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Marruecos: el deslocalizador deslocalizado

Fuentes: Globalizate.net

La empresa francesa Kindy es la principal fabricante de calcetines del mundo. Hace quince años, deslocalizó su producción a Marruecos y Túnez. Ahora lo hace al sudeste asiático y a China. Es la consecuencia del fin del Acuerdo Multifibras, un pacto acordado en 1994 en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que […]

La empresa francesa Kindy es la principal fabricante de calcetines del mundo. Hace quince años, deslocalizó su producción a Marruecos y Túnez. Ahora lo hace al sudeste asiático y a China. Es la consecuencia del fin del Acuerdo Multifibras, un pacto acordado en 1994 en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que imponía una serie de restricciones y cuotas a la importación, y que expiró el pasado 1 de enero.

Con la apertura total del mercado del textil, un nombre provoca miedo: China. «El peligro amarillo», «El dragón insaciable»,… los epítetos se suceden en la prensa para definir al país que ha ido progresivamente copando el sector textil y que, tras el fin de las cuotas, apenas encontrará competidores. Se calcula que 20.000 nuevos proveedores chinos concurrirán a partir de ahora para sumarse a los 5.000 actuales, lo que permitirá al país incrementar sus exportaciones entre un 250% y un 330% en la próxima década. Según el Banco Mundial, ya en 2010, China pasará a controlar la mitad del mercado mundial textil.

¿Una competencia leal?

A la hora de explicar el éxito chino, hay quienes apuntan a la tremenda competitividad de su industria textil, más allá de los tan mentados bajos salarios. Un sector que se ha modernizado recientemente, ha cerrado las empresas menos productivas y ha reforzado las inversiones. Dispone, además, del mayor parque de maquinas de tejer del mundo y una tercera parte de los empleos e incluso parece dispuesta a atreverse con la parte de la cadena en la que más falla: la creatividad. Empresas chinas han anunciado la contratación de diseñadores franceses e italianos.

Otros, en cambio, acusan al gigante asiático de prácticas desleales, especialmente de realizar dumping (vender un producto por debajo de su coste de producción) «de todo tipo: social, económico, medioambiental, etc., lo que lleva a una desestabilización del comercio mundial», asegura Javier Aparicio, presidente de Ateval, la patronal del sector más representativa de España, la de la región valenciana. A esto se suma, según Aparicio, «una oferta de suelo urbanizado para poner en marcha una empresa hasta 20 veces más barata que la europea y una financiación bancaria que permite empezar a producir sin apenas gastar nada». Además, en China no hay seguridad social ni sindicatos, y su moneda, el yuan, está devaluada en un 25% (por estar anclada al dólar, divisa que arrastra un grave déficit comercial), lo que favorece sus exportaciones.

En cualquier caso, y más aún teniendo en cuenta que algunos de los países que más protestan por las prácticas chinas aplican medidas similares en otros sectores, resulta innegable que la imparable marcha del dragón asiático dejará sus «víctimas» por todo el Planeta. Diversos estudios apuntan que podría perderse hasta 30 millones de empleos en el mundo y los cierres de empresas están a la orden del día en numerosos países, sean o no del mundo desarrollado.

El cazador cazado

El caso de Marruecos se presenta en este caso como el mejor paradigma del «cazador cazado». Su industria textil (la tercera más importante, tras la agroalimentaria y la química y paraquímica) emplea a más de 200.000 personas y mueve un volumen de negocios de 35 miles de millones de dirhams (algo más de 3.200 millones de euros), según datos del Ministerio de Industria y Comercio marroquí.

Durante años, Rabat basó su estrategia de atracción de inversión extranjera y de promoción de exportaciones para el sector en los mismos «atractivos» para los empresarios europeos que ahora se vuelven en su contra. Entonces, no invirtió en especialización, ni en productos de gama alta, ni en creatividad, ni en diseño. Es decir, en nada de lo que ahora demanda como salida a la crisis. Se limitó a ofrecer mano de obra barata, a responder a las crecientes exigencias de los consumidores europeos (las grandes marcas europeas de moda ya no ofrecen un par de temporadas al año, sino cinco o seis) por medio de envíos cada vez más rápidos, y aprovechó su cercanía geográfica para erigirse en un gran proveedor europeo (el 78% de las exportaciones marroquíes se concentran en Francia, Gran Bretaña y España).

