El filósofo y político Gianni Vattimo habló con SEMANA.COM sobre el terrorismo, cómo Estados Unidos está perdiendo la guerra en Irak, su conversión al chavismo y en especial, sobre la realidad colombiana Gianni Vattimo se autodenomina como un político fracasado. Aunque ha pertenecido al Parlamento Europeo, Heidegger y Nietzche lo volcaron a la filosofía. Se […]
El filósofo y político Gianni Vattimo habló con SEMANA.COM sobre el terrorismo, cómo Estados Unidos está perdiendo la guerra en Irak, su conversión al chavismo y en especial, sobre la realidad colombiana
Gianni Vattimo se autodenomina como un político fracasado. Aunque ha pertenecido al Parlamento Europeo, Heidegger y Nietzche lo volcaron a la filosofía. Se define, también, como un católico-comunista: sus intereses religiosos están ligados a la izquierda democrática. Además de estudiar la filosofía alemana, su tiempo lo dedica a escribir libros (Las aventuras de la diferencia, El futuro de la modernidad), a dictar conferencias sobre actualidad y a ser profesor en diferentes universidades del mundo. Por estos días, Bogotá y Medellín son sus escenarios, la Corporación Ateneo lo ha invitado para que cuente «cómo reinventar la política».
En esta conversación con SEMANA.COM, habla de su posición frente al fenómeno terrorista, de su reciente conversión al chavismo y del papel de la Iglesia Católica en Colombia.
¿Los recientes atentados en Londres, que aparentemente fueron perpetrados en su gran mayoría por ingleses, ponen en evidencia el fracaso de la política norteamericana contra el terrorismo?
Sí, lo considero un gran fracaso. La misma idea de la guerra preventiva es una máscara ideológica similar a la dialéctica del fracaso de la política prohibicionista de las drogas. Entre más se prohíban, más se venden. Es un error teórico y estratégico de Estados Unidos que puede tener cierta efectividad en algo: su política aumenta el adoctrinamiento alrededor del impero, incluso, el adoctrinamiento de Europa.
¿Cree que Europa está entrando en una época del terror, en la que sus gobiernos y habitantes están cada vez más sometidos por el miedo?
Yo esperaría que no. Estados Unidos sí vive en un miedo permanente. Allí se intensifica el control frente a los extranjeros con una mayor fuerza, lo que me parece fatal. El terrorismo se encuentra en un estado de desesperación en el que su única opción es producir desorden. Los terroristas no pueden aceptar que la verdadera ONU sea Estados Unidos. En esta situación imperial-capitalista, la única forma de manifestarse parece ser el terrorismo.
Creo que se está cumpliendo la profecía de Marx: los pobres han aumentado en el mundo y, por ende, se pueden levantar con más fuerza… Siempre he tenido la ilusión de que aparezca un «grande viejo», como decimos en Italia, un personaje misterioso que comanda todo y que le da un sentido razonable a lo que pasa. Pero a veces me toca ser pesimista en este sentido.
¿Por qué dice que la guerra en Irak ha entrado en un círculo vicioso?
Esta guerra es difícil que alguien la gane. Empezando porque no hay una guerra declarada, y en Irak no hay una autoridad clara. Está el Estado iraquí, pero es un Estado fantasma que no logra establecer, ni siquiera, los servicios públicos o el transporte. Tal vez la única solución para ese círculo sería la retirada de las tropas de los países invasores.
Usted ha dicho que entre más libertades tenga un pueblo más seguro es, ¿cómo ve a Cuba y a Venezuela en este tema?
El problema de la falta de libertad en Cuba es que es una isla pobre. La única diferencia entre Cuba y Venezuela es el dinero: Venezuela lo tiene todo y hace con él políticas sociales. Yo nunca he visto a alguien que diga que Batista era mejor que Castro, nunca, pero obviamente, en contra de Castro está la presión del capitalismo occidental que lo ha estrangulado. Pero llega Chávez a Latinoamérica y, gracias a su petróleo, hace más viable la revolución socialista. Debo decir que Chávez me ha convertido al chavismo. He visto el proyecto de ‘Barrio adentro’ donde distribuye médicos y profesores en los barrios de Caracas y eso me parece totalmente democrático. En cambio, cuando Bush habla de democracia la gente se ríe.
