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Lula se desmarca del PT

Fuentes: Rebelión

La gran novedad de los últimos días (fin de semana pasado) ha sido el reconocimiento por parte del extesorero del PT, Delúbio Soares, y, atención!, del propio presidente de la República, Luiz Inácio Lula da Silva, de la existencia de un esquema de financiación ilegal de campañas electorales del Partido de los Trabajadores-PT y otros […]

La gran novedad de los últimos días (fin de semana pasado) ha sido el reconocimiento por parte del extesorero del PT, Delúbio Soares, y, atención!, del propio presidente de la República, Luiz Inácio Lula da Silva, de la existencia de un esquema de financiación ilegal de campañas electorales del Partido de los Trabajadores-PT y otros partidos aliados. El primero, Delúbio, se presenta como responsable exclusivo, y el segundo, Lula, como víctima inocente del «sistema político brasileño».

Las dos declaraciones, a la que hay que sumar la del publicista Marcos Valerio de Souza, que habría sido avalista y operador de la tramitación de los préstamos millonarios que permitieron la señalada financiación ilegal, no paran en la autoinculpación de uno y el reconocimiento de los hechos por el segundo. Ambos denuncian que todos los partidos políticos brasileños hacen lo mismo «sistemáticamente». O sea, parecería implícita la afirmación de que, más allá de los «errores» cometidos, según denominación de Lula, el verdadero responsable del caso sería el sistema político brasileño. En cualquier circunstancia, momento o lugar, esa afirmación en boca del máximo representante del susodicho sistema debería ser poco menos que una bomba. Lo sorprendente es que ésta no explotó. De momento.

Pero, hay más. Delúbio, por su parte, afirma no saber nada de ningún pagamiento de «mensualidades» extras a diputados de los partidos aliados a cambio de apoyo al gobierno. Los millones de Reales en danza, por tanto, serían exclusivamente para pagar campañas electorales, y eso «lo hacen todos». Nada de compra de votos y diputados. El extesorero, además, se hizo responsable, individualmente, de todo el montaje.

Quien no dejó fuera del caso al Partido de los Trabajadores fue el presidente Lula, que afirmó no saber nada de las tramas orquestadas por Delúbio y aseguró, además, que su relación con el PT es solamente en calidad de militante desde hace algunos años y que no forma parte de la dirección del partido. Según el presidente de la República, los problemas del PT pueden tener raíces en su «rápido crecimiento» y, consecuencia de eso, en el «debilitamiento de la dirección», puesto que «gran parte de los cuadros», «los mejores cuadros de la política de izquierda», «fueron para el gobierno». «Posiblemente, por eso hayamos cometido errores que en otro momento no cometeríamos», sentenció. A pesar de esto, sin embargo, afirmó su «confianza» en que el partido sabrá superar sus dificultades.

Un día antes de hacerse públicas las declaraciones de Lula, el expresidente del PT José Genoino firmaba en un diario paulistano un artículo titulado «Errores y salidas». En éste, pide «disculpas» a la opinión pública y «principalmente» a la «militancia petista» por los «errores y fallos». Genoino plantea, como hace Lula, que el partido «se debilitó en su capacidad dirigente», consecuencia de haber crecido «mucho». Admite que se apostó en una «campaña excesivamente dimensionada, que no tuvimos capacidad de sustentar». Con todo, afirma su inocencia: «no cometí ilegalidades y en ningún momento actúe para corromper la cosa pública».

Si el escándalo en cuestión fuese, como pretenden los apuntados como responsables, solamente consecuencia de un delito electoral de financiación ilegal de campañas, delito del que, por otro lado, se acusa a todo el mundo y, seguramente, no sin falta de fundamentos, las consecuencias penales y políticas, siendo graves, serían bastante menos graves que en el supuesto de que también estuviésemos ante un caso de compra de diputados. Podría ser que, efectivamente, no exista el tal montaje de las «mensualidades» y que Delúbio sea sincero cuando habla, por más que los indicios que hasta hoy presenta el caso, indican en dirección contraria. Y en ese supuesto, no sería muy difícil concluir que la admisión parcial de culpa del principal protagonista del caso, por el momento, podría ser, en realidad, un intento de desviar el foco de atención de las investigaciones para el caso de delito electoral en exclusiva.

Pero, el ritmo de las investigaciones ha traído, durante la semana, más nuevas y sorpresas: han empezado a aparecer listas de los beneficiados por los generosos emolumentos distribuidos vía cuentas bancarias del publicista Marcos Valério. En las listas, diputados de todos los partidos. Y es sólo el principio.

Hasta aquí, la cosa está que arde y el fuego va consumir algunos currículos, carreras políticas y ambiciones. Pero puede empeorar todavía. De hecho, todo indica que empeorará. Incluso en el supuesto de que no existiese el caso de la compra de diputados. Porque, después de las listas de los beneficiarios de ayudas para campañas electorales, diputados y partidos, deberían aparecer otras listas: las de los lugares de origen de todo ese dinero. Si hubiese dinero procedente de cajas públicas, ministerios o empresas estatales, por ejemplo, el caso adquiriría nueva y más grave dimensión. Si fuese solamente de «donadores» privados, aunque menos grave desde el punto de vista jurídico-legal, las implicaciones políticas pueden ser demoledoras para los partidos y candidatos.

En medio del torbellino, la popularidad de Lula se mantiene alta. De acuerdo con los resultados de una encuesta publicados el domingo 24 de julio, el fundador del PT ganaría hoy tranquilamente la reelección. El resultado no parece ser sólo efecto de las gracias particulares del Presidente. De hecho, por más que la agitación política y mediática es grande, la vida social y económica en el país mantienen el ritmo de crecimiento, por más tímido que pueda ser, que viene marcado por las políticas de este gobierno.

Quien lo tiene peor, al menos a corto y medio plazo, es el propio PT que perdió en pocas semanas a los integrantes principales de la cúpula dirigente. Con todo, la nueva dirección parece empeñada en imprimir una nueva dinámica, consciente de sus «errores» y pérdida de legitimidad. En su última comparecencia pública, hace dos días, el actual presidente del partido, Tarso Genro, se refirió siempre a la tendencia mayoritaria y responsable principal de la crisis, autodenominada como Campo Mayoritario, como la «antigua mayoría». Mientras tanto, un destacado dirigente de esa tendencia, José Eduardo Dutra, que acaba de abandonar la presidencia de la estatal extractora de petróleo Petrobrás, afirma que «el Campo Mayoritario tiene que asumir que es suya la mayor parte de la responsabilidad. Quiero decir, nosotros, del Campo Mayoritario. Creo que éste es hasta un nombre bastante arrogante, que tendría que cambiar». No ayuda mucho para ese cambio la citada declaración de Lula. Y, además, como ya se ha dicho, todo indica que tienen que aparecer todavía novedades y revelaciones. Y pocas de éstas, si alguna, en principio, van a ayudar al partido a salvar la cara.