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Matando la imaginación a golpe de austeridad

Fuentes: Rebelión

  Preguntaba Eric Hosbawm hace un tiempo, si el socialismo ha fracasado y el capitalismo está en bancarrota, ¿hacia dónde nos dirigimos? Es difícil atisbar una luz al final del túnel, ya que como decía un grafiti callejero, los recortes la han apagado. ¿Se nos ha apagado también la imaginación por los recortes? Desde luego […]


 

Preguntaba Eric Hosbawm hace un tiempo, si el socialismo ha fracasado y el capitalismo está en bancarrota, ¿hacia dónde nos dirigimos? Es difícil atisbar una luz al final del túnel, ya que como decía un grafiti callejero, los recortes la han apagado. ¿Se nos ha apagado también la imaginación por los recortes? Desde luego el contexto y las políticas de austeridad no solo condicionan la realidad presente, sino también la realidad futura, o el conjunto de alternativas posibles. Es cuanto menos curioso que en una situación de emergencia social como la actual, sea más fácil encontrar innumerables versiones cinematográficas del fin del mundo (síntoma del momento que vivimos), que una sola dónde se imagine un sistema económico diferente. ¿Es más fácil imaginarnos la destrucción de nuestra realidad que una sanidad 100% pública y universal? Parece que sí, en virtud del rezo anglosajón inventado por Thatcher y Reagan durante los años 80, «TINA» (There Is No Alternative), para justificar las políticas de desregulación financiera y liquidación del sector público que llevaron a cabo -y que están en la raíz de la presente crisis, por cierto.

Este es el dilema de las alternativas que forman parte del conjunto de problemas y no de soluciones. La tan propagada idea de que Europa, y más concretamente España está saliendo de la crisis se basa en argumentos como que la prima de riesgo ha caído y los tipos de interés de la deuda española están a niveles previos a la crisis, todo ello aderezado con la buena nueva de que las exportaciones se recuperan. O mejor aún, que Grecia «vuelve a los mercados internacionales». El país heleno ha podido colocar una suma importante de deuda pública, por primera vez en cuatro años. Sin embargo, dado que el país tiene unas cifras de desempleo devastadoras, una fractura social creciente y una caída acumulada del PIB de más del 25%, esta respuesta de los mercados más bien parece un reconocimiento a Mérkel, a la Troika y a su #austericidio, que un «retorno» de Grecia a los mercados. Si no, no se puede explicar que Grecia dejara de colocar bonos con 120% de ratio deuda/PIB, y vuelva a colocarlos con un ratio de 170%.

Es cierto que la prima de riesgo asociada a la deuda pública española está en niveles bajos comparados con los de los peores momentos de la crisis. El alivio ha venido por la decisión del BCE de respaldar hasta donde sea necesario el euro, con compras masivas de deuda pública en los mercados secundarios (comprar deuda a los bancos que previamente han comprado a los estados). Pero el problema es que el montante de deuda acumulado debido a las medidas de la «austeridad» y a la obsesiva política del BCE, hace que a pesar de tener unos tipos moderados, los recursos dedicados a pagar la deuda sean mucho mayores. Y lo que es peor, la velocidad del incremento del ratio deuda/PIB se ha aumentado en el último año vertiginosamente. Deuda y deflación, pueden ser los ingredientes de una espiral difícil de detener.

Son ya muchas las voces, incluyendo el FMI y el BCE, que alertan de la posibilidad de deflación en la eurozona. A pesar de ello, Jürgen Stark, antiguo miembro del consejo ejecutivo del BCE ha asegurado que no hay signos de deflación, y que la caída en la tasa de inflación es positiva al incrementar la renta disponible y estimular el consumo. No es de extrañar que Paul Krugman se eche las manos a la cabeza, afirmando que dicha respuesta es digna de cero en un examen de economía. La realidad es que el BCE, como decíamos hace un tiempo, no ha reaccionado adecuadamente frente a la crisis, provocando mediante su política monetaria inflación-obsesiva una situación de estrangulamiento monetario. Un análisis de las razones de su incapacidad para aplicar otra política monetaria no viene al caso, pero la realidad es que sus inyecciones de liquidez masivas e históricas no han podido solventar la caída del crédito, ahogando la actividad productiva, es decir la oferta. Los créditos a las empresas no financieras han caído de una manera alarmante en la eurozona, con especial hincapié en el sur, España a la cabeza (16%). No queremos defender un retorno al endeudamiento de burbuja, pero es necesario señalar el muro al que se enfrenta la política monetaria del BCE.

