«Creo que debe ser política de Estados Unidos apoyar a los pueblos libres que están resistiendo los intentos de minorías armadas o las presiones extranjeras. Creo que debemos ayudar a los pueblo libres a decidir sus destinos según su propia manera.» Harry Truman 12 de marzo de 1947. Con mucha razón se dice que los […]
«Creo que debe ser política de Estados Unidos apoyar a los pueblos libres que están resistiendo los intentos de minorías armadas o las presiones extranjeras. Creo que debemos ayudar a los pueblo libres a decidir sus destinos según su propia manera.»
Harry Truman 12 de marzo de 1947.
Con mucha razón se dice que los funcionarios del gobierno de Estados Unidos han desarrollado un verdadero «arte» de fabricar oposiciones e interferir en los procesos electorales de naciones extranjeras, todo en nombre de la «promoción de la democracia». Son verdaderos expertos en encubrir con eufemismos y palabras altisonantes acciones y métodos que escandalizarían a su opinión pública si se le explicara de manera clara.
A continuación señalamos algunas de los principios generales y las variantes que generalmente aplican para desestabilizar y/o derrocar a gobiernos por ellos considerados «hostiles» mediante la vía «democrática».
1. El cartelito de «totalitario» o «enemigo de la democracia»
Si usted, presidente o primer ministro, escucha a los voceros del Departamento de Estado decir que su país es la «vanguardia de la tiranía» o que es «una amenaza para la estabilidad de los vecinos» y de los propios Estados Unidos: esté alerta. Aunque su nación se ubique a miles de kilómetros previo a afirmaciones como la anterior o muy parecidas, ya toda la comunidad de inteligencia estadounidense estará ejecutando planes para subvertir el orden interno de su país.
La alerta se justifica porque declaraciones de este tipo son el aviso de que las maquinarias de la Agencia para el Desarrollo Internacional (US Agency for International Development, USAID) y la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democraty, NED) financian a todo tipo de organizaciones de la sociedad civil para que se opongan al gobierno considerado «no agradable» o «incómodo» por EE.UU. y sus aliados.
La propia USAID en un informe de 2003 dejó bien claro que: es posible aportar una ayuda a los reformadores [entiéndase ONG y partidos afines] que permitirán identificar a los ganadores y perdedores más importantes, desarrollar la construcción de coaliciones y de estrategias de movilización y elaborar campañas de relaciones públicas […] Ese tipo de ayuda puede representar una inversión para el futuro, cuando un cambio político otorgue el verdadero poder a los reformadores.[1]
En el texto además se planteaba que los regímenes «amigos» serían recompensados con financiamiento para proyectos de desarrollo mientras que los países «hostiles» serían blancos de programas de «reformas» aplicadas por organizaciones no gubernamentales. Debemos aclarar que decir eso fue simplemente llevar al papel acciones que la USAID ejecutaba desde su fundación por el presidente John F. Kennedy en 1961.
Probablemente el dinero para esa «construcción de coaliciones» o las «campañas de relaciones públicas», fluya mediante una de sus múltiples fundaciones, institutos u organizaciones «sin fines de lucro» existentes a lo largo de todo el orbe. La propia NED ha admitido que financia y dirige actualmente más de seis mil organizaciones políticas y sociales a través del mundo.[2]
Cada una de ellas ha estado detrás de la sorprendente cobertura mediática o poder económico, que han tenido organizaciones aparentemente populares como el sindicato Solidarnosc (Solidaridad) en Polonia y la Carta de los 77 en Checoslovaquia a fines de los 80; la Unión Nacional Opositora (UNO) en Nicaragua en 1990; el Proyecto Varela en Cuba en el 2000 y Otpor en Serbia ese mismo año, Kmara (¡Basta!) en Georgia y Pora (Ya es hora) en Ucrania en el 2003. Ahora en Bielorrusia se llama Zoubr (El Tridente).
Los ejemplos también podrían remontarse a la Operación Ayax en 1952, cuando reclutaron seis mil personas para una marcha hacia el palacio real en Teherán y derrocar al primer ministro Mohammed Mossadegh. Sin mencionar la muy documentada «ayuda» de la CIA a la organización opositora Súmate y su antecesora la Coordinadora Democrática, durante el referendo revocatorio contra el presidente Hugo Chávez en Venezuela.
