La ausencia del presidente Lula en Nairobi y su viaje al encuentro de la gran finanza mundial es significativa. Puede revelar las posibilidades y los límites del PAC, un plan que habla del «crecimiento», pero no del «desarrollo». Al escribir este artículo, el presidente Lula debe estar terminando de preparar sus valijas con el objetivo […]
La ausencia del presidente Lula en Nairobi y su viaje al encuentro de la gran finanza mundial es significativa. Puede revelar las posibilidades y los límites del PAC, un plan que habla del «crecimiento», pero no del «desarrollo».
Al escribir este artículo, el presidente Lula debe estar terminando de preparar sus valijas con el objetivo de embarcar para la ciudad de Davos, en Suiza. Y los lectores de Carta Maior deben estar acompañando, desde hace una semana, la cobertura especial sobre el encuentro realizado en Nairobi, Kenya.
En Davos se realiza anualmente un importante encuentro de la crema de la elite financiera internacional, con la presencia de banqueros, megainversores, dirigentes de grandes corporaciones transnacionales, de los organismos multilaterales, representantes de áreas económicas de los gobiernos y jefes de Estado, entre otros. Allí son realizados debates y presentadas evaluaciones sobre las perspectivas de la economía a escala internacional, con una enorme cantidad de reuniones paralelas, dedicadas a las potencialidades de aplicaciones e inversiones mundo afuera. Se trata del Foro Económico Mundial (FEM), que se reúne en los Alpes suizos desde hace más de tres décadas.
Como la contracara de ese encuentro, los representantes de los movimientos sociales y populares, también a escala internacional, consiguieron construir una alternativa política e institucional. Se trata del Foro Social Mundial (FSM), que se reúne también anualmente, en la misma semana que el FEM, de preferencia en algún país fuera del circuito de los ricos. Es ampliamente reconocida la importante contribución ofrecida por instituciones, intelectuales, políticos y activistas brasileños a la consolidación del FSM como acontecimiento alternativo, en el que se busca mostrar que «otro mundo es posible», en contraposición a las políticas sugeridas por Davos.
Presencia brasileña en el FSM
No por casualidad, simbólicamente, actores emblemáticos como el propio Lula, el PT, la ciudad de Porto Alegre (sede del FSM por varios años), la propuesta del Presupuesto Participativo o el MST, entre otras tantas marcas «genuinamente brasileñas», alcanzaron significativa proyección internacional gracias a esos encuentros. No es difícil imaginarse el grado de expectativa generada en esos medios desde el día primero de enero de 2003, cuando se realizó el cambio de la banda presidencial en el Palacio del Planalto abriéndose una posibilidad concreta de transformar aquellas propuestas en políticas públicas efectivas, en un país considerado estratégico en el escenario internacional.
Hasta el mismo espacio de esta agencia (Carta Maior) en internet fue el fruto de ese amplio movimiento. En la sección «quiénes somos», el lector verificará que se presenta como «una publicación electrónica multimedia que nació con ocasión de la primera edición del FSM, en enero de 2001, en Porto Alegre». La elección de la fecha no fue casual. Los principios editoriales que orientan nuestro trabajo sintonizan, entre otras cosas, con el ideario que anima el movimiento internacional que dio origen al FSM.
No se trata aquí de realizar un balance de las actividades del FSM o de negar las dificultades enfrentadas por los organizadores en lo que se refiere a buscar un consenso respecto de sus rumbos y su futuro. Es fundamental, por lo tanto, reconocer su mérito y su importancia para la definición de los caminos del movimiento social y progresista a escala mundial. Intercambio de experiencias e informaciones, debates de propuestas, en fin, el FSM cumple todavía un sinfín funciones esenciales.
Malabarismo político
Hace cuatro años que Lula intenta mantener el equilibrio, en un difícil ejercicio de malabarismo político, entre ambos mundos. En dos años, asistió a los dos encuentros. En otros, optó por no ir a ninguno de los dos. Nada que extrañar. Finalmente, desde 2003 él ejerce una función nada despreciable en el campo de las tratativas diplomáticas internaciones: jefe de Estado de una nación con peso razonable en el concierto de las demás. Pueden comprenderse las razones por las cuales Lula haya acordado con las sugerencias que le fueron dadas, en el sentido de no manifestar ninguna opción explícita de exclusividad por el FSM, inclusive con el propósito de evitar dificultades innecesarias al propio Brasil en el futuro.
