43 de sus 66 años de vida, Marisa Letícia Lula da Silva se dedicó a luchar por los más humildes de Brasil, por una sociedad más justa, más digna, más equitativa y en contra de una feroz dictadura que controló a ese país por más de 20 años. Su lucha la dio en silencio, casi […]
Fueron las manos de Marisa las que cosieron la primera bandera del Partido de los Trabajadores en una tela roja italiana que guardó durante años y a la que le colocó una estrella blanca. Fueron también sus manos las que en 1986 se dedicaron a estampar miles de camisetas para recaudar fondos para la campaña de Lula da Silva como candidato a diputado, la que organizaba multitudinarias protestas de mujeres contra los detenciones arbitrarias de la dictadura, la que convirtió la sala de su casa en sede del Sindicato de los Metalúrgicos cuando éste fue intervenido por los represores, y también fueron sus palabras transparentes las que ayudaron a transformar a un líder sindical en un gran líder intercontinental.
Dicen sus amigos que a Marisa la caracterizaba su humildad, sinceridad y aguda sensibilidad. Nació en el seno de una familia humilde y numerosa de origen italiano que se dedicó durante años a la venta de las verduras que ellos mismos cosechaban. Era Marisa, siendo una niña, la que llevaba la carretilla y luego vendía las verduras en el mercado.
Para ayudar a sus padres se vio obligada a trabajar, primero cuidando niños y luego como operaria en una fabrica de chocolates. A los 20 años se casa y 6 meses después enviuda quedándose sola con su hijo. Luego de 3 años conoce al líder sindical, Luiz Inácio Lula da Silva, quien también había perdido a su esposa embarazada debido a una hepatitis mal curada. Desde un primer momento surgió entre ellos una gran amistad y un gran amor.
Éste y otros detalles sobre la vida de Marisa los cuenta Frei Betto en un articulo titulado «A Marisa Letícia sobre a qual a imprensa traidicional nao gosta de revelar». En él, Frei Betto también recuerda que ella no sólo esperaba a Lula en casa hasta altas horas de la madrugada para recalentarle su comida, porque a Lula no le gusta comer en restaurantes, sino que siempre lo acompañaba en sus actividades sindicales e incluso en sus campañas presidenciales.
En esos actos se le podía ver llevando una colección de camisas para que después de cada acto Lula pudiera cambiarse y continuar. Nunca quiso ni permitió ser el centro de atención, ella siempre prefirió estar detrás, vigilante del bienestar de su compañero de vida. Nunca exhibió lujos, incluso cuenta Frei Betto, gran amigo de la pareja, que Marisa no compraba ropa de etiqueta, sino que llevaba lo que le agradaba y que incluso ella misma era la que se hacia su manicure y pedicure siendo la primera dama de brasil.
Así era Marisa. Así es Lula, dos seres humanos sencillos, parecidos a su pueblo, que en el año 2003 llegaron al Palácio do Planalto porque millones de brasileños así lo decidieron, porque estaban cansados de tanta humillación, hambre, menosprecio, injusticia e inequidad.
«Los pecados» de Lula
Estando Lula en el poder, y Marisa acompañándolo, logran frenar las pretensiones expansionistas de EEUU en su país y en la región, interrumpir las políticas neoliberales, financiar grandes obras de infraestructura que logran generar millones de empleos, dignificar la vida de los mas pobres, aumentar el salario mínimo, consolidar la unión suramericana, fortalecer la industria de defensa, impedir el desmonte de Petrobras, invertir en más tecnología para la explotación petrolífera que permitió el hallazgo de grandes yacimientos como el Presal, un tesoro petrolífero escondido a 7 mil metros de profundidad en la cuenca de santos bajo 2 mil metros de sal que fueron descubiertos en 2006 y presentados al mundo en 2010. Estos yacimientos, que contendrían entre 270 mil y 300 mil millones de barriles de crudo, son una de las mayores reservas del mundo.
EEUU no se los perdonó. Según documentos de Wikileaks, ya en el año 2009 José Serra, entonces contrincante presidencial de Dilma, prometió a la Chevron cambiar la legislación sobre la explotación del Presal si llegaba a la presidencia. No pudo llegar a la presidencia, pero ya desde entonces él, EEUU, la prensa y otros grupos de poder de Brasil empezaron a conspirar para sacar al Partido de los Trabajadores del poder.
La conjura
Según Julian Assange, desde 2012, Michel Temer, entonces vicepresidente de Dilma Rousseff «pasó cuestiones de inteligencia política» de su país para así «construir una relación de intercambio de información».
