Más de la mitad de la población mexicana que habita en el campo son mujeres (51.5 por ciento), según cifras oficiales, debido a la migración masculina acrecentada por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), por lo cual el futuro del campo mexicano está en manos de ellas. Así lo señaló hoy […]
Más de la mitad de la población mexicana que habita en el campo son mujeres (51.5 por ciento), según cifras oficiales, debido a la migración masculina acrecentada por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), por lo cual el futuro del campo mexicano está en manos de ellas.
Así lo señaló hoy Sandra García Luna, secretaria de la Central Campesina Cardenista (CCC) durante la Mesa Redonda Libre Comercio, Desarrollo y Género, organizada por la Fundación Friedrich Ebert Stiftung y Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC) en la Ciudad de México.
Sólo una minoría de las mujeres que no migran junto con sus parejas y se quedan en el campo establece una alianza con ellos, quienes les envían dinero para que ellas lo administren en la familia. Para otras la realidad es distinta, pues algunos hombres se pierden en el camino, mueren, son encarcelados, entre otras cosas adversas, y las mujeres se quedan a cargo de la familia y su manutención, explicó García Luna.
En el campo, indican las cifras oficiales, habita 23.5 por ciento de la población mexicana. Para 2005, se observó que en las áreas rurales de la mitad de las entidades del país había una mayor proporción de mujeres.
Las entidades con mayor presencia femenina son Guanajuato, Michoacán y Oaxaca, estados con una gran tradición migratoria masculina, señaló la ponente. Y explicó que al irse los hombres, las mujeres se quedan en la parcela y se encargan de la manutención del hogar, del trabajo doméstico y de la producción agropecuaria.
Con esto, agregó García Luna, las mujeres superamos en número a los hombres tanto en el sector urbano como en el rural, pero en el rural aceleradamente va subiendo la cifra de mujeres por encima del número de hombres y ellas son las que se están quedando en el campo, son las que acuden a las luchas que llevan a cabo las organizaciones campesinas, agregó García Luna.
‘Puedo decir que en la mayoría de las organizaciones campesinas, nuestra mayor filial son las mujeres’, dijo. Ya no vienen a una manifestación o a una marcha sin saber a qué vienen. Aparecen por una lucha para exigir recursos para una vida digna, para un proyecto productivo, ya sea de algún tipo de ganado o recursos para algún proyecto textil, es decir ya traen algo, explicó.
En este sentido, señaló que es necesario que las mujeres del campo levanten la voz en organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial de Comercio (OMC), que luchen para que dentro de estos organismos haya una voz de género, ‘para que se evalúen y analicen los impactos que causan en la vida de las mujeres, las decisiones que se toman en estas instancias’.
En los acuerdos de los tratados comerciales, indicó García Luna, no hay una mujer que vaya y proteja las situaciones de las mujeres. Las mujeres debemos luchar por la soberanía alimentaria, ‘a nosotras nos corresponde esta lucha, porque involucra la lucha por la autonomía a decidir: cómo trabajar, garantizar nuestro sustento y el de nuestras hijas e hijos, mantener nuestras tradiciones culturales, de cultivo y de cómo construir nuestro futuro’.
Las mujeres y los TLC
García Luna apuntó que en el campo las mujeres son discriminadas de varias formas: llevan la principal carga en el trabajo reproductivo y no participan en forma equitativa en la propiedad de patrimonio. Son mayoría en actividades que no requieren de calificación elevada.
De la misma manera, agregó, las políticas de libre comercio no toman en cuenta el trabajo reproductivo que realizan mayoritariamente las mujeres. ‘Actividades tan esenciales para una sociedad como la crianza de las hijas e hijos y el trabajo en el ámbito familiar y comunitario’.
Otro punto a considerar, continuó la ponente, son las grandes inequidades de género que han derivado en una creciente feminización de la pobreza, debido a la falta de oportunidades ocasionadas por el TLCAN, ya que en sus negociaciones no se tiene en cuenta la múltiple carga de las mujeres y sus necesidades especificas.
Simplemente se supone que la política comercial y las reglamentaciones de la OMC no causan ningún impacto específico en términos de género, enfatiza.
Por eso, aunque las mujeres trabajadoras son mayoría en muchos de los sectores que se han visto potenciados por los acuerdos comerciales y de inversiones, las condiciones de trabajo no son las mejores. Las mujeres ganan de un 0.8 por ciento a un 34.1 por ciento menos de lo que ganan los hombres, dijo.
Auge de tratados
El TLCAN fue firmado por México en 1994. Debido al éxito de los tratados de libre comercio para los países ricos, a pesar de los altos costos para las naciones en desarrollo, estos se multiplican, señala el informe Nuestro futuro por la borda, publicado en 2007 por la organización Oxfam Internacional, confederación de 13 organizaciones que trabajan en conjunto con 3 mil organizaciones locales en más de 100 países, para encontrar soluciones definitivas a la pobreza, el sufrimiento y la injusticia.
Así los países ricos, liderados por Estados Unidos y la Unión Europea, están poniendo un empeño sin precedentes en lograr tratados de libre comercio regionales y bilaterales, pero lejos de la fanfarria de las cumbres mundiales y de la prensa internacional.
Unos 25 países en desarrollo han firmado ya tratados de libre comercio con países desarrollados y más de 100 están embarcados en negociaciones. Cada semana se firman como promedio dos acuerdos bilaterales de inversiones. ‘Prácticamente ningún país, por pobre que sea, se ha quedado fuera’, dice Oxfam.