Esta estrategia creó empleo (el mismo que ahora peligra) en el sector, pero lo hizo en condiciones precarias y con gran presencia de subcontratación, para poder tener a tiempo los pedidos «al momento». Como explica el informe «Más por menos: El trabajo precario de las mujeres en las cadenas de producción globalizadas» de la ONG Intermón Oxfam, en Marruecos, las mujeres empiezan a trabajar en la industria del vestido a los 13 años y cuatro de cada cinco tiene una hija que abandonó la escuela antes de cumplir 14 años para cuidar de sus hermanos. Y muestra la connivencia gubernamental con estas prácticas. Según la versión de un funcionario de la Cámara de Comercio española en Tánger, un jefe extranjero quería pagar 10 dirhams por hora a sus empleados, que cobraban 8,5 dirhams por hora, y el inspector del Gobierno le dijo que no lo hiciese porque «sería peligroso» y «no sentaría bien a las demás empresas».

Marruecos ya resulta caro

Ahora, producir en Marruecos resulta incluso «caro» en relación a China y otros países asiáticos. «En la actualidad, por el mismo coste, tienes un artículo en Francia, nueve en Marruecos y… 25 en China», explica Roger Mouchant, consultor del textil con 35 años de experiencia. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en Marruecos se paga la hora a 0,54 euros, lo que ya es muy poco en relación a los sueldos europeos, mientras que en China, su coste es de 0,23 euros. Sin hablar de Indonesia, el país con la mano de obra más barata, a 0,10 euros/hora.

«El sector de la confección se ha terminado para Marruecos. En los próximos cinco años, el país habrá perdido la mitad de empleos en el mismo», añade Mouchant. Para Karim Tazi, secretario general de la Asociación Marroquí de la Industria Textil (AMITH), la patronal del sector, «el fin de las cuotas a suponer el mayor seísmo industrial que ha vivido Marruecos en los últimos años. Vamos a perder hasta el 40% de los mercados europeos». La Vie Éco, el semanario económico marroquí de mayor prestigio, habla del «momento más difícil del sector textil en Marruecos en toda su historia. El Estado no lo ha visto venir y no todos los profesionales del sector han evaluado adecuadamente la amenaza». Y eso que, ya en 2003, las exportaciones de textil cayeron un 10%. El resultado de la dejadez es, añade la publicación, «pocos o ningún pedido, líneas de producción detenidas, unidades en paro técnico, etc.».

Otros más optimistas hablan de 20.000 a 50.000 empleos amenazados y algunos, como el propio ministro marroquí de Industria y Comercio Salaheddine Mezouar, aseguran no sentirse inquietos por el futuro del sector. Eso sí, reconoce «evidente» que habrá cierres de fábricas y que se trata de «un paso obligado que Europa ya ha vivido». Para Mezouar, «las empresas actualmente amenazadas se encuentran entre el 40% del sector que hace subcontrata pura y dura». Es decir, el mismo modelo productivo que el Gobierno marroquí no tuvo ningún problema en apoyar mientras funcionó, hasta hace apenas un par de años, cuando empezó a sonar la alarma en el sector. De momento, y como aperitivo, Nike, Puma y Kindy abandonan el país, mientras que Marks&Spencer, H&M y Pimky preparan su marcha.

Como el propio ministro reconoce, aunque lo haga de forma irónica, «parece que nos hubiésemos despertado el uno de enero [de 2005] y descubierto el fin del Acuerdo Multifibras y de las cuotas textiles». Quizás sea eso, y no precisamente de forma cómica. O, como afirma Larabi Jaïdi en su artículo «Los pasos en falso del textil»: [El Gobierno marroquí] no ha tenido tiempo de tomar perspectiva: estaba demasiado ocupado negociando un descenso de los costes en las cotizaciones salariales, la energía, la fiscalidad…».