Perplejos nos quedamos los ciudadanos de a pie ante la deriva que está tomando la crisis financiera, y más todavía de las soluciones que los gobiernos, sean del color que sean, están aplicando para intentar calmar esta debacle bursátil. Lo nunca visto, billones de euros de los impuestos de los ciudadanos , que en los […]
Perplejos nos quedamos los ciudadanos de a pie ante la deriva que está tomando la crisis financiera, y más todavía de las soluciones que los gobiernos, sean del color que sean, están aplicando para intentar calmar esta debacle bursátil.
Lo nunca visto, billones de euros de los impuestos de los ciudadanos , que en los presupuestos de los estados de este año que viene se recortarán en partidas tan importantes como sanidad, educación, servicios sociales y ¡ojo! de solidaridad con los pobres del sur, se van a entregar a los banqueros y especuladores para tapar los agujeros que su mala gestión y avaricia han creado a las finanzas mundiales. No solo de indignación está hecho el Boletín, apuntamos análisis de lo ocurrido y os anunciamos uno próximo sobre posibles soluciones…. utópicas por supuesto: no conocemos otras.
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Más aclaraciones sobre la crisis:
PRIMERA: Sobre las subprime. Nos levantamos por la mañana, ponemos la radio y los locutores nos abruman con su negros augurios. Esto se hunde sin remedio. Salimos a comprar el pan. La gente va, viene, hace su cosas, trabaja, toma café, etc. como si no pasara nada. Volvemos a casa, abrimos el periódico y desde la portada los redactores rivalizan en lo de pintar el mundo con el color más negro posible.
¿Cual es la verdad, la de los medios de comunicación o la de la calle? O, lo que es lo mismo, ¿la crisis es la financiera o la de la economía real, la productiva y del consumo? ¿Han sido las subprime, como dicen, las que han llevado a la economía real a la crisis, o ha sido al revés?
Si uno hace caso a los de la radio y compañía, han sido las subprime. Pero como son voces interesadas las que lo defienden parece oportuno echarle una ojeada al asunto.
Veamos como pasó, o sea, qué son exactamente las subprime. Hace cosa solo de año y medio o cosa así, cuando uno quería comprar un piso se asomaba a una entidad bancaria (sin especificar, para no herir susceptibilidades) y pedía un préstamo. Rápidamente le preguntaban si en vez de financiar el ochenta por ciento quería financiar el piso en su totalidad. Ante esa facilidad el cliente asentía encantado.
Le informaban que eso le costaría un pelín más, pero que era una gran ventaja porque le daban hasta cincuenta años para pagar y que, aunque se muriera, no habría problema porque le harían dos seguros, un de paro y otro de vida, de forma y manera que el préstamo siempre estaría garantizado y nunca perdería el piso, tanto si se quedaba sin ingresos como si se iba al otro barrio, por lo que su mujer y sus hijos podían respirar tranquilos.
Le sugerían después que podría incluir los gastos de escritura, registro, impuestos y demás, cosa que al comprador le seguía pareciendo de perlas. Aquí otra pequeña subidita del interés. Nueva sugerencia, financiar también los muebles y las obras de mejora. Nueva subidilla.
A continuación venía aquello de las tarjetas, el seguro de hogar, el de incendios y la imposición a plazo fijo que tendrían que depositar para obtener al año siguiente una sustanciosa rebaja en las cuotas vía bonificación de algunos conceptos y comisiones. Más gastos y comisiones.
A estas alturas ya se había financiado el ciento veinte por ciento del valor del piso en el mercado, eso sí, con unos intereses reales bastante más altos de los normales. También estaba claro que el «imprudente» nuevo propietario no podría pagar las cuotas, aunque eso si, se le dejaba entrever que no habría problema porque siempre podría refinanciarse, aunque no se dejaba claro cómo se haría.
No es cuento. Era la realidad en casi todas las oficinas bancarias.
Esto, en América y aquí, son las subprime. ¿Dónde estaba el truco? Es cosa sencilla. En la economía real, en el mercado inmobiliario, los pisos subían todos los años entre el quince y el veinte por ciento. Bastaba pues que el cliente aguantara dos años para que el valor en mercado del piso cubriera ampliamente el importe del préstamo más sus intereses.
Y como, al mismo tiempo, eran unas hipotecas con intereses muy altos, resultaban muy rentables para los bancos. Por eso se «empaquetaban» y se vendían unos a otros con alegría y satisfacción generalizada.
Empaquetar era juntar en una oferta un montón de hipotecas que se cedían unos bancos a otros. Cuando a un banco le faltaba liquidez le vendía sus paquetes de hipotecas a otro que sí tenía perras. La gente sabe a quién le pidió el préstamo pero ignora a quien se lo debe ahora, porque en la escritura se dejó claro que la entidad prestataria podría siempre que quisiera traspasarle el préstamo a otra entidad, nacional o extranjera, con lo que puede resultar que el que se compró un piso en Chanquete de los Tilos le deba el dinero a una caja de ahorros de Alaska o una financiera de Indonesia. Eso sí, el tiene que pagar siempre en la misma oficina.
