Nuestro vecino del Estrecho entra de lleno en el tronco musical que comprende el área árabe y musulmana extendida por África del Norte y Sudoeste de Asia. Si bien esto no supone que su bagaje musical sea uniforme ya que posee una riqueza y variedad insólitas a la par que ignoradas por nosotros los ibéricos. […]
Nuestro vecino del Estrecho entra de lleno en el tronco musical que comprende el área árabe y musulmana extendida por África del Norte y Sudoeste de Asia. Si bien esto no supone que su bagaje musical sea uniforme ya que posee una riqueza y variedad insólitas a la par que ignoradas por nosotros los ibéricos. Este desconocimiento proviene tanto de hacer tabla rasa de toda esa civilización, desde los beduinos del desierto hasta las mil y una noches, como de despreciar su cultura como tercermundista o peligrosa, a la vez que nos agenciamos sus tesoros arquitectónicos como netamente españoles. Intentaremos describir su abanico de sonidos.
– Arábigo-andaluza. Es la música que nació aquí, en Al Andalus, y que aún hoy está presente en nuestros romances populares. Cuando tuvo que huir se estableció en Marruecos, Túnez y Argelia sentando la semilla de su música clásica y culta. Las nubas o largas piezas que conforman el cuerpo de esta música fueron recopiladas en parte en el siglo XVIII y se fundaron escuelas para su estudio e interpretación; son importantes las de Tetuán, Fez, Rabat o Chauen. Notables intérpretes son la Orquesta Al Brihi de Fez, dirigida por Abdelkrim Raïs, la Orquesta Andalusí de Tánger o la de Tetuán, donde a su vez existe el Coro Femenino «Filali». En España Eduardo Paniagua ha fundado varios grupos, como el Ensemble Ibn Bayyá, en colaboración con los músicos marroquíes Omar Methiou y El Arabí Sherghini. Igualmente marroquíes y españoles integran los grupos Al Baraka y Abdelkarim Ensemble, radicados en Granada. En la tradición andalusí se sitúan también el cantautor Al Sikkameya o el laudista Said Chrabi. Las orquestas están formadas por violines, úd (laúd) y percusiones: bendir (pandero), darbuka o tambor de copa y la pandereta tar. En las formaciones más puristas llevan el primitivo ribab en lugar de los violines, que fueron introducidos en el siglo XIX, aunque, eso sí, los tocan en la postura árabe, encima de la rodilla.
– Bereber. Esta es la naturaleza del folklore más antiguo del país, como lo es el origen de gran parte de su población, e impregna el ámbito rural (bodas, trabajo, fiestas, etc.). Son cantos y danzas ejecutados por grupos comunales, casi siempre acompañados de panderos -que suelen llevar unos alambres transversales para sonar más estridentes-, y palmas, muchas palmas en ritmos entrecruzados. Donde mejor se conservan estas tradiciones es en el Alto Atlas, tomando el nombre de ahidus los grupos en el noreste y el de abuachs en los valles del suroeste; también hay músicos profesionales itinerantes, los imazyazn o los rways, que exponen sus relatos en mercaditos acompañándose de un ribab o de un lotar (especie de guitarra). Las montañas norteñas del Rif son también ricas en música bereber, allí los tabtuka yabylia poseen otros estilos con instrumentos de vientos como la flauta lyra y también la ghaita y el tebel -que viene a ser como la dulzaina y el tamboril, pero allí suenan a la vez muchas dulzainas y muchos tambores-. Se hizo famoso el sonido apabullante de los Maestros Músicos de Jujuka, una pequeña aldea, desde que los visitaran Paul Bowles y uno de los Rollings; tocan una música continua, sin solos, con poderes hipnóticos y curativos. Otros grupos conocidos son el Ensemble de Mujeres de Taroudant, B’net Marraquech, también femenino, y el Grupo Isawa de Ben Souda.
– Gnaua. En la zona sureña de Marraquech se conserva una música de trance animista que proviene de antiguas ceremonias de esclavos guineanos que fueron llevados allí en el siglo XVII. Su ejecución comienza con el sonido grave y profundo del guimbri o sentir, instrumento de tres cuerdas y caja rectangular que da un ritmo continuo, resaltado luego por las cárcabas, especie de castañuelas metálicas, en lo que parece ya un tren imparable sobre el que lanzan sus plegarias y frases a coro. En Europa, su semejanza con ritmos de bajo eléctrico ha ayudado a que este estilo penetrara y se han originado grupos de fusión. De los más clásicos son Muluk el Hwa y Nass Marrakesh, que han visitado España; también son conocidos Gnawa Ouled Marrakech y solistas como Hassan Hakmoun y Abdelazid Kodsi que practican un estilo más mezclado con otros occidentales.
– Cofradías místicas. En el mismo sentido religioso de alcanzar el éxtasis místico se enmarcan diversas hermandades, algunas impregnadas de la espiritualidad sufí que recitan alabanzas coránicas en coros envolventes (son las tarikas o la Harrakiyya de Tetuán). Otras, más fundidas con ritos bereberes, pueden buscar finalidades terapéuticas y tocan sus percusiones ensordecedoras, como las cofradías aisawa o jilala.
– Sefardí. Como es bien sabido también los judíos fueron víctimas de aquella «limpieza étnica» de los Reyes Católicos y se establecieron con su lengua y su cultura en el Norte de África sobre todo, aunque también implantaron colonias en Turquía o Grecia. Fundaron comunidades importantes en Tánger, Fez y Tetuán. Actualmente han disminuido mucho por la emigración a Israel, mas, en los siglos pasados se dio una gran comunicación cultural y existe, por ejemplo, un cancionero específico judeo-marroquí, que veneran intérpretes como Emil Zhrihan, nacido en Tánger, considerado una de las cumbres del estilo vocal sefardí; o Judith Cohenm, estudiosa y miembro del grupo Gerineldo, que se estableció en Canadá. También la Orquesta Andalusí de Israel la forman sefarditas nacidos en el Magreb que fusionan ambos repertorios; Françoise Atlan, Yosefa Dahara y Rosa Askenazi (que, pese a su apellido, no procede de Centroeuropa), son otros intérpretes de esta música, así como diversos músicos españoles, el más conocido es Joaquín Díaz.
– Los «modernos» de los 70. La situación en esta época era la de dos corrientes enfrentadas: una música culta influenciada por la grandilocuencia de las orquestas occidentales y postrada ante las grandes divas de la canción proveniente de Egipto o el Líbano; y una música folklórica muy antigua que no conectaba con la juventud urbana. Fue entonces cuando surgió en los suburbios de Casablanca el grupo Nass el Ghiwan que, tomando formas de la tradición gnaua y otras influencias, crearon una música popular netamente marroquí y con un lenguaje comprometido que conectaba con las nuevas generaciones, haciendo de sus conciertos verdaderas celebraciones con sus largos recitados sobre problemas actuales y ritmos que arrastraban a los oyentes. Fueron detenidos varias veces y dos de sus fundadores murieron pronto, lo que contribuyó a mitificarlos. Su influencia produjo otros grupos en esta línea como Jil Jilala y Lem Shaheb.
– Chaabi. Si la música gnaua es la tendencia que más ha trascendido al exterior, no ha sido así con la más realmente popular en todo el país -«chaabi» significa eso: popular-. Es la que se escucha por la radio, la que más se graba en los casetes que proliferan en tiendas y puestos callejeros, haciéndose oír constantemente en el bullicio de sus calles-mercado. Es una música alegre y sencilla, muy emparentada con la tradición bereber, aunque toma elementos árabes y modernos, pero, en general, suelen ser canciones en las que un solista es constantemente respondido por un coro o instrumento, las más de las veces un violín, que además de frasear insistentemente, puede hacer improvisaciones excitantes; todo ello con unas percusiones típicas que imprimen un ritmo frenético el cual, además, se acelera hacia el final: o sea, una marcha estupenda. Existen infinidad de cantantes e instrumentistas, destacando el éxito de Nayat Aatabou, una mujer con estilo propio y personales letras de contenido social y feminista. Otros nombres son Khaled Benani, Faissal o la Orquestra Jidwan.
– Pop. Refiriéndonos ahora a los estilos que así se denominan comercialmente en nuestro país, es de notar que su penetración en la música marroquí es un hecho. No ha tardado en calar el raï, de origen argelino, pero cuya producción actual proviene mayormente de Francia: tiene ya sus estrellas marroquíes como son Cheb Kader, Nasro, Chaba Zahuanía y el residente barcelonés Chab Shamir. Otros mezclan la herencia árabe con el rock, funky, rap, etc. como Hamid Baroudi, Majid Bekas, el grupo Argan y El Hussaini Kili (que estuvo con los alemanes Dissidenten). En Francia proliferan los grupos mestizos con marroquíes y argelinos entre sus miembros, como son la Orquesta Nacional de Barbés y Gnawa Diffussion; también en Barcelona han nacido 08001 (el distrito del Raval), y en Valencia el grupo Mawali. La tendencia tecnológica ha fructificado entre Casablanca y Suiza y existe ya un dance «arab-tecno», producido por grupos como Aisha Khandisha’s Jarring Effects o Amina Saqati.
En fin, que aunque los talibanes e integristas la prohíban, en Marruecos la música inunda la vida cotidiana. En los restaurantes aparecen pequeños grupos de inspiración andalusí, en mercadillos y callejas encontramos músicos o danzantes con sus panderos, y el omnipresente chaabi nos acompaña por doquier. Las casetes, verdadera música de consumo interior, las produce principalmente la industria musical de Casablanca y constituyen el preciado tesoro que nos conecta con su ambiente (se pueden conseguir por aquí, en tiendas marroquíes). Hay Encuentros de importancia internacional, promocionados oficialmente, como el Festival de Músicas Sagradas de Fez, que va por su 10ª edición y se celebra en Mayo; o el Festival Gnaua de Esahuira, en su 7º año, y hay otros importantes en Asilah, Tánger y Rabat.
Pues eso, merece la pena conocer todas estas músicas tan especiadas y así disfrutar de su sabor intenso.
—————-
Este artículo es una versión ampliada del publicado en el n° 13 de la edición impresa de la revista Pueblos, septiembre de 2004, p. 62.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
– CALVO PANZANO, Luis: La música del Magreb, libro-disco editado por la Fnac, Madrid, 2000.
– GARCÍA MARTÍNEZ, José María: Atlas étnico, Alianza, Madrid, 2002.
– MUDDYMAN, Dave: The Rough Guide of World Music: Morocco, Penguin Books, London, 1999.
– PANIAGUA, Eduardo: «La música andalusí en la España actual», Interfolk, Madrid, otoño de 2001.
– POCHÉ, Christian: La música arábigo-andaluza, Akal, Torrejón de Ardoz, 1997.
– ROVSING OLSEN, Miriam: Chants et dances de l’Atlas, Cité de la Musique/Actes Sud, Arles, 1997.
– TSIOULCAS, Anastasia: revista Global Rhythm, New York, marzo de 2004, monográfico sobre Marruecos.
– Revista de viajes Altaïr, Barcelona, enero de 2001, número dedicado a Marruecos.
– Artículos y entrevistas con Juan Goytisolo en prensa y radio.