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Dilma ganó las elecciones pero cede al neoliberalismo

Mal dato que en Brasil se nombren ministros pro ajustes

Fuentes: La Arena

Dilma Rousseff ganó con claridad la primera vuelta de las elecciones y luego las definió bien en el ballottage, ante el senador Aécio Neves, del centro-derechista PSDB, Partido de la Socialdemocracia Brasileña. En esa dura campaña, de cara a la segunda vuelta y enfocada en la pulseada con Neves, la presidenta cuestionó duramente la plataforma […]

Dilma Rousseff ganó con claridad la primera vuelta de las elecciones y luego las definió bien en el ballottage, ante el senador Aécio Neves, del centro-derechista PSDB, Partido de la Socialdemocracia Brasileña.

En esa dura campaña, de cara a la segunda vuelta y enfocada en la pulseada con Neves, la presidenta cuestionó duramente la plataforma de los socialdemócratas como contraria a los avances sociales y políticos de los últimos años.

Tanto ella como su mentor Lula da Silvia hablaron en los actos del Partido de los Trabajadores (PT), reivindicando esos avances y reprochando a sus adversarios que quisieran tirar hacia atrás a Brasil. Las políticas del PT, dijeron, habían sacado de la pobreza a más de 40 millones de compatriotas y hecho descender el desempleo al 5 por ciento, que en tiempos de Fernando H. Cardoso era del triple.

Como Neves tenía el favoritismo del establishment empresarial, sobre todo de la concentrada industria de San Pablo, Rousseff puso de relieve que el opositor enfatizaba en bajar el gasto público, lograr superávit fiscal y encapsular la inflación. Para el oficialismo, en cambio, había que reafirmar el rol del Estado, reactivar la economía y redistribuir el ingreso, como asuntos prioritarios; los adversarios aseguraran que eso era populismo y una condena a Brasil a no recibir los plácemes de la inversión extranjera.

Las urnas favorecieron en primera y segunda vuelta a la candidata del PT, si bien en el ballottage su cosecha del 52 por ciento estuvo por debajo de las expectativas y de lo logrado cuatro años antes.

¿Qué haría la presidenta una vez que el 1 de enero próximo asuma por los siguientes cuatro años en el Palacio del Planalto?

Joao Pedro Stédile, dirigente histórico del Movimiento Sin Tierra, en un reportaje de Página/12, aventuró que Rousseff debía dejar de lado el proyecto neodesarrollista que había seguido, de alianza con los empresarios de la Federación de Industriales Empresarios de San Pablo (Fiesp) y del agrobusiness, al mismo tiempo que con los sindicatos y organizaciones sociales. La mandataria debía, según Stédile, conformar una nueva alianza de clases nacionales y populares, sin aquellos grupos monopólicos que le habían dado la espalda. En ese entonces era visible la toma de posición de las cúpulas empresarias y financieras a favor de Neves (de hecho su victoria en el Estado de San Pablo fue abrumadora).

Una salida peor

La disyuntiva planteada por el líder de los Sin Tierra empieza a tener una inclinación aún peor. Es que el 27/11 la presidenta hizo las designaciones de ministerios en el área económica, la más sensible.

Y allí, para sorpresa de casi todos, designó como nuevo titular de Hacienda al banquero Joaquim Levy, apodado «Manos de Tijera» por su propensión a los recortes del gasto público y la obsesión por el superávit fiscal como objetivo fundamental. El funcionario era hasta este momento alto ejecutivo de la banca Bradesco, el segundo banco privado en importancia, pero antes se había desempeñado en funciones importantes en el FMI y el BID, en el Banco Central Europeo, etc., con un doctorado en la tristemente célebre Escuela de Chicago.

Aparentemente Rousseff había intentado que el presidente de Bradesco tomara el timón de Hacienda, para suplantar allí a Guido Mantega, que permaneció en la cartera en los últimos ocho años. Pero el número uno de Bradesco declinó la postulación y ofreció en su lugar a uno de sus directivos de mayor confianza, Levy, de experiencia gubernativa. En su momento fue funcionario del Tesoro de Cardoso, del PSDB, y luego ocupó cargo similar bajo cobertura del entonces ministro de Economía, Antonio Palocci, en el gobierno de Lula. En ese período tuvo encontronazos con su jefa de Gabinete, precisamente una tal Rousseff…

Otros dos nombramientos tampoco cayeron bien en amplios círculos petistas: Nelson Barbosa en Planificación y una dirigente de los complejos agro ganaderos, Katia Abreu, en Agricultura.

En el acto de presentación, Levy dijo que los ajustes fiscales podrían consolidar «los avances sociales, económicos e institucionales practicados en los últimos 20 años». Desde Río de Janeiro el periodista Eric Nepomuceno, atento, observó que el futuro ministro estaba sumando los doce años de Lula y Dilma, más los ocho de Cardoso. Como si las dos décadas hubieran significado una pura continuidad, que debía reivindicarse en bloque.