Sin embargo, la solución adoptada en 2007 fue sorprendente. Lula ya debe haber percibido que, en su función presidencial, los detalles, los gestos, los movimientos y las palabras son indicadores fundamentales de propuestas y posturas. Siempre tienen destinatario cierto, objetivo preciso y mensaje claro. Y esta vez su opción fue explícita e inequívoca: ausentarse de Nairobi y marcar presencia en Davos.
No por casualidad, Lula desembarca en el ambiente de la crema de los negocios internacionales trayendo en su bolsa un conjunto de presentaciones y prospectos sobre el tan anunciado Plan de Aceleración del Crecimiento (PAC). Se trata de un conjunto audaz de propuestas y medidas para recuperar la actividad económica en nuestras tierras. Lula parece haberse convencido de los errores cometidos por los responsables de la política económica a lo largo de su primer mandato. En tanto, varios países en condiciones semejantes crecían a tasas dos o tres veces mayores que la nuestra.
Y ahora Lula va a Davos con la tentativa de convencer y atraer a los inversores internacionales para que aporten sus recursos de modo que los niveles de inversión previstos en el Plan sean alcanzados. Como el mismo requiere de la participación del sector privado en los proyectos, el gobierno anuncia una recuperación del ritmo de crecimiento del PIB brasileño cercano a la media mundial (como forma de garantizar la demanda y asegurar la renta de los proyectos que serán ejecutados) y una reducción significativa de impuestos en varios sectores (para reducir costos de las empresas y hacer más atractivos los emprendimientos).
PAC o PAD
El detalle, es que el PAC, como se percibe por la propia sigla, deja de lado un elemento fundamental para el diseño de un conjunto de políticas públicas de cuño progresista.
Tratase del concepto de «desarrollo», que confiere un contenido y dirección estratégica al simple crecimiento económico. Además, ¿por qué la sigla del conjunto de propuestas no fue PAD? ¿Sí, así mismo, exactamente con una «d» al final? Tal vez porque los responsables de la política económica, todavía aplastados ideológicamente por la ola neoliberal, aun tienen miedo de asumir como esencial para cualquier proyecto de País aquello que hasta ahora es considerado una mala palabra por muchos formadores de opinión, en especial en los círculos como los que Lula encontrará en Davos.
No cuesta aquí recordar que apenas el «crecimiento» en sí no resuelve las grandes cuestiones que el Brasil necesita enfrentar. Como se dice en el debate teórico: es condición necesaria, pero no suficiente. Es lógico que el crecimiento es importante: puede proporcionar un aumento del nivel de empleo, tiende a aumentar la capacidad de producción y consumo, permite la consolidación de un clima propicio a mayores niveles de inversión. Pero el crecimiento, tanto como cualquier otra variable de aquello que los clásicos llamaban «economía política», no es neutro! La actividad económica puede crecer sin promover ninguna mejoría de la participación de los salarios en la renta nacional, sin alterar la profunda desigualdad socioeconómica de nuestra población, sin aumentar la oferta pública de bienes y servicios como la salud, la educación, el saneamiento y otros.
Crecer para dónde y para quién
Y aquí justamente entra el papel crucial del concepto de «desarrollo». Se trata del reconocimiento de que no basta el aumento del PBI y que las simples leyes del mercado no resuelven las cuestiones más profundas de nuestra crisis. Es preciso que exista la acción del Estado, la presencia directa o indirecta del sector público para asegurar los elementos de «calidad» a los aspectos puramente cuantitativos del crecimiento. ¿Crecer para dónde y para quién? ¿Cuáles sectores son esenciales? ¿Qué acciones para orientar la parte de los «frutos» del crecimiento para los sectores considerados poco atractivos para el sector privado? ¿Cómo estimular la generación de renta y empleo en áreas consideradas estratégicas para el país? ¿Cómo equilibrar el destino de los recursos del sector rural, por ejemplo, entre la reforma agraria y los sucesivos perdones a la deuda de los agro negocios? ¿Cómo practicar una política cambiaria que estimule las exportaciones? ¿Cómo utilizar los instrumentos actuales para promover una reducción significativa de la tasa de interés?
En pocas palabras, se trata de recuperar el poder de regulación e intervención del Estado, teniendo en perspectiva un proyecto de desarrollo nacional. Sin miedo de correr el riesgo de ser calificado de «dinosaurio». Sí, pues ultra viejas son exactamente las ideas que el personal de Davos siempre defendió a lo largo de las últimas décadas de neoliberalismo y que sólo proporcionaron la ruina de los países del Tercer Mundo y el aumento de la concentración del capital financiero internacional.
Paulo Kliass es un analista político brasileño que escribe regularmente en Carta Mayor.
Traducción para www.sinpermiso.info: Carlos Abel Suárez