La violencia y la inestabilidad reinante en Iraq desde 1991 ha obligado a más de 4 millones de personas a abandonar el país, según se desprende de un informe presentado el miércoles en la Universidad de Galatasaray en Estambul. La investigación, titulada «Lejos de Iraq: la migración iraquí a los países vecinos y a Turquía […]
La violencia y la inestabilidad reinante en Iraq desde 1991 ha obligado a más de 4 millones de personas a abandonar el país, según se desprende de un informe presentado el miércoles en la Universidad de Galatasaray en Estambul.
La investigación, titulada «Lejos de Iraq: la migración iraquí a los países vecinos y a Turquía después de 2003» (http://www.orsam.org.tr/en/enUploads/Article/Files/20101126_orsamreport20.pdf), fue presentada por su autora, la socióloga D idem Danis, acompañada por otros miembros del Centro de Estudios Estratégicos de Oriente Próximo (ORSAM), responsables del estudio.
Iraq vive una crisis humanitaria sin precedentes provocada por dos guerras y una clima de violencia sectaria -más virulenta sobre todo desde 2005- que ha forzado a más de 4 millones de personas a buscar refugio en el exterior en búsqueda de seguridad y a un número similar de desplazados internos debido también a los conflictos. Iraq ocupa desde hace años el segundo puesto mundial en el triste ranking de los países con mayor número de refugiados, sólo superado por otro de los países que, gracias a Occidente, camina hacia la paz y la democracia: Afganistán.
En el caso iraquí los países más afectados son los limítrofes Siria, con 1,4 millones de refugiados, y Jordania, que alberga a unos 750 mil, seguidos de Egipto, Irán, Líbano, Turquía, los diferentes estados del Golfo Pérsico y otros países árabes que dan cobijo a cerca de 2 millones de desplazados.
El informe llama la atención sobre la actitud de las potencias occidentales, promotoras de la invasión contra Iraq, que cerraron sus puertas a los demandantes de asilo amparados en la justificación de que en el país comenzaba la paz y la democracia tras la caída de Sadam Hussein. A modo de ejemplo, entre los años 2003 y 2007 los Estados Unidos sólo concedieron el estatus de refugiados a 466 iraquíes, mientras que 21 países de la denominada coalición aliada albergan en la actualidad a unos 170 mil desplazados. Es decir, han acogido de media a unas 8 mil personas.
Países más duramente afectados
El estudio cronológico está dividido en tres períodos: los años que van desde la primera guerra del Golfo (1991) hasta la invasión norteamericana (2003); la etapa de 2003 a 2006; y de 2007 en adelante.
En abril de 1991, una oleada de refugiados buscó como destino el territorio turco. Se calcula que medio millón de personas comenzaron a llegar a las fronteras de Turquía huyendo de las matanzas que el gobierno de Sadam Hussein estaba llevando a cabo contra los kurdos iraquíes. No era la primera vez que lo hacían, tres años antes, en 1988, cerca de 100 mil kurdos iraquíes habían llegado huyendo de la guerra Irán-Iraq, pero para entonces apenas quedaban unos 30 mil. El gobierno turco pidió ayuda a EEUU y Gran Bretaña, quienes establecieron una zona de seguridad al norte del paralelo 36, lo que sirvió para aliviar la situación. Un mes después, en mayo de 1991, tan solo 14 mil demandantes de asilo permanecían en Turquía, y para octubre esta cifra se había reducido a 5 mil.
Sin embargo, los intensos bombardeos aliados durante la guerra, que destruyeron gran parte de las infraestructuras del país, y la imposición del embargo internacional decretado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas generaron una profunda crisis económica y un sentimiento de inseguridad ante el futuro que al menos un millón y medio de iraquíes decidieron abandonar definitivamente su país.
Tras el derrocamiento de Sadam Hussein en 2003, gran parte de los emigrados chiítas y kurdos (que formaban el grueso de los desplazados hasta ese momento) decidieron retornar ante las promesas de cambios económicos y políticos. Estas esperanzas de paz y democracia, difundidas por los EEUU, nunca llegaron a materializarse y hacia 2005 el clima de violencia, inseguridad, caos, secuestros, asaltos y bombas llegó a convertirse en cuestiones habituales de la vida diaria.