2. El Plan A: «arreglar» las elecciones
Si durante, o inmediatamente después, de elecciones en su país alguien desde la Casa Blanca, o el más desconocido embajador estadounidense en un estado remoto dice con cara de preocupado que en su nación «no hay un clima de transparencia y libertad para la oposición»: tenga por seguro que todo el andamiaje propagandístico del imperio trabajará a favor de los candidatos que gocen de las simpatías del EEUU y sus cofrades europeos.
Uno de los casos recientes más sonados fue en Haití donde se hizo de todo para que Rene Preval no fuera electo presidente, al punto que la prensa descubrió miles de boletas a su favor en un basurero.
En El Salvador, año 2004, cuando Antonio Saca buscaba la presidencia, su campaña advertía que si ganaba el partido de izquierda el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), los salvadoreños en Estados Unidos ya no podrían enviar remesas. El mensaje se reforzó con las declaraciones similares de Otto Reich, un ex funcionario del Departamento de Estado, pero con fuerte lazos con el presidente Bush.
Tres días después de las elecciones, cuando Saca ya había sido declarado ganador, el embajador estadounidense en El Salvador, Douglas H. Barclay, declaró que su gobierno no tenía nada que ver con las remesas, y que la situación migratoria de los salvadoreños en EE.UU. la determinaba el Congreso y no la Casa Blanca.
Ahora mismo según denunció Herbert Mujica Rojas, las alianzas transnacionales de las derechas democristianas, cuya cara visible en este caso es la organización Diálogo Interamericano, ponen todo su empeño en potenciar la candidatura de Lourdes Flores para los venideros comicios presidenciales en Perú.
3. El Plan B: Si el resultado es adverso, descalificar a las elecciones como «fraudulentas» o «no transparentes».
Si a pesar de todos los esfuerzos los comicios arrojan resultados no previstos en Washington, entonces se pone en marcha el Plan B, el cual se anuncia con declaraciones de que el país escogido «no ha respetado las normas internacionales para las elecciones democráticas» u otras aludiendo a «fraudes masivos» o «amplias manipulaciones del conteo de votos».
Luego puede que se produzcan otras afirmaciones de los flemáticos voceros desde Bruselas o Washington, quienes pueden decir por ejemplo que: «Estados Unidos no acepta los resultados de estas elecciones». Probablemente también las agencias de noticias informen que «Observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) cuestionaron hoy la legitimidad de las elecciones».
La estrategia se completa con la fabricación de resultados que indiquen un supuesto apoyo popular precisamente al candidato perdedor en las urnas. Para ello pueden valerse de «inocentes» organizaciones que dicen especializarse en análisis electoral.
Algunas de ellas, o sus sucursales al efecto, pueden ser la Fair Elections Society (ISFED), el National Democratic Institute, el Global Strategy Group o la International Foundation for Election Systems (IFES). La primera salida de las arcas del British Council y, del lado estadounidense, de la USAID y la NED.
3. Las soluciones definitivas
Con el ambiente sumamente caldeado llega el turno a los más puros estilos hollywodenses. Toda la creatividad de los productores y estrategas de comunicación se despliega para orquestar una amplia gama de «revoluciones» ya sea «de terciopelo» de «las rosas», «naranja» o de cualquier otro color o flor.
Las presiones pueden más o menos ruidosas dependiendo de cada situación concreta. Si usted es de los que piensa que las víctimas son únicamente del Tercer Mundo, se equivoca.
En 1975 el primer Ministro legalmente electo de Australia, Edgard Gough Whitlam fue destituido por el Gobernador General, Sir John Ker, tras fuertes presiones del gobierno de EE.UU. y muy en particular de la CIA, la cual llegó a declarar que cortaría todos sus vínculos con la inteligencia australiana porque Whitlam insistía en interferir en sus operaciones en Australia .
