El presidente brasileño pivotea entre Norte y Sur con una modalidad diplomática contradictoria. Mientras recoge éxitos en Europa, sus socios regionales pierden poco a poco la paciencia.
El presidente de Brasil Luiz Inácio Lula Da Silva ofreció en la última semana una muestra concentrada de su política exterior dual, y por momentos contradictoria, que consiste, por un lado, en acercarse cada vez más al Primer Mundo y, por el otro, no dejar de atender a sus vecinos regionales.
Fue así que, después de una gira por cuatro países nórdicos, visitó a su par español, el socialista José Luís Rodríguez Zapatero, y luego recibió en la ciudad de Manaos -capital del estado de Amazonas- a los mandatarios de Venezuela y Ecuador, Hugo Chávez y Rafael Correa, joven promesa de la política latinoamericana.
Es decir, Lula empezó en el Viejo Continente como líder de una potencia emergente y terminó como un experimentado anfitrión sudamericano; par de trajes que viste muy bien.
Los interrogantes aparecen cuando en esta modalidad se advierte un desequilibrio a favor de los primeros -países europeos- y en desmedro hacia los últimos -sudamericanos. Y si bien surgen respuestas entendibles desde las urgencias de la realidad brasileña, hasta cuándo el ex obrero metalúrgico podrá mantener un pie en cada orilla.
La dualidad queda más acentuada si se tiene en cuenta que Da Silva recorrió el norte para ofrecer, a gobiernos que se comprometieron a reducir las emisiones de dióxido de carbono en el mediano plazo, acuerdos bilaterales para comerciar agrocombustibles, un producto que divide las aguas en América Latina entre quienes apoyan su desarrollo, empresarios agrícolas y algunos gobernantes, y aquellos que se oponen, movimientos sociales y sectores políticos de izquierda.
Da Silva comenzó con la «diplomacia del etanol» después de acordar con Estados Unidos un plan estratégico para convertir a los carburantes de origen vegetal en el commoditie estrella del futuro. Esta diplomacia consiste en convencer a los países con economías primarias de fomentar la producción de agrocombustibles y a los industrializados de comprar ese stock.
Pero ese proceder, que para muchos sería propio de un gran estadista, en el Cono Sur podría encender – si es que todavía no encendió- algunas alarmas y provocar sensación de fastidio: a esta altura, es poco disimulable que Lula avanza a pasos agigantados en las relaciones de su país con las potencias y escamotea gestos para con sus vecinos.
Esta vez, la diferencia estuvo entre los auspiciosos tratos económicos -algunos de puño y letra y otros de palabra- que Da Silva cosechó cerca del meridiano de Greenwich y la falta de declaraciones concretas que signó el encuentro con el támden Chávez-Correa.
Esta manera de manejar los asuntos externos de la región que lleva adelante Da Silva fue denominada por el sociólogo argentino Atilio Borón como la diplomacia del «sí, pero no». La misma consistiría en aceptar desde la retórica pero burocratizar y empantanar todo en la práctica.
«Sin dudas el campeón de la estrategia del ‘sí, pero no’, compartida por los países del Mercosur (Mercado Común del Sur), ha sido el gobierno de Lula: sí al Banco del Sur pero no a su implementación; sí al Gasoducto del Sur pero no a su construcción; si a Petrosur pero no todavía; sí al ingreso de Venezuela en el Mercosur pero ahí tenemos un problemita en el Senado», desarrolla Borón, docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y ex secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
Si bien Lula necesita de ese doble juego porque es alén del Atlántico donde encontrará inversores para financiar el crecimiento brasileño y compradores de agrocombustible etanol, y es en este polo del mundo donde tiene sus socios energéticos y políticos, no podrá mantener por mucho tiempo más sus indefiniciones para con los proyectos de integración que, por ejemplo, le propone Chávez, ya sea el Gasoducto o el Banco.
«Venezuela tiene dignidad y no va a seguir rogando para que le permitan ser parte del bloque regional», sentenció el bolivariano en Brasil y advirtió que el Banco comenzará a funcionar con los países que estén porque «se han hecho todas las reuniones que se tenían que hacer».
«Los presidentes de Argentina, Néstor Kirchner, (Ecuador, Rafael) Correa, (Bolivia), Evo (Morales), y yo estamos listos para arrancar, no podemos esperar más, incluso tenemos una fecha para noviembre y está decidido que la sede del banco será Caracas», enfatizó Chávez sin disimular que no está dispuesto a esperar por mucho tiempo más al mandamás de la nación amazónica.