Que la empresaria Abreu fuera premiada en Agricultura fue como si en Argentina hubieran designado en ese ministerio a Gustavo Grobocopatel, el rey de la soja. Es el dueño de «Los Grobo», uno de cuyos directivos figura como titular de una de las 4040 cuentas bancarias no declaradas en el HSBC en Ginebra, según la AFIP.

Se entiende el desaliento profundo de los millones de campesinos sin tierras ante ese giro del gobierno. Entienden que los sojeros y ganaderos perdieron la elección junto con Neves, pero están ganando la pulseada sobre la política del gobierno a partir de enero. Esa mutación ya comenzó hoy, con Levy y los otros integrantes del equipo económico instalados en el tercer piso del Planalto, el mismo donde tiene sus oficinas la presidenta. Allí preparan la transición con el despedido Mantega, que tenía el récord de permanencia en una cartera de especial inestabilidad.

Lo que viene

Para Levy, «el objetivo inmediato es una meta de superávit primario para los próximos tres años, que sea compatible con la estabilización y disminución de la deuda pública». Sostuvo que recién en dos años podrá aumentar el porcentaje de 1,2 a «algo no menor» al 2 por ciento. Como en 2014 el resultado será un déficit fiscal de casi un punto, esas metas enunciadas no podrían alcanzarse sin un duro ajuste, más coherente con el programa de Neves que con el de Dilma.

Tales parece que serán su objetivo central, en tanto que Barbosa en Planificación y el reconfirmado titular del Banco Central Alexandre Tombini aseguraron en la misma ronda de prensa que su prioridad será atacar la inflación, que este año cerrará en el 6,5 por ciento y es considerada muy elevada (para los argentinos sería una bicoca).

Tales supuestos remedios se argumentan citando datos de la realidad que se suponen podrían modificar y deberían modificarse. Hay preocupación en Brasil por el curso descendente de la economía, porque de las «tasas chinas» de crecimiento en tiempos de Lula, en los últimos años las cosas marcharon cuesta abajo: se estima que en 2014 el crecimiento, si puede llamarse así, sería de apenas el 0,12 por ciento.

Con esa ralentización, más el aumento del gasto público y la inflación que también creció, aunque como quedó dicha, no a tasas argentinas, quedó servida la mesa para presentar las recetas de ajuste como si fueran inevitables.

El nuevo rumbo generó muchas disidencias al interior del PT y en general de los votantes del oficialismo, que esperaban una profundización de las políticas aplicadas hasta ahora, tal como se desprendía de las promesas de campaña de la ganadora.

Consciente de esas diferencias, Rousseff organizó una reunión de la mesa ejecutiva nacional de su agrupación, que se hizo en Fortaleza. Allí se aprobó y ratificó la nueva política y las designaciones ministeriales. Algunos de los dirigentes dijeron que los cambios no suponen un cambio de filosofía sino sólo para una etapa limitada y táctica, para reordenar y recuperar la economía. Después se volverá al crecimiento y la distribución, prometieron.

De todas maneras, el giro es bien peligroso y puede significar un recorte a los ingresos de la población trabajadora, un debilitamiento del Estado y un engrosamiento de los negocios de los grupos concentrados de la economía y de su segmento financiero en particular.

El corresponsal de «La Nación» en Brasil, Alberto Armendáriz, citó al economista Silvio Campos, de la consultora Tendencias, reconociendo que «la elección de Levy, una figura muy bien conceptuada tanto dentro como fuera del país, era una opción mucho mejor que la que los mercados hubieran podido anticipar». O sea que el giro a la derecha de Rousseff fue más pronunciado de lo que los bancos estaban pidiendo.

Semejante opción levantó polvareda en los sectores progresistas. Martín Granovsky citó en Página/12 la publicación de un blog de ese sesgo, donde se publica una carta de personalidades que votaron por el PT y ven con malos ojos las novedades gubernativas.

«La presidenta electa parece tener más en cuenta las fuerzas cuyo representante derrotó que el diálogo con las fuerzas que la eligieron», dice el documento que firman Stédile, el economista Luiz Gonzaga Belluzzo, el teólogo Leonardo Boff, Joaquim Palhares, el ex secretario de Internacionales del PT Valter Pomar, el sociólogo Emir Sader y el ex vocero de Lula André Singer, entre muchos más.

Agregan que los ministros Levy y Abreu significan «una regresión en la agenda victoriosa en las urnas porque ambos son conocidos por la solución conservadora y excluyente del problema fiscal y por la defensa sistemática de los latifundiarios contra el medio ambiente y los derechos de los trabajadores».

Fuente original: http://www.laarena.com.ar/opinion-mal_dato_que_en_brasil_se_nombren_ministros_pro_ajustes-127569-111.html