para su último viaje a La Habana, en diciembre, dejó claramente designado a Maduro como el representante del actual partido gobernante.
Pese a esto, algunos medios promueven una permanente discusión sobre las relaciones entre Maduro y el presidente de la Asamblea Legislativa, Diosdado Cabello, que les parece la puerta de entrada más fácil para tratar de quebrar la unidad del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), hasta ahora sin éxito.
Por su parte, los opositores de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) apuran su estrategia electoral. Hay consenso de que Capriles es el único candidato posible, pero aún quedan detalles por negociar, escribía, desde Caracas, Daniel Lozano, para el diario La Nación, de Buenos Aires,
Pero la Mesa enfrenta también sus problemas. La lectura, la semana pasada, de un comunicado de la organización «mostró la intención de soldar, aunque sea momentáneamente, la fractura abierta entre Capriles y su partido, Primero Justicia, y varias de las organizaciones de la ‘vieja’ Venezuela», como los socialdemócratas y socialcristianos de AD y Copei».
La MUD espera el mejor momento para presentar a su candidato para las elecciones, que deben realizarse en abril. «Los partidos quieren más presencia en la campaña y también que Capriles asuma un compromiso de no reelección». También estarían negociando presentarse en una boleta única, y no como en las pasadas elecciones, cuando los electores tenían un solo candidato representado en varias tarjetas electorales.
En el escenario militar
En enero se empezó a hacer público el debate sobre el escenario militar en la política venezolana. Ya la situación de Chávez se había complicado y los resultados de su cuarta operación eran inciertos, de pronóstico difícil.
El 6 de enero, en un artículo titulado «El partido militar: garante de la unidad revolucionaria bolivariana», Humberto Trómpiz, un académico venezolano, planteó el tema, sobre el que volvió en artículos posteriores. En uno de esos artículos, publicado a fines de febrero, recordó que, en el discurso de Angostura, Bolívar «dejó claramente establecido que sería el partido militar patriota el que estaba llamado a conducir el destino político de la naciente república».
También en la oposición se levantaron voces en el mismo sentido, expresadas en un editorial de la página «Analítica» el mismo 6 de enero, titulado «La suerte está echada: el fin de la República».
Escrito después de la abrumadora victoria del gobierno en las elecciones municipales, donde conquistaron 20, de 23 gobernaciones, «Analítica» planteó que era «fundamental organizar una nueva estructura política en la que las diversas fuerzas existentes se unan bajo una sola dirección colegiada y designen al líder que ha de conducirlas en larga y cruenta lucha por restablecer un orden democrático en Venezuela». Días después, en otro artículo, se preguntaba: «¿Qué más va a esperar la MUD?», la Mesa de Unidad Democrática en que se organizó la oposición para enfrentar las elecciones. Ahí decía: «Hay que preparar desde ya un plan A, B y hasta C que deba prever, entre otras, un esquema organizativo adaptado a las circunstancias cambiables»
Las elecciones municipales -decían- «son claramente importantes en un régimen democrático , pero ¿acaso estamos viviendo en un estado de normalidad democrática?»
Los militares en el escenario
La oposición amenazaba con ir a un «paro cívico» el 10 de enero (día en que Chávez debería asumir su nuevo mandato). Finalmente, no lo pudo realizar, pero ya los planes «B» y «C» estaban en marcha.
Fue en ese contexto que la agencia de noticias AP fue a buscar al general retirado Raúl Baduel, exministro de Defensa del gobierno de Chávez, de quien fue uno de los más cercanos aliados desde los inicios políticos del presidente ahora fallecido, condenado en un juicio en el que fue acusado de corrupción. Carismático, de larga trayectoria dentro del ejército, donde recorrió todos los escalafones, el general Baduel tendrá, sin duda, alguna influencia entre sus pares.
Desde la cárcel de Ramo Verde, Baduel dio a conocer su punto de vista sobre la situación política del país. La entrevista fue publicada por el diario «El Universal» el 21 de enero, bajo el título «Baduel: Venezuela tiene un futuro incierto ante la salud de Chávez».
«Se acentúa cada vez más en nuestro país la deplorable situación de degradación de la institucionalidad democrática», dijo en la entrevista. Y agregó que, a pesar de los «dislates» del Alto Mando, confía en que «no representan a la mayoría» de la Fuerza Armada, que está integrada por 134 mil uniformados.
La presencia militar volvió a aparecer en el escenario el mismo día de la muerte de Chávez, cuando el gobierno venezolano expulsó a un agregado militar de la embajada norteamericana en Caracas, el coronel David Delmonico. El Pentágono confirmó discretamente que el coronel ya estaba de regreso, pero no hizo comentarios. Un segundo militar, David Kostal, fue también expulsado, ambos bajo la acusación de haber contactado de forma irregular a militares venezolanos.
Maduro afirmó que el agregado aéreo militar estadounidense se había dado a la tarea «de buscar militares activos para, primero, investigar la situación de la Fuerza Armada y, en segundo lugar, para proponerles proyectos desestabilizadores, para conectarlos con los proyectos desestabilizadores». La Casa Blanca lo desmintió.