Una de las quejas más repetidas por los iraquíes durante las entrevistas, llevadas a cabo para la elaboración del informe, se expresa mediante la afirmación de que «antes sólo había un Sadam, pero ahora hay miles». En este sentido, un demandante de asilo que prefirió permanecer en el anonimato aseguró que «la seguridad desapareció después de 2003, no podías saber quien te atacaría, el gobierno mismo se convirtió en una mafia y no podías ir a la policía ante ningún problema porque no estaba claro de qué lado estaban, el único apoyo era el de tus parientes».
Pese a la dura situación del país las solicitudes de asilo fueron suspendidas. Decisión amparada por el silencio cómplice de los países occidentales y las declaraciones de que el país se encaminaba hacia la paz y la democracia. Entre 2003 y febrero de 2008 más de un millón de personas murió a consecuencia de la violencia en Iraq. «Podían ser gente del [partido] Baaz, o de la mafia o de al-Qaida. Lo importante para mi no era saber quiénes eran sino que estaba siendo amenazado por ellos», relata un demandante de asilo localizado en Estambul.
Según Antonio Guterres, Secretario General del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU (UNHCR), 2 millones de iraquíes dejaron su país desde el inicio de la invasión (2003) y 2007, mientras que la violencia sectaria provocó el desplazamiento interno de 1,7 millones de personas. Durante ese mismo periodo la Administración Bush había otorgado la condición de refugiados a 466 iraquíes. A partir de 2007, el reconocimiento internacional de la dramática situación que se vivía en el país invadido forzó al gobierno de EEUU a recibir un mayor número de refugiados. Sin embargo, este aumento fue muy limitado: entre 2007 y febrero de 2009 los servicios de inmigración aceptaron la entrada de 19.910 iraquíes. El país que había llevado a cabo la destrucción de Iraq se ha desentendido por completo de las víctimas que ha generado.
En contraposición a estas cifras Siria ha recibido a cerca de 1 millón y medio de desplazados iraquíes, lo que ha generado graves problemas económicos, sociales y de infraestructuras en el país. En idéntica situación se encuentra Jordania, con más de 750 mil refugiados, o el pequeño estado de Líbano, con casi 40 mil.
El caso de Turquía
Pese al hecho de compartir fronteras con Iraq, Turquía no recibió durante la pasada década una gran avalancha de refugiados como sucedió con otros países árabes. Entre las razones argüidas en el estudio se hallan la distancia geográfica, la dificultad de la lengua, el alto coste de vida, el reducido número de organizaciones humanitarias que trabajan con refugiados y el complejo proceso para obtener un permiso de residencia. Pese a todo un número considerable de desplazados llegaron hasta Turquía como etapa de paso hacia otros países. Según un informe del UNHCR publicado en 2007, sólo 10 mil iraquíes residían en territorio turco. Pero el informe también recuerda que entre 1995 y 2004 unas 100 mil personas procedentes de Iraq fueron detenidas por las fuerzas de seguridad turcas bajo la acusación de entrada o permanencia ilegal en el país.
Los iraquíes han sido durante los últimos diez años el grupo más numeroso de inmigrantes indocumentados arrestados por las fuerzas policiales de Turquía, y el hecho de que únicamente se aporten los datos de las detenciones no puede hacer olvidar la existencia de personas que, habiendo burlado los controles de entrada, viven en el país pese a encontrarse en situación ilegal.
Conclusiones
Todos los entrevistados expusieron simple y llanamente su deseo de llevar una vida normal, como cualquier persona, y muchos de ellos explicaron que no abandonaron su país voluntariamente, sino obligados al no tener otra opción ante el clima de violencia existente.
El estudio alerta ante la crisis social en la que está sumida Iraq, el éxodo ha hecho desaparecer la diversidad étnica, religiosa y cultural existente, pero además la inseguridad y las amenazas ha vaciado el país de su capacidad humana, toda una clase media urbana, formada y profesional sin la cual la reconstrucción demorará años.
Antonio Cuesta es corresponsal de la agencia Prensa Latina en Turquía
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