¿Porqué se vino abajo la cosa? No porque el incauto hipotecado no pudiera pagar, que eso ya pasaba antes, sino porque la burbuja hizo «plummmm» y los pisos dejaron de subir y los préstamos se quedaron al aire.
Conclusión: fue la economía real la que hundió a las subprime. Y no lo que de manera interesada nos quieren vender, luego veremos por qué.
SEGUNDA: Sobre la confianza. Si hay una cosa en la que los analistas todos, los de verdad y los loritos/as más o menos telegénicos/as, es que lo de la crisis financiera es una crisis de confianza.
Nosotros confiamos en los bancos y los gobiernos visto lo visto, mucho más que nosotros. Los que no confían unos en los otros son los mismos bancos y, como todos han comprado o han vendido «paquetes tóxicos», como se dice ahora, es decir, paquetes de hipotecas muy rentables pero mal garantizadas, o sea, que no pueden cobrarse, están escarmentados. Y ahora les pasa aquello de que piensa el ladrón que todos son de su condición.
Como no se fían no se prestan dinero entre ellos y si lo hacen cobran unos intereses muy altos y es por eso por lo que el euribor está tan alto. Esperemos que de esta vez la gente escarmiente y se busquen para los préstamos con garantía hipotecaria índices más racionales, ligados a los precios oficiales del dinero y no a las locuras de los mercados financieros.
Para que entre los bancos y entidades financieras vuelva a reinar la confianza es imprescindible que actúen mecanismos exteriores a los mercados financieros, y, como es lógico, estos mecanismos han de ser de carácter público, como lo reconocen los propios actores del drama.
TERCERA: Sobre el crack. El mercado como aparato regulador de la economía ha demostrado lo sabido desde siempre, y es que es absolutamente incapaz de regular nada, por lo que los ricos de siempre han pedido auxilio (como siempre) al papaíto estado para que los saque del lío. Y es que para eso inventaron el estado capitalista, que no debe intervenir nunca en economía cuando ellos explotan o engañan a todo quisque, pero que debe salvaguardar el orden público que consiste en que los ricos sigan siendo ricos, como se ve.
Claro, para que el estado responda es necesario que los políticos puedan justificar sus actos ante el pueblo soberano, así que ha habido que montar la tragicomedia de las subprime para acojonar al personal y que los poderes públicos soltaran la pasta necesaria, como así ha sido. Para eso, y por eso, son los que mandan.
Por eso, desde el principio, se ha insistido en que la causa de las crisis son las subprime y que, eliminada la causa, todo lo demás se arreglará sin más, lo que cualquiera puede ver que es falso, porque arregladas las subprime, los pisos seguirán sin venderse. Esto es lo que hay en el trasfondo de las críticas del PP al plan de Zapatero de comprar activos a los bancos, pero no lo dejan claro porque, por un lado, no quieren enemistarse con la banca y, por otro, lo que quieren es que se ayude a sus pobrecitos empresarios sin más historias y que la crisis la paguen los de siempre: los pobres, y, especialmente, los inmigrantes.
Los clamores y lamentos de los sufridos burgueses han tenido éxito y han conseguido que sin dudarlo los gobiernos de todo el mundo desde los USA a China apoyen a la banca, pero han producido algún efecto colateral quizá no deseado, aunque quizá sí, y ha sido lo del crack de las bolsas.
A fuerza de lamentarse y gritar han conseguido asustar a los más asustadizos, que son los famosos ahorradores-inversionistas. Estos señores y señoras, millones y millones en todo el mundo, trabajan como enanos para conseguir algunas perrillas, que llevan al banco y el banco les aconseja que inviertan en maravillosas acciones que serán la garantía de su vejez futura y su bienestar presente. Son variados, pero el grupo más importante son las llamadas clases medias (pequeña burguesía urbana y campesina, nueva pequeña burguesía). Son funcionarios, mandos intermedios, pequeños propietarios, rentistas, jubilados, autónomos, trabajadores de cuello blanco, comerciales, creativos, taxistas, profesionales, técnicos de todas las técnicas, etc, etc.
Cuando la bolsa empieza a bajar empiezan a ponerse nerviosos pensando que lo mucho que habían ganado con la revalorización de las acciones por causa de la inflación puede perderse, pero aún confían en el director de la sucursal de la esquina, que parece que sabe algo, aunque lo único que sabe es dar las consignas que sus jefes amablemente les comunican. Como ellos (los directores o los jefes de valores) confían ciegamente en sus jefes (que para eso les pagan) hablan con aplomo y seguridad, lo que da impresión de amplios conocimientos, y los clientes vuelven a confiar y esperan mientras las acciones bajan y bajan. Hasta que llega el día en que no se fían ni del director y venden pase lo que pase. Sobre todo cuando los gobiernos empiezan a tomar medidas para «proteger» a los bancos, lo que a los castos oídos de los «ahorradores» significa que qué mierda estará pasando cuando estos se meten en estos berenjenales.