En el año 2013, se conoció que el gobierno de EEUU y la NSA espiaron a la gigante petrolera Petrobras y a la propia presidenta Dilma Rousseff. La mandataria hizo el reclamo formal a Obama y denunció que el espionaje no fue por la seguridad de EEUU o por una lucha contra el terrorismo, sino que el interés de la nación norteamericana era económico y geoestratégico. Apenas meses después de este reclamo se inicia una escalada de acusaciones, sin pruebas, sobre la presunta corrupción de Dilma y Lula.
En diciembre de 2015, el vicepresidente estadounidense, Joe Biden se reunió en privado con la presidenta Dilma. Al finalizar esta reunión, el vicepresidente brasileño Michel Temer envió una carta pública a Rousseff reprochándole por no haberlo invitado a esa reunión con Biden, con quien según escribió «había construido una buena amistad». La carta generó un escándalo en Brasil y permitió vislumbrar la ruptura entre el PT y PMDB, y todo el entramado que se tejía contra Dilma para sacarla del poder y dejar en la Presidencia a Michel Temer, el gran amigo de Joe Biden.
Cuando el impeachment contra Dilma avanzaba, Lula dijo que por el bien de Brasil él estaría dispuesto a ser candidato presidencial para el año 2018, y apenas unos días después la policía allana su casa, la de su hijo, lo detiene y empieza a arreciar una campaña en contra de su persona y de su familia por supuesta corrupción. Nunca presentaron una sola prueba, pero los medios, los mismos que aplaudieron y formaron parte del golpe de estado contra Joao Goulart, se ensañaron contra Lula y su esposa, y los condenaron sin nunca ser juzgados.
Marisa, siendo hipertensa, soportó estoicamente toda este linchamiento mediático. Pero era un ser humano, un ser humano sensible, con muchas heridas ya en su alma, con un esposo acosado que acaba de salir de un cáncer, una brasileña, como tantos otros ciudadanos de ese país, que convivió durante estos meses con el miedo, la indignación y el dolor de ver como les arrebatan los sueños, la vida, los derechos, como ya lo había hecho durante 21 años la dictadura militar.
El 24 enero, Marisa fue hospitalizada por un accidente cerebro vascular hemorrágico. 9 días después se informaba sobre su fallecimiento. Casi inmediatamente después, un periodista del periódico O Globo aseguraba que el ACV de Marisa «había sido provocado por las aspiraciones presidencialistas de Lula». Detrás de tan abominable declaración llegaron varios mensajes de odio por las redes sociales de seres (no humanos) que aplaudían y se regocijaban con la muerte de Marisa diciendo «misión cumplida».
Por su parte, el portal 247 denuncia que Marisa no fue más que «la primera víctima» de la llamada Operación Lava Jato, un entramado mediático y judicial creado por EEUU con jueces y periodistas brasileños a sus órdenes, para sacar al PT del poder y controlar una de las reservas petrolíferas mas importantes del mundo.
Para Beto Almeida, periodista y amigo de Lula y de Marisa «sí hay un sórdido linchamiento mediático contra Lula y a Marisa, por el hecho de ser Marisa una mujer obrera y militante. La persiguieron por Lula, por haber cambiado al país, ampliado derecho de los humildes, por haberse acercado a Cuba, a Rusia, a los BRICS, Celac, por fortalecer Mercosur, Unasur, por abrir las universidades a los humildes, por traer a médicos cubanos. La oligarquía no perdona y agredió a Marisa para atacar a Lula, porque saben que es un fuerte candidato para las presidenciales. Claro que es un daño irreparable».
Nunca se sabrá a ciencia cierta qué le provocó el ACV a Marisa. Lo que nadie podrá negar, es que esta mujer luchadora fue sometida en vida al más vil linchamiento mediático y que a todos aquellos que colaboraron en esta sórdida campaña de desprestigio les perseguirá eternamente duda de qué tanta responsabilidad tuvieron con esta muerte.
La muerte de Marisa la llorará eternamente su familia, el pueblo que la quiso, las mujeres luchadoras que se reflejaron en ella o que encontraron en su historia una fuente de inspiración. Pero quedará para ésta y futuras generaciones la reflexión sobre si la tan defendida libertad de expresión le da a una persona la patente de corso para acabar moral o físicamente con otro ser humano, porque como dice Jon Lee Anderson «el periodista no puede abandonar su condición humana jamás».