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Malos augurios para América Latina

Fuentes: Argenpress

Mientras los cubanos hablan de crecimiento económico, eficiencia y ahorro energético e integración regional solidaria, buena parte de su entorno geográfico inmediato se colorea con tonos grises.Como una lápida pesan en ese sentido las recientes declaraciones a la prensa de José Graciano Da Silva, subdirector general de Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y […]

Mientras los cubanos hablan de crecimiento económico, eficiencia y ahorro energético e integración regional solidaria, buena parte de su entorno geográfico inmediato se colorea con tonos grises.

Como una lápida pesan en ese sentido las recientes declaraciones a la prensa de José Graciano Da Silva, subdirector general de Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), quien desde Santiago de Chile afirmó que a estas alturas América Latina se aboca a niveles de depauperación social ubicados muy cerca de la debacle que enfrenta Africa.

Resulta una quimera pensar, agregó, que la región podrá reducir en 50 por ciento el hambre y la indigencia que azotan a la mitad de sus pobladores para el años 2015, a partir de las consideraciones establecidas en la llamada Cumbre del Milenio, realizada en Nueva York en el año 2000.

Para Da Silva y otros muchos especialistas, los ritmos de avance latinoamericano en ese sentido son casi nulos en sentido general. Falta voluntad política en no pocas autoridades oficiales, los esquemas económicos vigentes apuntan a una exclusión cada vez más acendrada, y la zona se apunta el tristemente célebre ‘privilegio’ de poseer el peor índice de distribución de la riqueza a escala global. ‘Somos los campeones mundiales de la desigualdad’, sentenció el importante funcionario internacional.

Con unos 450 millones de habitantes, América Latina acumula una pobreza que fustiga a la mitad de su población total. De ellos 54 millones padecen desnutrición crónica, paradójico panorama en un territorio con enormes reservas energéticas, una envidiable biodiversidad, un emporio de agua potable y poseedor de áreas tan fértiles como las pampas argentinas, consideradas entre los graneros del orbe.

En consecuencia, no es precisamente la carencia de recursos el problema esencial de esta región.

Desde los años 70 las desigualdades ya vigentes encontraron una autopista ancha y lisa. El neoliberalismo llegado a punta de exigencias desde Washington fue como lubricante sobre ella.

En puridad nada quedó en píe de los proyectos que entre los años cincuenta y sesenta de la pasada centuria abogaban por una centralización estatal, creación de un boyante mercado interno, protección frente a las masivas inversiones foráneas y estímulos a los productores y empresarios nacionales. Las puertas se abrieron de par en par al pretendido ‘libre mercado’ y sus supuestas ‘bondades’, y el efecto fue similar al de un tsunami de trascendentes proporciones.

Privatizaciones masivas, descapitalización, libre flujo de dinero y mercancías foráneos, desestimación de la regulación económica por el estado, y desprotección de la fuerza de trabajo nativa, pusieron al continente cabeza abajo.

De todas formas todo tiene su contraparte, y si algunas noticias no son buenas, por otra parte confirman que no andan mal ni desorientados quienes en esta parte del mundo hablan de cambios radicales, transformaciones a fondo, justicia para todos e integración e independencia.