Cuando un pueblo lucha unido y decidido por conquistar su libertad, es invencible. Hace 377 años, el 24 de mayo de 1634, seis bizkaitarras abertzales fueron ajusticiados por defender, con las armas, los Fueros vulnerados por Felipe IV, «Rey de las Españas y Señor de Bizkaia», que juró respetar, pero hallándose escaso de fondos para […]
Cuando un pueblo lucha unido y decidido por conquistar su libertad, es invencible.
Hace 377 años, el 24 de mayo de 1634, seis bizkaitarras abertzales fueron ajusticiados por defender, con las armas, los Fueros vulnerados por Felipe IV, «Rey de las Españas y Señor de Bizkaia», que juró respetar, pero hallándose escaso de fondos para financiar sus costosas guerras imperialistas, no dudó en traicionarlos. A este monarca absolutista sólo le preocupaban los intereses de la Corona, siendo apoyado y amparado por los jauntxos del Señorío, a quienes importaba muy poco que las disposiciones reales vulneraran los Fueros y empobreciesen y endeudasen al pueblo llano, si ellos se enriquecían. El rey los recompensaba con poderes, licencias, encomiendas y títulos nobiliarios. La insurrección armada contra esos ultrajes, conocida también como «rebelión» y «motín», se inició en 1631.
Son acontecimientos terribles que no conviene olvidar. Una placa colocada con acierto por el Ayuntamiento en la fachada principal de la Iglesia de San Antón los recuerda: «El pueblo de Bilbao a la memoria de Martín Otxoa de Aiorabide, Licenciado Morga y Sarabia, escribano Juan de Larrabazter, hermanos Juan y Domingo de Bizkaigana y Juan de la Puente Urtusaustegui, ejecutados el 24 de mayo de 1634, mártires del Señorío de Bizkaia y de su libertad». Otro homenaje tributado a estos héroes lo llevó a cabo el partido Acción Nacionalista Vasca (ANV), denominando «Rebelión de la Sal» a uno de los batallones que luchó contra la «Cruzada» fascista y genocida de 1936.
Según relata el historiador Estanislao J. de Labayru (Batangas-Filipinas 1843 – Bilbo 1904): «Hechas las prisiones, que sería como a las siete de la mañana, el corregidor les fulminó el proceso, y conclusa la causa los condenó a muerte a los seis; a tres a dar garrote en la cárcel, que fueron el licenciado Morga y Sarabia, Juan de la Puente Urtusaustegui, y el secretario del Señorío Martín Ochoa de Ojarabide, y a los otros tres ahorcar en la plaza pública, que fueron Juan de Larrabaster, capitán de ellos, y dos hermanos llamados Bizcaigana, herradores, que eran los valientes del común. Hízose justicia el mismo día 24 de mayo, al anochecer, en la plaza y en la cárcel, con la mayor quietud que en el mundo se ha visto, entre las ocho y nueve de la noche, víspera de la Ascensión del Señor».
La «Matxinada de la Sal» se produjo como consecuencia de una Real Orden que pretendía establecer el monopolio de la Corona sobre la sal existente en los depósitos del Señorío y controlar su venta gravándola con fuertes arbitrios, vulnerando con ello los Fueros vascos que reconocían la libertad de su comercio y la exención de impuestos. Hay que tener en cuenta que, en aquellos tiempos, la sal era el producto más eficaz para la conservación de carnes y pescados; el otro, pero menos estable, era la nieve almacenada en los neveros de montaña.
El motín fue la culminación de un proceso que, trascendiendo la defensa de los Fueros, se convirtió en el enfrentamiento entre grupos populares y de clase media contra los caciques oligarcas y aristócratas, que, atrincherados en torno a la Corona, ejercían el poder en el Señorío bajo un injusto e inaceptable régimen socio-político-económico, causa de graves perjuicios a la mayoría social. Para practicar esa tiranía con impunidad excluían de las Juntas Generales a los candidatos a procuradores del Señorío que «no supieran leer, escribir y entender la lengua castellana». En aquella época esto suponía cerrar el acceso a las Juntas a la mayoría de bizkaitarras, que no podían ocupar los escaños aunque fuesen elegidos. En 1624-1625, por esta causa, no participaron en las Juntas los representantes de «Ispaster, Sondica, Lejona, Berango, Lauquiniz, Lemoniz, Gamiz, Basigo (Bakio), Castillo y Elejabeitia, Ubidea, Baracaldo, Ereño, Mujica, Berango y Berriatua» (Labayru).
Estos sucesos demuestran que el afán por dominar a Euskal Herria viene de tiempo atrás, incluso desde hace muchos siglos. Nuestros antepasados habitaban estas tierras cuando los visigodos invadieron la península ibérica, en la que reinaron entre los siglos IV y VIII d.C. La Historia describe que en los sarcófagos de sus reyes esculpían la frase: «Et Domuit Vascones» para prestigiar a los monarcas difuntos, todos ellos, al parecer, ansiosos de dominar a los fieros nativos. En el año 778 los vascones derrotaron en Orreaga a las tropas expedicionarias de Carlomagno que regresaban a sus bases galas después de haber destruido Iruñea. En 1512, las huestes españolas de Fernando el Católico, con poderosa artillería, invadieron y conquistaron el reino de Navarra…
Hoy mismo, los estados español y francés, siguiendo la vieja costumbre, prohíben por la fuerza que Euskal Herria ejerza con libertad los derechos que le corresponden como pueblo-nación. Sin embargo, es posible que esta injusta situación dure poco tiempo, gracias al proceso socio-político y democrático impulsado por la izquierda abertzale.
Aurrera!
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