Ese mismo 5 de marzo el ministro de Defensa venezolano, almirante Diego Molero, expresó, en una cadena de radio y televisión, que «la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, garante de la Constitución, leyes y reglamentos, se hace eco a ese llamado de unidad, empezando por nosotros mismos».
Quedaba claro que también en este terreno se disputan posiciones.
Escenario económico
El otro escenario del conflicto es el económico. Una afirmación que explica la naturaleza del conflicto es la siguiente: -La promulgación de una ley de hidrocarburos en el 2001 obligó a todas las transnacionales interesadas en explotar crudo a participar en calidad de socias minoritarias de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA).
CNN aseguró que «Chávez hizo de las nacionalizaciones una marca registrada de su gestión. Desde que asumió el poder en 1999, ordenó la adquisición forzosa de grandes empresas petroleras, eléctricas, siderúrgicas, bancos y telefónicas, así como de pequeñas industrias productoras de envases, sanitarios y tuberías».
Pero no pueden ocultar la otra cara de la moneda. «Con un Producto Interno Bruto (PIB) que creció 5,6% en 2012, de acuerdo con datos del Banco Central de Venezuela, el país mantuvo la senda de expansión por 22 trimestres consecutivos, sólo interrumpido en 2009 y 2010 por la crisis mundial».
Los críticos hacen énfasis en que el hilo conductor de la política para abatir la inflación, diseñada por el gobierno venezolano «ha sido una única: fijar el tipo de cambio para abaratar las importaciones a costa de la destrucción del aparato productivo interno». En el 2003, tras un paro petrolero de dos meses que intentaba derrocarlo y golpeó las finanzas del país, Chávez impuso un control de divisas que, dijo, había llegado «para quedarse».
La deuda neta del gobierno aumentaría a 19% y 22% del PIB en 2012 y 2013, respectivamente, usando el tipo de cambio oficial. La calificadora de valores Fitch estimó, luego de las pasada elecciones de octubre, que el gobierno enfrentaba el desafío de ajustar su política cambiaria y enfrentar un amenazante déficit fiscal, de aproximadamente 3,8% del PIB en 2012 y 2013 y ligeramente inferior al 4% en 2011.
Efectivamente, el 8 de febrero pasado el gobierno devaluó un 32% el bolívar, que pasó a valer, de los 4,3 vigentes desde 2011, a 6,3 por dólar.
Argumentos sobre el desempeño de la economía venezolana se pueden encontrar en páginas de internet, con la opinión de los ya mencionados Vicenç Navarro y Mark Weisbrot, y de Moisés Naím, «uno de los arquitectos de las políticas de austeridad en el gobierno de Carlos Andrés Pérez durante el periodo 1989-1990, cuando, siendo ministro de Industria en 1989, ocurrió el ‘Caracazo'».
Moisés Naím «ha estado promoviendo el punto de vista, también transmitido por el gobierno federal de Estados Unidos, de que el gobierno Chávez ha llevado a Venezuela al desastre, creando un déficit público que, según él, representa el 20% del PIB; estableciendo un sector público hipertrofiado que ha ahogado a la economía venezolana; ha generado una deuda pública que es diez veces superior a la que existía en 2003; ha creado un sistema bancario que está colapsándose; y una industria petrolífera nacionalizada (que es la mayor fuente de ingresos al Estado) que está en claro declive, y un largo listado de «calamidades», afirmó Navarro.
Veamos los datos, señaló Navarro. El déficit público de Venezuela representa, según el Fondo Monetario Internacional, «no el 20% del PIB, sino el 7,4%. En cuanto a la supuesta hipertrofia de la deuda pública en Venezuela, ésta representa el 51,3% del PIB, un porcentaje que es menor que el promedio de deuda pública de la Unión Europea (82,5% del PIB), y menor del objetivo al cual aspira la UE (el 60% del PIB). En cuanto al colapso de la industria petrolera, la cota de producción de petróleo es la que los países productores de petróleo, la OPEC, han acordado. Y su disminución en las exportaciones de petróleo a EEUU responde a una decisión política del gobierno Chávez que intenta diversificar sus exportaciones y no centrarlas en un número reducido de países. Tal reducción en las exportaciones a EUU no tiene nada que ver con ningún colapso».
Semejante manipulación y falsedad -agregó- «aparece también cuando Moisés Naím habla de la hipertrofia del sector público. En realidad, y tal como muestra Mark Weisbrot (del cual extraigo esta información), el porcentaje de empleo público en Venezuela es aproximadamente un 18,4% de la población empleada, inferior al existente en Francia, Finlandia, Dinamarca, Suecia y Noruega».
Weisbrot se refiere a la elevada inflación venezolana, pero recuerda que el gobierno Chávez ha podido reducirla del 28,2% al 18%, sin reducir el gasto público social. Por el contrario, durante los últimos diez años, el gobierno ha aumentado tal gasto un 60%».
La pobreza ha pasado a ser de un 71% de la población en 1996 a un 21% en 2010, siendo especialmente acentuada la reducción en la pobreza extrema, que pasó de ser un 40% en 1996 a un 7,3% en 2010.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.