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Manifestantes en defensa de la neutralidad de la red sitian Google (durante una hora)

Fuentes: Ars Technica

Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez

«Teníamos un montón de papeles que, por así decirlo, contenían un guión para que todos dijéramos los mismo», exponía el defensor de la neutralidad de la red inclinándose sobre el asiento delantero del autobús que fletamos. «Pero no los encontramos.»

En el resto del vehículo estalló una carcajada. A nadie le importaba. Era viernes por la tarde. Y después de todo, estábamos en San Francisco, donde que dos o más personas hablen de lo mismo sobre un determinado asunto es una falta leve.

Con eso, más o menos una docena de manifestantes (y Ars Technica) fuimos desde la Opera Plaza de la ciudad hasta Mountain View, en California, cuartel general de Goggle, ahora caído en desgracia desde la publicación de el manifiesto aguado que han hecho público con Verizon sobre la neutralidad de la red.

El objetivo, presentar 300.000 firmas en señal de protesta contra la medida.

«Pero lo que sí tenemos, para que todo el mundo grite y se entusiasme de verdad y muestre a la prensa lo importante que es esto… lo que sí tenemos son unos cuantos… como gritos de guerra», proseguía nuestro capitán del autobús. «¿Queréis practicar, chicos?»

Ahorraremos al lector los resultados. Baste decir que 40 minutos más tarde nosotros y algunas otras caravanas llegamos a Googleplex, la sede de la compañía; tal vez unas 100 personas en total, más los periodistas. El personal de Save The Internet y Moveon.org que organizaba la concentración mantuvo a la multitud en una loma cubierta de césped a unos 20 metros al sur de la entrada principal del recinto de Google.

Ahora os recibirá Google

«¡Estamos aquí porque amamos Internet y queremos seguir haciéndolo!», manifestó un portavoz.

Al cabo de unos cinco minutos de haber hecho ese comentario, alguien planteó una pregunta delicada. «¿Tenemos cita para que en Google nos reciban, o algo parecido?»

Llegó la respuesta: «Sí, estamos aquí fuera sólo para que los responsables de Google sepan cómo nos sentimos ante el acuerdo que han suscrito con Verizon. También tenemos un buen montón de firmas que entregar y vamos a quedarnos aquí unos 30 minutos, sólo para asegurarnos de que saben que estamos aquí.»

Eso no les sentó bien a algunos manifestantes. Es preciso decir que la zona de la Bahía de San Francisco está llena de activistas que tienen años de experiencia sitiando grandes edificios llenos de ordenadores; el más famoso, el Lawrence Livermore National Laboratory, un complejo de investigación sobre armamento nuclear. Así pues, no es raro que una manifestante empezara a exigir más.

«Bueno, ¿no podemos subir ahí el resto?», preguntó.

«Podríamos incurrir en allanamiento de propiedad privada. No estoy seguro», expuso el organizador principal.

«Bueno, ¡si es allanamiento de propiedad privada, tendrán que decírnoslo!», respondió con un grito.

«¡De acuerdo! ¡Vamos!», transigió el coordinador. Entre la multitud estallaron gritos de guerra (o de paz, si se prefiere) mientras avanzaban hacia la rotonda de acceso a Google equipados con pancartas y carteles que decían «NO HAGAS EL MAL».

Las representantes de las Raging Grannies tenían todos sus efectivos, incluida una victoriana vestida de negro y armada con una sombrilla propia de Morticia Addams.

«Estoy de luto», me explicó; y para añadir verosimilitud exhibió un colgante con una fotografía de su tatarabuelo de la época de la Guerra de Secesión.

Desconocimiento

Mientras tanto, apareció el personal de seguridad mirando hacia la derecha, justo fuera de la zona central de acceso a Google. Uno de ellos pasó a toda velocidad entre los manifestantes en un trípode de plástico motorizado de la empresa. Otros lucían camisetas de Google de color azul eléctrico, subidos en bicicletas de montaña, mientras iban dando un sorbo a sus botellas de agua.

Al principio parecían nerviosos, pero se les pasó enseguida. Muchos manifestantes (veintitantos desarrolladores de páginas web y gestores de páginas de contenidos) estaban mucho más interesados en enviar mensajes de Tweeter a través de sus dispositivos y, luego, trataban de entrar en el edificio.

Pregunté si podía hablar con algún cargo de Google.

«Lo desconozco», me respondió alguien de seguridad.

«Con Vint Cerf, por ejemplo. ¿Está?»

«Seguramente esté subido en un avión, yendo a alguna parte», respondió otro.

A falta de gente de Google con la que hablar, escuché pronunciar el discurso principal de la manifestación a James Rucker, de Colorofchange.org.

«Internet ha sido el territorio sobre el que podemos hacer trabajo real», dijo Rucker a la multitud. «Podemos comunicarnos con otras comunidades. Podemos hacer responsables a los políticos. Julius Genachowski, presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos (FCC, Federal Communications Commission), ha dicho que ocupa su cargo para defender una Internet abierta, pero hasta el momento la FCC no ha logrado garantizar una Internet libre y abierta consiguiendo que se aprueben leyes que la conviertan en una realidad jurídica.

«Hemos venido porque Google y Verizon han presentado un plan que, pese a afirmar que protege Internet, hace más bien lo contrario. Hablan, en esencia, de crear un carril rápido e independiente. Un escalón superpuesto para contenidos de pago, lo que significa que si quieres utilizar la Internet del siglo XXI que se nos viene encima, tendrás que pagar.»

