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¿Mandar el sectarismo al carajo?

Fuentes: Rebelión

No es el momento de tremendismos políticos. No debemos confundir lo radical con extremismos que poco ayudan en circunstancias difíciles. Tampoco es la hora de claudicar, ni sucumbir a las provocaciones y exigencias del enemigo. Necesitamos un espacio donde debatir e interpretar la coyuntura política para unificar las fuerzas del chavismo en defensa de la […]


No es el momento de tremendismos políticos. No debemos confundir lo radical con extremismos que poco ayudan en circunstancias difíciles. Tampoco es la hora de claudicar, ni sucumbir a las provocaciones y exigencias del enemigo. Necesitamos un espacio donde debatir e interpretar la coyuntura política para unificar las fuerzas del chavismo en defensa de la Revolución Bolivariana.

El cuadro político y social nos indica que la Revolución Bolivariana está viviendo un momento complicado. La oposición y su alianza internacional tomaron la economía como estrategia desestabilizadora. Asumieron la violencia incendiaria y el diálogo como tácticas complementarias de una estrategia dirigida a quebrantar la confianza popular. Unos dialogan y otros mantienen las guarimbas con asesinatos, destrucción de bienes públicos y privados creando zozobra en la población mientras los empresarios garantizan la escasez e incentivan una inflación que luce incontrolable. Repiten incesantemente que el modelo de Chávez fracasó para crear la ilusión en la restauración del agotado modelo neoliberal y negar la posibilidad del socialismo del siglo XXI.

A nivel internacional se configuró un triangulo perverso para alimentar la desestabilización. Cuyo primer vértice se expresa en acciones políticas desde el Senado de los EEUU donde se insiste en aplicar sanciones que conduzcan a un nuevo modelo de bloqueo económico. El segundo vértice configura las acciones financieras de la Agencia Internacional de EEUU para el Desarrollo (USAID, por sus siglas en inglés) que junto a la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés) han transferido 14 millones de dólares a los grupos opositores durante los años 2013 – 2014 y el tercer vértice se manifiesta en las acciones mediáticas que involucran a las grandes corporaciones de la comunicación en una campaña que busca distorsionar la realidad venezolana con la difusión masiva de noticias falsas que presentan a Venezuela como un país que vive en la miseria con un gobierno represivo y antidemocrático.

Ante esta realidad el Presidente Nicolás Maduro ha mantenido un discurso coherente. Convocó la Conferencia Nacional por la Paz. Abrió el diálogo con diferentes sectores sociales y ha enfrentado las guarimbas con firmeza. Utilizando recursos legales se ha destituido y encarcelado alcaldes guarimberos y dirigentes políticos responsables de la violencia fascista. Se ha preservado la tranquilidad ciudadana y respetado los derechos de todos los ciudadanos. En eso el Presidente Maduro ha tenido éxito, su debilidad está en atender el abastecimiento de alimentos y derrotar la inflación, la especulación y el acaparamiento porque la burocracia improductiva, que usurpa espacios de poder, convirtió el «Gobierno de Eficiencia en la Calle» en una ficción. Esa burocracia anida corrupción y anula cualquier respuesta política porque su compromiso es nulo.

El diálogo con los empresarios ha levantado suspicacias dentro del chavismo y alborotado posiciones extremas. Pretender deshacer nudos burocráticos con financiamiento oportuno para reactivar el aparato productivo luce contradictorio aunque circunstancialmente necesario. Establecer un mapa de prioridades económicas y pagar deudas atrasadas para dinamizar la inversión puede interpretarse como un riesgo que debemos asumir con la sana convicción de que esos empresarios no tienen ningún interés en resolver los grandes problemas del país y solo buscan mecanismos para apropiarse de la renta petrolera. Ese riesgo conlleva un costo político que exige comprensión del chavismo.

Las reacciones del chavismo ante la dinámica del diálogo económico ha transitado extremismos como «mandar al carajo a Maduro» en contraposición se habla del surgimiento de una oposición chavista y golpes de Estado desde la izquierda (¿análisis interesado?) matizado con soberbias acusaciones de traidores, ultrosos, etc. Esta burbujeante contradicción nos exige la reunificación del chavismo como primer paso para recomponer el cuadro político.

Ante la innegable ausencia de un partido que canalice el debate necesario y asuma la Dirección Política como vanguardia revolucionaria, Nicolás debería convocar una MESA DE DIÁLOGO CON EL CHAVISMO… si puede conversar con los residuos de la MUD y empresarios inescrupulosos por qué no hacerlo con el chavismo radical que reivindica la irreverencia en el debate y lealtad en la acción… y mandamos al carajo tanto sectarismo innecesario en estos tiempos…

 

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@dariomorandy

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.