La «austeridad» se ha añadido como fuerza a este estrangulamiento, al reducir la capacidad de la demanda, la otra cara de la moneda. A pesar de que, como dice Jürgen, las expectativas están «bien ancladas», el ahogamiento de la «austeridad» nos acerca a la deflación por deuda y por tanto a un escenario explosivo. De ahí el miedo del BCE y la alerta del FMI, ya que un escenario deflacionista incrementa el valor real de la deuda, y dada la velocidad del incremento en el último año, las consecuencias pueden ser peligrosas. «Tranquilos», que ellos también tienen solución para este escenario. Son los «debt haircuts», las quitas de deuda que se han aplicado por ejemplo a Grecia. El problema es que su modelo ha incrementado el ratio de deuda pública, ya que no están diseñadas para reducir el montante total y sobre todo, para eliminar las causas del problema, sino para dar balones de oxígeno al sector financiero.

Perseguir una «deflación interna», es decir bajar los salarios, con el fin de ser más competitivos, y al mismo tiempo una política económica de recortes o «austeridad» es una falacia de composición. Por un lado, presuntamente reducir salarios mejora la competitividad con ello las exportaciones de forma que se genera empleo y crecimiento. Este es un planteamiento mentiroso, como se ha expuesto en numerosas ocasiones pero, con el fin de desvelar las contradicciones internas del mismo, aceptemos «barco». Si esa política se persigue con demasiado ímpetu, la caída en los salarios provocará tensiones deflacionistas, que a su vez incrementarán el valor real de la deuda. Pero si además lo acompañamos con medidas de «austeridad» depresivas -y deprimentes- de la demanda agregada, las tensiones aumentan, con incrementos sucesivos del valor de la deuda.

Si esto es así, que el BCE lance un masivo Quantitative Easing no será suficiente, y podrá acelerarar la conversión de deuda privada en pública, mediante saneamientos sucesivos de los balances bancarios, y el paralelo deterioro de las cuentas públicas. La deuda española está desbocada, pero es todavía el 100% del PIB, mientras que en Italia es 130% y en Grecia 170%. Las dramáticas cifras de desempleo que ha de soportar toda la periferia del sur de Europa están provocando un aumento espectacular de la morosidad en la zona. Los niveles son alarmantes y, como en el caso de la deuda, la velocidad de crecimiento de la morosidad en toda la periferia, es una bomba de relojería, como señalaba JP Morgan.

Si realmente no hay alternativa y el «TINA» es cierto, entonces significaría que de todas las situaciones posibles ¡esta es la mejor! Significaría que el desempleo, la pobreza, el incremento de las desigualdades, el empeoramiento de las condiciones de vida por la destrucción de la sanidad o la destrucción del aparato productivo, son partes del aroma de la vida, como la gravedad o la fotosíntesis. Tal vez por eso las protestas juveniles languidecen y la cartelera está plagada de destrucción del mundo. Y tal vez por eso hacen falta más voces críticas, más pensamiento crítico, más movilización social y más alternativas que nunca. Porque contra la religión del TINA, tenemos el pensamiento crítico, las alternativas, la reforma fiscal, la profundización democrática y participación popular, la reforma del BCE y las instituciones europeas, las auditorías, las reformas financieras y fiscales, la transformación del modelo productivo… ¡Que no nos contagien con su falta de imaginación!

Iván H. Ayala, miembro de econoNuestra e investigador asociado al ICEI.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.