El comentario fue acogido con una larga andanada de abucheos. Los manifestantes salieron entonces y fueron entrevistados por los medios de comunicación. Los blogueros se entrevistaban entre sí. Uno le dijo a un reportero de un informativo de radio de onda media que no quería que Internet acabara como la radio de onda media. El reportero asintió con un gesto de cortesía y sonrió.

Echarse atrás

Pregunté a varios activistas si de verdad pensaban que con esas firmas Google iba a dar marcha atrás en su actitud.

«Podrían hacerlo», me dijo uno. «Pidieron disculpas y cambiaron de rumbo con Buzz.» Se refería a las correcciones que introdujo Google por algunos errores de privacidad vinculados a la aplicación.

Otros manifestantes se mostraban más escépticos.

«No sé cómo van a dar marcha atrás en esto», respondió otro. «No sé cómo se han metido en esto. No entiendo la idea que les ha llevado a hacerlo.»

«¿Crees que el movimiento en favor de la neutralidad de la red puede imponerse sin Google?», insistí.

«Creo que será difícil», reconoció. «Google ejerce mucho control sobre gran parte de Internet. Pero creo que Google sólo existe gracias a la confianza de los usuarios. Si Google hace una cosa así, quizá me pase a Bing, pese a lo mucho que detesto a Microsoft.»

«¡Vamos!», protesté. «¿Cuántas aplicaciones de Google utilizas?»

«Gmail, Blogger, Google Voice y un teléfono Android», reconoció. «Ya dejé de utilizar Buzz, de todo modos.»

Apoyo encarnizado

Regresé caminando hasta la entrada principal y pregunté a Rucker si pensaba que la neutralidad puede triunfar sin Google.

«Claro que sí», respondió con valentía. «La FCC tiene autoridad para reclasificar la banda ancha, lo que les permitirá hacer dos cosas. Una es proteger la neutralidad de hecho, por ley. La otra es garantizar la disponibilidad de banda ancha a las comunidades que hoy día no tienen acceso a ella. Creo con firmeza que podemos hacerlo sin Google, pero deberíamos poder hacerlo con Google.»

Al final, Google autorizó a un grupo reducido de manifestantes a introducir las firmas en el edificio y a presentarlas al personal del departamento de planificación de políticas de empresa.

El gigantesco motor de búsqueda emitió una breve declaración en respuesta a las firmas.

«Se trata de un asunto complejo y relevante que deberá ser estudiado», declaró Nicklas Lundblad, Jefe de Políticas Públicas de Google.

«Pero permítame que sea claro: Google sigue siendo un firme defensor de una Internet abierta. No esperamos que todo el mundo esté de acuerdo con todos los aspectos de nuestra propuesta, pero creemos que la existencia de algunos elementos de protección inquebrantables para los consumidores es preferible a que no exista ninguna protección.»

Con eso concluyó el «Sitio» de Google. Todos regresamos al autobús y nos dirigimos a la ciudad. Durante el viaje de regreso, alguien me pidió que respondiera a las preguntas que yo había estado formulando.

Equilibrios

El movimiento en defensa de la neutralidad de la red todavía puede lograr parte de sus objetivos sin Google, pero sólo si intervienen las demás partes del sector de contenidos de Internet para llenar el vacío. Desde finales del siglo XIX, jamás ha habido una modificación importante de la normativa en el ámbito de las comunicaciones que no se haya producido sin el respaldo firme de algún ala importante del sector empresarial.

La sentencia de dispositivo abierto de Carterfone de la FCC, la desintegración de la NBC a finales de la década de 1940 o el desmantelamiento de AT&T en la de 1980… estos cataclismos no se produjeron exclusivamente porque los equivalentes de Save The Internet los solicitaran. Sucedieron porque una parte importante de las empresas estadounidenses lo quisieron así.

De manera que la pregunta ahora es si Facebook, Netflix, eBay, IAC, la industria de los juegos o alguna otra combinación de estas fuerzas están dispuestos a recoger el testigo de forma más sobresaliente.

Pero aunque la gente que participó en esa manifestación quizá haya perdido un aliado en Google, Google ha perdido también algo: la posibilidad de recurrir al público.

La empresa se enfrenta ahora a dos desafíos legales potencialmente devastadores. Impertérrita ante su derrota reciente en un tribunal del distrito, Viacom ha llevado su demanda multimillonaria contra YouTube un escalón más arriba, a la corte de apelación.

Y en un movimiento que tiene consecuencias inmensas para la causa del código abierto, Oracle ha denunciado a Google por presunto quebrantamiento de las patentes de tecnología Java y su sistema operativo Android.

Si estas demandas empiezan a estar más reñidas de la cuenta para la tranquilidad de Google, la empresa podría plantearse hacer lo que tantas veces ha hecho con anterioridad: recurrir al público para buscar apoyo en forma de normativa o legislación nueva de la agencia federal, como hizo con los dispositivos de banda ancha con espacio en blanco.

Eso habría sido una jugada fácil para Google hace dos semanas. Ahora, las perspectivas para emprender ese tipo de campañas están bastante menos claras.

Fuente: http://arstechnica.com/tech-policy/news/2010/08/the-siege-of-google.ars?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=rss