Según Rayr Aitchinson en su libro «Looking at the Liberals» la CIA había proporcionado fondos al Partido Liberal (opositor al Partido Laborista de Whitlam) para impedir que éste último ganara las elecciones. Además en esos días el Sydney Sun citó declaraciones de Víctor Marchetti, un ex agente de la agencia estadounidense, quien aseguró que tras las elecciones todavía la CIA financiaba a los partidos antigubernamentales.
Una década antes Georges Papandreou había sido depuesto por el rey Constantino de Grecia. El presidente Lyndon Jonson había advertido al embajador griego: Les damos a los griegos un buen montón de dólares, señor embajador, si su primer ministro me da una charla sobre democracia, parlamentos y constituciones, él, su Parlamento y su Constitución pueden no durar mucho.
Un funcionario de la CIA en Atenas, Jonh Maury admitió luego que había ayudado a comprar a los diputados del Partido Unión del Centro para precipitar la caída de Papandreou.
En 2004 las televisoras internacionales mostraron las miles de tiendas de campaña y mantas dispuestas para los manifestantes acampados en la Plaza de la Independencia de Kiev, quienes reclamaban la victoria de su candidato Viktor Yuschenko.
Catorce años antes un espectáculo similar se había visto en Sofía, solo que en aquella ocasión fue una «Ciudad de la Libertad» de 60 tiendas de campaña demandando la destitución de los funcionarios considerados como «comunistas». Curiosamente ni los manifestantes de Kiev o Sofía tuvieron problemas con la alimentación o el dinero.
Los guiones parecen no tener límites. Igual se organizan huelgas de hambre, paros nacionales, la toma de edificios gubernamentales, o marchas provocadoras que pueden desembocar en desórdenes sociales y hasta muertos. Recuérdese la primavera de 1989 en la plaza de Tiananmen en Beijing (China); los episodios de Racak y de Timisoara en Rumania ese mismo año; los sucesos del 5 de agosto de 1994 en La Habana, Cuba; la marcha de la oposición antichavista el 11 de abril de 2002 en Caracas y los enfrentamientos en Andizan, Uzbekistán, de mayo de 2005.
El presente material solo ha tenido en cuenta los métodos pacíficos, si es que puede llamársele así, empleados por la comunidad de inteligencia y los círculos de poder occidentales.
Desde luego que este manual puede ampliarse con la multitud de matices de las estrategias «pacíficas» para desestabilizar naciones de las agencias transnacionales del conservadurismo, de acuerdo a las realidades concretas de los diferentes países.
Como mismo ellos han aprendido de los errores de las fuerzas progresistas, así estas últimas pueden prepararse y desenmascarar a los asalariados del imperio en cada uno de nuestros países. El éxito es posible, la historia así lo demuestra.
[1] «La CIA con rostro humano Las ONG, nuevo brazo de la diplomacia estadounidense».En www.redvoltaire.net
[2] Los cuatro principales satélites de la NED son: Centro Americano para la Solidaridad de los Trabajadores (American Center for International Labor Solidarity – ACILS). Presidido por John J. Sweeney. Centro para la Empresa Privada Internacional (Center for International Private Entreprise – CIPE). Dirigido por Thomas J. Donohue. Instituto Republicano Internacional (International Republican Institute – IRI). Presidido por el senador John McCain. Instituto Nacional Democrático para los Asuntos Internacionales (National Democratic Institut for International Affairs – NDI). Presidido por la ex-secretaria de estado Madeleine K. Albright. Además nutre a la Westminster Foundation for Democracy (Reino Unido), el International Center for Human Rights and Democratic Development (Canadá), la Fondation Jean Jaurès y la Fondation Robert Schuman (Francia), el International Liberal Center (Suecia), la Alfred Mozer Foundation (Holanda). El Open Society Institute de multimillonario George Soros. Así como la Eurasia Foundation, financiada por la USAID y dirigida por un ex-responsable del Departamento de Estado, Charles William Maynes. Para más detalles del la telaraña de fondos de la NED véase:
Thierry Meyssan «NED: la Fundación estadounidense para la democracia Las redes de la injerencia «democrática»» En www.redvoltaire.net