En este artículo el autor reflexiona sobre el intervencionismo del ejército en la vida política brasileña amparándose en un supuesto papel moderador y sostiene que los acontecimientos del 8 de enero de 2023 son la prueba más evidente de que ese intervencionismo no solo no es moderador sino que es promotor de caos, violencia y odio.
Los atentados terroristas del 8 de enero de 2023 afectaron irremediablemente la confianza del presidente Lula en las Fuerzas Armadas. Y solidificaron en él la convicción sobre el papel central de los jefes militares en la guerra fascista de destrucción de la democracia y la República.
El hito significativo de esta inflexión fue la decisión de intervenir en la seguridad del DF en lugar de convocar a los militares para la operación Garantía de Orden Público [GLO] propuesta a Lula por el ministro de Defensa, José Múcio Monteiro.
La decisión tomó por sorpresa al Alto Mando del Ejército. Incluso sin una solicitud previa del Presidente de la República, el Ejército ya había colocado una impresionante tropa de 2.500 soldados en espera para intervenir en el caos y desorden que ellos mismos habían diseñado. Su disposición a “gobernar” el país a través del GLO contrasta con la lentitud en el desmantelamiento de los campamentos ilegales y antidemocráticos en las zonas de cuarteles.
Lula no dejó dudas sobre la opción de la intervención civil: “Si yo hubiera hecho el GLO […], entonces se hubiera dado el golpe que la gente quería. Lula deja de ser gobierno para que algún general pueda asumir el gobierno. Las Fuerzas Armadas no son el poder moderador que se creen”.
Hay una convergencia sin precedentes en el debate público brasileño sobre la centralidad de la cuestión militar para la supervivencia de la democracia.
¡Los militares se desnudaron! Incluso quienes en los últimos años catalogaron las denuncias y advertencias sobre los militares como paranoia o teoría conspirativa terminaron rindiéndose ante la evidencia de la realidad.
Abundan las pruebas y evidencias sobre la inteligencia estratégica de las Fuerzas Armadas con recursos de guerra híbrida detrás de la elección de Bolsonaro en 2018 y la profusión de caos, violencia, odio y terror instalados en el país.
El 8 de enero de 2023 fue el capítulo más terrorista y violento de esta permanente dinámica desestabilizadora, metódicamente orquestada por los uniformados.
Lula aclaró que sabe exactamente lo que hay que hacer en el tema militar, pero aún no está claro en qué medida y en qué momento.
A su favor, Lula tiene la conmoción provocada por los atentados del 8 de enero de 2023 y la poderosa cohesión institucional formada entre los poderes de la República.
El encuentro con gobernadores, alcaldes de Cámara, Senado, STF y altas autoridades del Estado consolidó el compromiso del poder civil con la defensa de la democracia y la preservación del estado de derecho.
La imagen de líderes políticos y autoridades civiles bajando por la rampa del Planalto simboliza la amplia unidad en la resistencia antifascista y la cohesión institucional que Lula logró sedimentar magistralmente.
La solidaridad internacional, manifestada en tiempo real por líderes de varios países del mundo e incluso en una llamada telefónica del presidente Joe Biden al presidente Lula, dejó aislada y desmoralizada internamente y en el mundo a la extrema derecha fascista.
La democracia sobrevivió una vez más ante el más terrible ataque a la República y a las instituciones democráticas. Sin embargo, los riesgos contra la democracia seguirán siendo numerosos mientras el tema militar no sea abordado de manera efectiva por el poder civil.
Es fundamental que se pongan en práctica medidas urgentes, como la sustitución del Ministro de Defensa y del comandante del Ejército, el traslado de militares conspiradores y antiprofesionales a la reserva y la investigación de los militares involucrados en actos delictivos y antidemocráticos.
Lula es la última trinchera popular-democrática de resistencia y defensa de la democracia frente a la escalada fascista-militar. Si los militares no son contenidos, no dudarán en renovar su arsenal de armas aún más brutales para derribar esta poderosa trinchera que se interpone en su camino y el proyecto de poder que anhelan.
En este momento Lula tiene un enorme capital político y cuenta con la solidaridad institucional y el apoyo popular para procesar a cabalidad los cambios necesarios, no sólo para garantizar la gobernabilidad de su gobierno, sino para asegurar la supervivencia de la democracia y el poder civil.
Las nefastas respuestas de Mucio a la cuestión militar
Con sus posiciones erráticas y desastrosas sobre el tema militar, el ministro José Múcio Monteiro confirma y reconfirma por qué es la persona equivocada, en el lugar equivocado y en el momento equivocado para ocupar el ministerio de Defensa. El gradualismo propugnado por el ministro Múcio en relación con los campamentos criminales en áreas del Ejército resultó ser un rotundo fracaso.
Para captar la dimensión de la incomprensión de la estrategia del ministro Múcio, basta recordar que nada menos que 1.200 delincuentes que participaron en los atentados terroristas del 8 de enero de 2023 fueron detenidos en el Cuartel General del Ejército Brasileño.
El número de delincuentes que deberían haber sido detenidos en el Cuartel General del Ejército sería aún mayor, de no ser por la desobediencia del comandante del Ejército, general Arruda, a la orden de captura emitida por el STF. El general protegió del terrorismo a los miembros en servicio activo, de reserva y familiares que también se estaban amotinando en la patio central.
En esa tensa mañana del 9 de enero de 2023, Múcio perdió la oportunidad única de destituir al comandante sedicioso del Ejército y someterlo a procesos administrativos y penales. En respuesta a los hechos del 8 de enero, Múcio está poniendo en práctica otra medida igualmente equivocada en el abordaje de la cuestión militar: el programa “almuerzo con generales”.
“A partir de ahora, Múcio invitará cada semana a un ministro civil para establecer contactos y abrir canales para el diálogo con la dirección militar”, informó la periodista Eliane Cantanhêde. Este martes, el ministro principal de la Casa Civil, Rui Costa, fue el segundo invitado al “almuerzo con los generales” servido en el ministerio de Defensa. Flávio Dino, de Justiça, fue el recién llegado a este ritual de “besa manos”, encabezado por el ministro Múcio.
Definitivamente parece que el ministro Múcio todavía no comprende que en Brasil está vigente un régimen civil y que el mando supremo de las Fuerzas Armadas lo ejerce el Presidente de la República, a quien los comandantes de las tres Fuerzas deben obediencia, en virtud de la elección soberana del pueblo brasileño el 30 de octubre.
El Presidente Lula vive un momento de mayor autoridad política e institucional y cuenta con la cohesión y solidaridad entre los Poderes de la República para impulsar cambios urgentes en las Fuerzas Armadas.
Es urgente acabar con la tutela militar sobre la democracia y, al mismo tiempo, deshacer definitivamente la delirante pretensión de la dirección partidista de las Fuerzas Armadas, que se pretenden el Poder Moderador. Los militares podrán reaccionar ante cualquier esfuerzo del poder político y de la sociedad civil en este sentido; pero en un contexto como el actual, de convergencia sin precedentes en la sociedad brasileña sobre la necesidad de abordar la cuestión militar con eficacia y urgencia, el espacio para una reacción antidemocrática de los militares se reduce enormemente.
Jeferson Miola es miembro del Instituto de Debates, Estudios y Alternativas de Porto Alegre (Idea), fue coordinador ejecutivo del V Foro Social Mundial y colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
Fuente: https://estrategia.la/2023/01/17/lula-y-la-cuestion-militar/
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