A muchos les asusta el poder despótico que despliegan los especuladores financieros cada vez que tienen ocasión. A muchos sorprende el desparpajo con que nos despojan de derechos y nos sobrecargan de obligaciones. Otros muchos creen que se ha desatado en el Hombre una novísima cadena de sentimientos malsanos que le llevan a enfrentarse, que […]
A muchos les asusta el poder despótico que despliegan los especuladores financieros cada vez que tienen ocasión. A muchos sorprende el desparpajo con que nos despojan de derechos y nos sobrecargan de obligaciones. Otros muchos creen que se ha desatado en el Hombre una novísima cadena de sentimientos malsanos que le llevan a enfrentarse, que le llevan a desear el aplastamiento del semejante. Pero han de saber que ese poder despótico, que ese desparpajo y que esos sentimientos malsanos no son cosa nueva sobre la tierra.
Mucho antes que los especuladores financieros, y tal vez sirviéndoles a estos de inspiración, existió alguien que desarrolló con gran éxito esas habilidades infernales y esa falta de escrúpulos que adornan a todo especulador que se precie de serlo. Su nombre: Marco Licinio Craso.
Marco Licinio Craso fue un aristócrata, general y político romano, que vivió en el siglo primero antes de nuestra era. Obsérvese que se reúnen en una sola persona las características que clasifican de oficio a las distintas ramas del indeseable entramado financiero actual, a saber y en el mismo orden: la rama económica; la rama militar y la rama política.
O lo que viene a ser lo mismo: dinero para hacer la guerra y políticos para venderla al pueblo ignorante.
Esta ecuación también puede ser, y de hecho es, expresada en los siguientes términos:
–Guerra para hacer dinero y políticos para venderla al pueblo ignorante.
–Dinero para hacer políticos que vendan la guerra al pueblo ignorante.
–Dinero para hacer la guerra a los políticos que no se la vendan al pueblo ignorante.
–Guerra de políticos ignorantes para sacar el dinero al pueblo.
En fin, prueben ustedes mismos otras combinaciones de estas tres palabras que, a buen seguro, también les proporcionarán una imagen precisa de cómo está configurado el mundo actual.
Este Craso señor se hizo famoso por, entre otras heroicidades, aplastar la histórica revuelta de esclavos conducida por Espartaco. Hoy podemos encontrar similitudes demasiado dolorosas en Túnez y Egipto, por poner solo dos ejemplos muy recientes. La única matización que cabe al comparar a ambos conjuntos de esclavos es que a los primeros les sobraban las cadenas y a los segundos les falta el pan. Pero yo me pregunto: ¿existe cadena más eficaz que la falta de pan?
La fama de Craso fue en aumento cuando, bajo el amparo de la dictadura de Sila, se enriqueció ostensiblemente gracias a operaciones de especulación y extorsión. Esto también recuerda mucho al desarrollo de las más importantes operaciones en el mundo económico financiero actual. Dentro de los negocios de que se valió para amasar su fortuna caben destacar las casas de prostitución o las brigadas de bomberos que acudían a los incendios sin ser llamados y ofrecían sus servicios a cambio de que el propietario afectado accediera a vender la propiedad a precio de saldo a Craso. La única diferencia entre aquellos bomberos y los especuladores financieros de hoy, es que estos últimos provocan además el incendio que se ofrecen a apagar. Por lo tanto la fórmula de este tipo de expolio se repite: «a pagar y apagar».
Pero no acaba aquí el repaso a las hazañas de este Craso error de la naturaleza humana. Cuando fue acusado de mantener relaciones con una virgen vestal, un crimen brutal en Roma, se justificó alegando que lo hizo para arrebatarle sus propiedades, gracias a lo que fue absuelto. Lo que recuerda con gran precisión la laxitud que la justicia actual muestra en mayor grado cuanto mayor es el crimen cometido contra los más pequeños propietarios, es decir, los trabajadores. El más sangrante ejemplo de esto es el imparable número de embargos de viviendas que está teniendo lugar en España, país en el que aún no es ley que el préstamo quede saldado con la entrega de la vivienda, como sí ocurre en otros países desarrollados, esos mismos países que nos ponen de ejemplo nuestros políticos para vendernos cualquier reforma que perjudica seriamente nuestros derechos como ciudadanos.
En fin, no sé qué pensarán ustedes, y puede que solo sean impresiones mías, pero a mí no me extrañaría que los especuladores financieros que someten a los trabajadores de todo el mundo a los arranques de ira de su codicia, lucieran árbol genealógico que mostrara su indudable y nítido parentesco con Marco Licinio Craso.
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