Cunde el pánico, y, como en las películas del Oeste con las famosas estampidas, venden tanto y tan sin tino que ya ni siquiera los grupos financieros más fuertes pueden contener el caos. Recordemos que en las grandes entidades como los bancos, los mayores propietarios tienen menos de un cinco por ciento de las acciones (entre todos ellos), mientras que el noventa o el noventa y cinco por ciento restante está en manos de millones y millones de ahorradores.
Este superdesastre, según lo llaman, tiene, al final unos efectos muy beneficiosos para algunos.
Los primeros beneficiados son los grandes grupos financieros que compran a cincuenta lo que hace un año vendieron a cien.
Los segundos son los mismos grupos porque el estado los ayudará a ellos para que «los trabajadores» no pierdan sus ahorros.
Y los terceros somos nosotros, por dos razones: Una, porque nos hemos vuelto más ricos ya que con nuestros escaso ahorros, si antes podríamos comprar tres telefónicas, ahora ya podríamos comprar cinco. Y dos, porque la desaparición de la especulación en lo inmobiliario y lo financiero junto con la baja liquidez suele contener la inflación, como puede verse con lo del precio del petróleo.
CUATRO: Sobre las «pérdidas de la bolsa». Se dice que en lo que va de año la bolsa ha perdido en España la hermosa cifra de doscientos mil millones de uros. Con estre dinero han desaparecido las fortunillas de muchos millones de gente que metió sus perras en fondos de inversión o planes de pensiones.
¿Cómo se ha ido? Pues por el mismo sitio que vino. Era una revalorización ficticia, que no respondía a ninguna actividad real. O sea, que nunca existió.
En economía, como en todo, lo que es, es. Las casas, el trabajo, las mercancías, el descanso, son cosas reales. En cambio, el dinero no es más que una representación, una imagen, de lo que existe en la realidad. Y lo mismo las acciones, las cuentas corrientes o los saldos de la VISA.
Si lo ficticio crece y crece sin tener en cuenta lo que representa, tal crecimiento es de suyo ilusorio y, más pronto o más tarde, termina coincidiendo con la realidad.
QUINTO: Sobre la crisis de la economía real. Al menos hasta donde podemos ver hoy, la crisis real ha tardado mucho en llegar desde la última (la del 98) y eso la ha hecho más grave.
Cada vez que había amenaza de recesión la cosa se solucionaba incrementando el consumo, lo que se conseguía concediendo créditos fáciles y baratos. Eso era el quid del euribor a precio de saldo. El consumo aumentaba (junto con la deuda familiar), los coches y las casas y los MP3 se vendían y seguíamos tirando. A base de aspirinas el enfermo aguantaba y la crisis se retrasaba. Eso sí, cuando ha aparecido, como la parte dañada de la economía era más grande la crisis ha sido mayor de lo normal, de lo normal de una crisis de ciclo medio.
Todos los muchos parches financieros que se pusieron para evitarla, como bajar abusivamente los tipos de interés y facilitar crédito al consumo sin ton ni son (política que iniciaron en España los del PP y prolongaron los sociatas) ha resultado, no solo inútiles, sino, sobre todo, dañinos.
En el momento actual han entrado claramente en crisis precisamente los tres sectores más mimados por el crédito al consumo, el inmobiliario el del automóvil y el de los chismitos caseros (móvil, PC, TV de plasma, etc.).Y con ellos sus industrias subsidiarias y derivadas. No es casualidad.
También es verdad que el resto del sector productivo se está comportando bastante bien.
En estas circunstancias lo lógico es que a la crisis le queda menos de un año, y en eso coinciden hasta los que no se fían de lo de los ciclos. Una vez se calme lo la crisis financiera empezará (si no ha empezado ya, como apuntan las desaceleraciones de la inflación y del paro) la economía real a remontar, si bien al principio no se va a notar mucho, porque aún crecerá el paro por algún tiempo.
En todo caso, la caída libre de la economía real parece haber terminado y no se ven en el horizonte cierre generalizado de pequeñas y medianas empresas.
Esto no significa que no haya crisis, que los parados no vayan a seguir aumentando, que los precios dejen de subir, que estemos en el mejor de los mundos. Hay capitalismo (que hasta sin crisis es una cabronada), hay además crisis de la economía real, los gobiernos hacen lo que hacen, que es servir al capital descaradamente (como siempre), los ricos siguen ganando dinero y los pobres de todo el mundo (especialmente los más pobres), tendrán que pagar el pato. De todo esto hemos hablado en bastantes boletines anteriores
Lo que denunciamos ahora es la mentira generalizada e interesada sobre la naturaleza, las causas, las consecuencias y la duración de la crisis actual.
Salvo algunos, muy pocos, analistas independientes, cuyas opiniones se ignoran a propósito, lo que oímos, vemos y leemos es lo que nos dicen los servidores del sistema. Los periódicos (hasta los que se dicen de izquierdas), las radios, las teles, etc. son propiedad de sus propietarios y dicen lo que a sus propietarios conviene.