Relato un hecho sucedido en tierras brasileñas donde se cumplen 50 años del golpe militar a Joao Goulart, y donde las fuerzas policiales militares detentan -todavía- un poder amenazante para el proceso de liberación llevado adelante por los últimos gobiernos populares del país y por los pueblos del continente latinoaméricano. La noticia El día 25 […]
Relato un hecho sucedido en tierras brasileñas donde se cumplen 50 años del golpe militar a Joao Goulart, y donde las fuerzas policiales militares detentan -todavía- un poder amenazante para el proceso de liberación llevado adelante por los últimos gobiernos populares del país y por los pueblos del continente latinoaméricano.
La noticia
El día 25 de marzo, cerca de las 14 hs, policías que estaban dentro del área de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) en el marco de una -discutida y poco clara- investigación sobre drogas, ingresaron a la cafetería del Centro de Filosofía y Humanidades (CFH), retuvieron las mochilas de 2 alumnos que estaban en el lugar, las revisaron y detuvieron a uno de ellos por posesión de marihuana. Intervinieron autoridades de la facultad pero nada pudo evitar el confuso episodio final donde hubo violencia, heridos y destrozos materiales.
El relato sobre los acontecimientos flameó plagadó de contradicciones; entre las declaraciones de las autoridades policiales, las de los alumnos y las opiniones de los medios en general. Entonces, el día lunes 31 de Marzo, me acerqué a la UFSC y pude entablar una entrevista con la profesora y vicedirectora del CFH, Sonia Maluf de quien obtuve informaciones esclarecedoras y sobre todo, divergentes al relato predominante.
Los hechos
La noticia sobre lo que estaba sucediendo en la cafetería llegó a oídos de las autoridades de la universidad, quienes estaban en medio de una reunión del consejo de unidad del Centro de Filosofía y Humanidades (CFH). La vicedirectora Sonia Maluf junto al jefe de la del departamento Especial de Museología se dirigieron al bar. Al llegar, unos policías de encubierto -no se habían identificado aún- tenían rodeado a un grupo de alumnos en una de las mesas, decían estar ahí para «acabar com Amsterdá da UFSC». Habían prendido a un estudiante que no estaba fumando marihuana sino que (luego de la requisa) le habrían encontrado una porción de ésta dentro de una lata. Cuánto? Apróx10 grs…Sí, tres porros.
Los policías no tenían ningún papel que autorizara la intervención dentro del área universitaria, la cual goza de una autonomía que impide la intervención de las fuerzas. Los hombres -en principio- no habrían sido identificados; entonces, la profesora – consciente de esto- les habría pedido calma mientras intentaba comunicarse con la rectoría, la respuesta de los policías fue: «de acá nos vamos con alguien preso, esa es la orden»…
La situación comenzaba a agravarse, aparecieron más agentes (también de encubierto) y uno de ellos, encaminó -violentamente- al alumno que tenían rodeado, a través del bosque de CFH, hacia un automóvil no identificado como móvil policial. Esto generó la llegada de muchos de los compañeros que comenzaron a congregarse en los alrededores mientras los policías, a empujones, colocaron al alumno dentro del móvil. La no identificación del vehículo y la situación en sí, daba cuenta -en palabras de la profesora- que se trataba técnicamente de un secuestro, por lo cual tomó una decisión: subió al capót del auto para evitar que se lo llevasen.
Todo se fue tensionando cada vez más, llegaron otras autoridades de la UFSC, entre las cuales estaba el director del CFH, Paulo Pinheiro Machado quien intentó encausar la situación hacia aguas más tranquilas para poder abordar en una negociación pacífica que calmara las turbulencias. No lo logró.
Algunos policías comenzaron a agredir -a fuerza de empujones y golpes- diciendo «tienen suerte de que no estemos en un gobierno militar»… Los ánimos se enardecían bajo el sol de la tarde y mucha más gente fue convergiendo en el lugar, había más de 300 personas. Las autoridades de la universidad, en la voz de Paulo Pinheiro Machado, insistieron con una propuesta para negociar una salida que respetara todos los procedimientos legales y que evitara la necesidad de hacer uso de la fuerza, pero Cesar Cassiano, responsable de la acción policial la rechazó y decidió -en cambio- dar la orden de ataque diciendo que «limpiaría la baderna»…
A los 5 minutos, la tropa de choque y sus herramientas de acción cumplían con creces; golpes, gases lacrimógenos, balas de goma y bombas de estruendo encendieron una nube de confusión, gritos e impotencia. Entre los damnificados había estudiantes menores de 18 años y autoridades de la universidad.
Los gases afectaron también las áreas vecinas, donde niños menores de 6 años acuden al jardín de infantes; era el horario de salida escolar y la imagen -confusa entre los gases y el humo levantado por las corridas sobre la tierra- mostraba niños y maestros con paños mojados sobre sus rostros. La tropa de choque había avanzado como toro enfurecido sobre los estudiantes, que hasta aquel momento se habían manifestado pacíficamente, llevándose al alumno que habían detenido. Dejaron un saldo de más de 20 personas heridas; entre las cuales estaba el director del CFH, quien recibió gas lacrimógeno directamente en su rostro.
La alarma
Detrás de la vergüenza de los hechos que relato se esconden cuestiones políticas que tienen como fin desprestigiar la institución universitaria y sus autoridades Son operaciones gestadas por parte de sectores conservadores que perviven en sus lugares de poder y en sus relaciones con la acción militar de hoy y de siempre. Estas cuestiones, abren una discusión sobre heridas no cicatrizadas aún a lo largo y ancho de toda Latinoamérica, donde la memoria y la revisión histórica insisten con su esclarecimiento
Además, otro tema no menor subyace en estos acontecimientos; la necesidad, por parte de los pueblos, de profundizar el reclamo y la discusión acerca de la legalización del consumo de marihuana. Para atender entonces, problemáticas que son verdaderamente serias en las cuales, acá en Brasil como en Argentina, cuerpos de niños y adolescentes son mercantilizados en el comercio sexual y delictivo a cambio de unas dosis de Crack alimentando el gran negocio del narcotráfico.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.