La ciencia económica y nosotros mismos en nuestra cotidianidad, aceptamos la propiedad privada: la damos por sentado en nuestro pensamiento y acciones, cuando cerramos la puerta de la casa, cuando planeamos nuestra trayectoria de vida, –educación, compañeros, hijos– o cuando hacemos cálculos en la bodega. Justamente esta suposición es la que Karl Marx se propuso […]
La ciencia económica y nosotros mismos en nuestra cotidianidad, aceptamos la propiedad privada: la damos por sentado en nuestro pensamiento y acciones, cuando cerramos la puerta de la casa, cuando planeamos nuestra trayectoria de vida, –educación, compañeros, hijos– o cuando hacemos cálculos en la bodega.
Justamente esta suposición es la que Karl Marx se propuso cuestionar en su primer trabajo sistemático de crítica a la economía política. Escritos en 1844, Los Manuscritos Económicos y Filosóficos vieron la luz pública tan sólo en 1932, revolucionando la imagen de Marx, haciendo pedazos la idea de que éste era un pensador especializado o cerrado. En el texto Marx esboza la estrategia de la revolución comunista a partir de una exposición completa, organizada y creativa en una obra que ha sido insuficientemente estudiada hasta la fecha.
Marx señala que la ciencia económica «parte del hecho de la propiedad privada pero no lo explica.» En verdad la explicación de la propiedad privada –que se oculta como premisa inconsciente tras el sentido común y la ciencia económica– pasa por un secreto: el trabajo enajenado. Este es el trabajo que enajena al trabajador de su producto, de su actividad productiva, de su misma socialidad como ser humano. El trabajo se convierte en algo que nos separa, nos enferma, nos entristece.
Parece bastante negativo y lo es. Sin embargo, sería un gran error confundir el proceso de trabajo mismo (en su sentido transhistórico) con su forma capitalista y enajenada, que afortunadamente nunca logra erradicar por entero el aspecto positivo y afirmativo del trabajo. En verdad el trabajo sigue siendo una expresión positiva de las capacidades humanas, desarrollando las fuerzas productivas de la sociedad, aunque en el capitalismo lo hace empobreciendo y desvalorizando al trabajador.
Considerado en su sentido más profundo, el trabajo es la forma más básica de la praxis humana: una actividad adecuada a fines. Otra forma de praxis es la praxis revolucionaria, la militancia.
Es así como, desde la economía política y «el hecho económico, actual» del trabajo enajenado, un Marx de solo 26 años esboza la revolución comunista: la necesidad de lograr otra manera de organizar la sociedad que puede llamarse producción comunitaria o comunista. Esta satisfará las necesidades materiales de un ser humano siempre en desarrollo, y lo hará de una manera alegre, positiva, liberando al sujeto de la «prehistórica» dominación del mundo de las cosas.
Tratamos los Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844 con enfoque en la sección «Trabajo Enajenado» en Escuela de Cuadros no. 95. El programa cuenta con la participación del profesor de la UNAM David Moreno. Puedes descargar el programa y el texto en www.catiatve.org/spip.php?