(Los electores de Macron empiezan a tragarse sus votos / Hay que masticar bien, si no repite) El macronismo es la reunificación de las «élites» económicas y políticas contra quienes «solo sirven para montar alborotos». Pero este edificio tiene puntos frágiles, de donde las declaraciones de amor a los católicos, cazadores y defensores del vino. […]
(Los electores de Macron empiezan a tragarse sus votos / Hay que masticar bien, si no repite)
El macronismo es la reunificación de las «élites» económicas y políticas contra quienes «solo sirven para montar alborotos». Pero este edificio tiene puntos frágiles, de donde las declaraciones de amor a los católicos, cazadores y defensores del vino.
En una entrevista concedida a L´Humanité el 15 de mayo de 2017, el politólogo Jérôme Sainte-Marie explicaba que, mientras los presidentes de derechas o de izquierdas llevaban a cabo cada vez más políticas convergentes y que las «élites de las dos partes» se encontraban juntas ideológicamente en el proyecto neoliberal, «las alternancias dividían cada vez más artificialmente el bloque elitario, al que se puede denominar más claramente como burguesía. Esta última se ha dado cuenta de que sus divisiones históricas eran fatales para la realización de su proyecto común de reformas. Se ha reunificado pues bajo la forma del bloque elitario. […]. [Emmanuel Macron] encarna perfectamente esta reunificación ideológica y social de la burguesía francesa para dar a las reformas la mayor fuerza propulsora posible».
«No hay alternativa»
La burguesía francesa ha tenido durante mucho tiempo un ala internacionalizada, implicada en la construcción de la Europa capitalista, y un ala más preocupada por su base territorial y más dependiente del Estado nacional. Existían también divergencias culturales, entre los defensores de la modernidad anglosajona y corrientes más tradicionalistas, ligadas en particular al catolicismo. El PS, en su degeneración, había acabado por encarnar, a su manera, tanto el liberalismo económico (con de vez en cuando una pequeña cantinela «social» para los electores) como el liberalismo cultural y societal. Frente a él, la derecha se fracturaba entre los «tradicionalistas» seguidores de Fillon y «liberales» con Juppé.
Para la burguesía francesa, en un contexto internacional incierto, estas divergencias más o menos de apariencia se han convertido en una pérdida de energía y de tiempo. Se trata a partir de ahora de «ir al fondo» con energía: derechos laborales, SNCF, jubilaciones, función pública, SMI en perspectiva… todo debe pasar por el aro. «TINA» («There is no alternative»), como decía Thatcher. Macron ha sabido federar tras él a hombres y mujeres venidos tanto del PS como a republicanos, todo ello condimentado con un toque de hombres y mujeres presuntamente representantes de la sociedad civil, que son en lo esencial o bien encargados de la patronal (como Pénicaud, ministro de trabajo), o bien aventureros (como Hulot).
Y si se está convencido de que no hay alternativa, entonces los y las opositoras no son en el fondo mas que imbéciles. No es de extrañar en que el propio Macron y los La République En Marche !
multipliquen las expresiones despectivas hacia los y las asalariadas que se niegan a seguirles la corriente cuando se encuentran con ellos: no son mas que «alborotadores», como ha dicho Macron de los obreros de GM&S.
Nuevo plan de campaña
Dicho esto, Macron tiene un problema que Sainte-Marie señalaba ya en su entrevista a L´Humanité: en una situación así, con tal dispositivo político, los movimientos sociales de oposición aparecen crudamente. Los sondeos muestran que ya es apoyado por una amplia parte del electorado de Fillon en la primera vuelta de las presidenciales, pero que una amplia mayoría percibe al presidente como arrogante y alejado de la gente. En una reciente encuesta, cerca del 60% de los y las interrogadas piensan que la política de Macron no permitirá mejorar la situación del país y cuatro de cada cinco juzgan que esta política no tendrá ningún efecto positivo sobre su situación personal.
De ahí el nuevo plan de campaña de Macron y la ofensiva en dirección a los católicos (el discurso ante los obispos), los cazadores (con la visita a Chambord y la bajada a la mitad del precio del permiso de caza nacional) y, en fin, las alabanzas al vino y la viticultura francesa. Que a Macron le guste el vino, es su problema; lo más significativo, es que este individuo, cuya comunicación está milimetrada, se haga ahora su promotor en términos elegidos cuidadosamente: «No fastidiéis a los franceses» para rechazar todo eventual endurecimiento de la reglamentación antialcohólica. Macron es el presidente de los y las enarcas (alto funcionariado) y capitalistas (Bernard Arnault, el hombre más rico de Francia, era uno de los invitados a la cena en la Casa Blanca con Trump), pero al mismo tiempo, quiere presentarse como el «amigo del pueblo», no el de los y las trabajadoras, paradas y jubiladas, por supuesto.
No hay que subestimar ni la habilidad del individuo, ni su resolución y la de a quienes representa. De ahí la necesidad de desenmascarar y hacer fracasar sobre el terreno de la lucha de clases este populismo que sigue la moda versallesca y de vestuario sombrío.
Artículo original en francés: https://npa2009.org/actualite/politique/un-au-pouvoir-macron-finances-chasse-et-pinard
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur