Es asombrosa la coincidencia de eventos cruciales durante todo el mes de marzo que orientarán el destino geoestratégico del planeta.
1. Cierre del año fiscal de Japón que obliga a un escrutinio particular después de los amagos de derrumbe bursátil, de contabilidades fradulentas en todo su sistema financiero, y de magnos escándalos empresariales. 2. Reporte de la Agencia Internacional de Energía Atómica sobre el contencioso nuclear iraní. 3. Ocultamiento oficial de la medición de masa monetaria M3 por la Reserva Federal, ahora bajo la dirección de Ben Helicóptero Bernanke (quien proclamó su disposición a imprimir y lanzar todo el dinero necesario desde un helicóptero). 4. Remoción del producto químico orgánico MTBE (metil-tert-butil-eterel) de parte de las refinerías estadunidenses, lo cual reduciría la entrega de petróleo. 5. Elecciones legislativas en Ucrania. 6. Comicios en Israel. 7. Apertura de los juicios del mafioso Jack Abramoff y del felón californiano del Partido Republicano Randy Cunningham, que pueden trastocar la geometría política de Estados Unidos. 8. Lanzamiento incierto de la bolsa de valores petrolera de Teherán con permutación de petrodólares a petroeuros. 9. ¿Prueba nuclear iraní al inicio del Nouruz (la primavera persa)? 10. ¿Bombardeo de Irán por Washington el día 28 (coincidente con la elección israelí)? -según las predicciones de Vladimir Volfovich Zhirinovsky, vicepresidente de la Duma rusa (MosNews, 7/2/06).
Cualquiera de estos 10 eventos cruciales (siete irrefutables y tres discutibles) marcaría en sí solo todo un acontecimiento, a lo que se suma como undécimo factor el anuncio sin nada de ruido del lanzamiento de una nueva divisa unitaria por el Banco de Desarrollo Asiático (BDA) para el mes de marzo (Diario del Pueblo, 6/2/06).
Pero, ¿qué tendrá marzo de 2006 en especial?
A nuestro humilde juicio, el ocultamiento a partir del 23 de marzo del M3 (donde destacan depósitos mayores a 100 mil dólares, los fondos institucionales de dinero, «depósitos de amplia denominación de tiempo», eurodólares y los peligrosos «acuerdos de recompra» conocidos como «repos») es muy probable que represente la causal principal, como epifenómeno de la grave crisis financiera y económica de Estados Unidos, de que ocurran uno, algunos o la mayoría de los otros factores, o que, en su defecto, contribuya decisivamente a que los demás actos tomen su vida propia y se retroalimenten entre sí.
Los tranposamente subreportados «repos» promedian un intercambio descomunal de 5 millones de millones de dóalres al día (¡súper-sic!) en Estados Unidos y «equivalen a más de la mitad (otro ¡súper-sic!) de toda la masa monetaria» que alcanzó 9.97 millones de millones (trillones en anglosajón) en septiembre pasado, según el muy competente Henry C.K. Liu (El Mago de la Tierra de las Burbujas, Asia Times, 14 y 29 de septiembre / 9 de octubre 05).
Dicho en corto: el «mercado repo constituye el mayor mercado financiero de hoy». Esto es justamente lo que encubrirá el ocultamiento de la publicación de la medición de liquidez monetarista M3. Liu define al «repo» como un «préstamo, con frecuencia por una corta noche, típicamente apuntalado por un bono del Tesoro de alto rango, una agencia o por valores pignorados. Representan contratos para la venta y la recompra futura de activos financieros de alto nivel». Con tanta chatarra que ha inundado las finanzas estadunidenses y la epidemia de fraudes contables que ha plagado a Wall Street, ¿qué significa «alto-nivel»?
Allá quien a su cuenta y riesgo desee creer a pies juntillas las cifras engañosas de la Reserva Federal y las instituciones financieras de Estados Unidos, tan mendaces como su presidente número 43, que colocan el monto de los «repos» en 537 mil 300 millones, es decir, 10 veces menor (¡súper-sic!) a la monumental cifra real. Para dimensionar los alcances de su encubrimiento oficial por la Reserva Federal, cabe destacar que el mercado real (¡cómo hay que insistir con el adjetivo!) de los «repos» representa 43 por ciento del PIB de EU.
En este contexto, que naturalmente no se le escapa a quienes saben del tema, el BDA «emitirá en marzo» (¡súper-sic!) la «unidad de divisa asiática» (ACU, por sus siglas en inglés) y hará «flotar bonos denominados en ACU», lo que, a nuestro juicio, significará un golpe brutal al decadente dolarcentrismo.
Zhang Bin, investigador de la Academia de Ciencias Sociales de China y autor del artículo que anuncia el lanzamiento de la divisa asiática, considera que «para las economías del este de Asia que se han vuelto más cercanas en comercio e inversiones, se trata de un intento audaz (sic) para mejorar todavía más la cooperación económica en esa región».
En esencia, el «ACU sigue las otras propuestas de cooperación financiera regional» (la iniciativa Chiang Mai y el Fondo de Bonos Asiáticos) y «no será una divisa física que pueda ser usada en el sitio de las transacciones, sino que se tratará de una divisa virtual cuyo valor se determinará tomando en consideración factores como las divisas de los otros 13 países del este de Asia, su PIB, la escala del comercio, etcétera. Las divisas de China, Japón y Corea del Sur tendrán la ponderación más significativa. Bajo el plan, el yuan chino pesará más que ninguna otra divisa, seguido por el yen nipón y el won sudcoreano». El PIB conjunto de los tres países que soportarán el ACU es de casi 7.5 millones de millones de dólares, es decir, 22 por ciento del PIB global.
El asombroso poderío geoeconómico de la tríada del noreste asiático -China, Japón y Corea del Sur- se ha posicionado detrás de Estados Unidos y la Unión Europea en cuanto al PIB se refiere, lo cual no se ha reflejado en la tenencia de una divisa como el dólar y el euro, y el ACU puede suplir con creces tal carencia monumental.
Se hace camino al andar y será muy difícil que Washington pueda detener la voluntad asiática de poseer su propia divisa independiente. El «efecto Dragón» de 1997, manipulado por el megaespeculador Schwartz György (alias George Soros) -a quien su mismo correligionario, el oliggarca ruso-israelí Boris Berezovsky, exhibió de ser agente de la CIA (nota: tiene lógica)-, conmocionó a toda la región asiática, la cual, a partir de entonces, inició el proyecto de crear una divisa común, similar al euro, que los pueda defender frente a los embates especulativos a los que son patológicamente adictos los países de la anglósfera. Era aberrantemente absurdo que un solo megaespeculador con máscara de filántropo (sic) -apoyado presuntamente tras bambalinas por el ex presidente Clinton, el ex secretario del Tesoro Robert Rubin, hoy segundo de a bordo de Citigroup, y los megabancos anglosajones- haya conseguido despedazar las finanzas de la mayoría de los indefensos países del este de Asia.
De las desgracias se aprende y la «función inmediata del ACU será medir la estabilidad relativa de las divisas de la región», como acota el académico Zhang Bin.
Para el lanzamiento de un mercado regional de bonos asiáticos apuntalados por el ACU, sólo existe un paso que podrá ser dado gracias a las descomunales reservas foráneas de Japón (un millón de millones de dólares), China (más de 800 mil millones) y Corea del Sur (alrededor de 230 mil millones), que representan un poco más de la mitad de las reservas foráneas mundiales.
Cabe señalar que del total de reservas foráneas del mundo, que han alcanzado 4 millones de millones de dólares, 75 por ciento se encuentra en la totalidad de los bancos centrales asiáticos (más allá de la motivada región oriental) y será interesante ver si India y Rusia, dos potencias geoeconómicas asiáticas en ascenso, se incorporan al proyecto del ACU, que adquiriría así el estatuto de divisa asiática a carta cabal.
El este asiático ha optado por su legítima independencia geofinanciera, lo cual debiera ser explorado por la nueva pléyade de capaces mandatarios sudamericanos para lanzar su propia divisa común, antes que los arrastre la profundización de la agonía del dólar.