Es decir que hay dos tipos de democracia.
Hay una democracia en crisis en el mundo occidental. Si tengo que elegir entre dos democracias imperfectas, entre la vieja occidental y la joven latinoamericana, me quedo con esta última porque, por lo menos, se nota la revolución y la transformación social.
¿Cómo explica la posición de una parte de la élite y del gobierno de Colombia que ven a Chávez y a Venezuela como una amenaza?
Lo que pasa es que ven en Venezuela un cambio y sin violencia. Me parece que los poderes tradicionales de Colombia han sido demasiado permeables por otro tipo de poderes: los paramilitares, la guerrilla y el narcotráfico. Si yo fuera el presidente de Colombia (risas), haría todo lo posible por legalizar las drogas. La violencia ligada a las drogas no pertenece a los consumidores sino a los productores, a los que convierte a la seguridad en la mayor debilidad de este país. Claro que para un extranjero esto es muy fácil decirlo desde un hotel en Bogotá, pero sí me parece que debe darse un giro al realismo actual y sin violencia. Por ejemplo, ¿por qué hay una popularidad tan alta de Chávez? Porque está basada, en su mayoría, en la ayuda a los pobres. Se trata de transformar estructuras sociales.
En su conferencia, usted ha dicho que Venezuela está más capacitada que Estados Unidos para exportar felicidad, ¿cómo puede interpretarse esa frase?
Estados Unidos está adoctrinando, gracias a su política del terror y su discurso de guerra preventiva; en cambio, Venezuela, lo hace por medio de la transformación social ¿Cuál es mejor?
En ese sentido,¿ podría decirse que Colombia está importando infelicidad?
Creo que Colombia está demasiado infiltrada por Estados Unidos y, por sí misma, no puede hacer nada frente a sus problemas. Si Colombia tratara de integrarse un poco más al fenómeno ‘bolivariano’, seguramente tendría más opciones para resolver sus conflictos. Por ejemplo, el nuevo canal Telesur, que varios países de América del Sur planean lanzar, puede ser una respuesta efectiva para dejar de ser una colonia norteamericana. Aunque, claro, entiendo que la ayuda norteamericana condiciona, en gran parte, las decisiones políticas de aquí.
¿Qué piensa de la Ley de Justicia y Paz y de la importancia de la verdad en todo el proceso de negociación con los grupos alzados en armas?
Yo creo en la ley. Los que la rechazan temen que sea demasiado favorable para los paramilitares, pero el hecho de que dejen las armas ya es algo muy positivo. El problema es saber qué se hace con todos estos jóvenes que no saben más que empuñar las armas. Con respecto a la verdad, se podría tomar el ejemplo de Sudáfrica. Allí la gente confesaba sus faltas y de esta manera se conciliaba con su propio pasado. La pacificación se hizo a través de un sicoanálisis colectivo y ha tenido éxito… La justicia y la paz no sólo se basan en «si se rinden, entonces los perdonamos». La ley debe tener un poco de perdón generoso y explicativo en la medida en que excave un poco en la conciencia social. De otra manera la única opción sería exterminar por completo a todos esos jóvenes combatientes.
El presidente Álvaro Uribe ha dicho que no hay diferencias entre la izquierda y la derecha, que cada vez son más parecidas ¿qué piensa usted al respecto?
Eso me hace acordar de los sacerdotes. Ellos dicen que el diablo nos hace creer que él no existe, y lo hace, precisamente, para tener más dominación sobre nosotros. Eso lo explica todo.
¿Cuál debe ser el papel de la Iglesia Católica en sociedades como la colombiana?
La sexualidad es el pecado de la Iglesia Católica. Los gay no son los enemigos. Pero últimamente, he notado una posición no tan reaccionaria. La Iglesia debería lanzarse en una cruzada pacífica cuya principal función sea difundir una sensibilidad en contra de la idea de la venganza.
A Gianni Vattimo, de 69 años, se le nota en cada respuesta el tinte político de su vocación. Pero es un tinte pesimista, y aunque coquetea con las ideas de una revolución latinoamericana, sentencia la conversación con una frase apocalíptica: «No hay remedio. Nuestra civilización está fundada en las masacres».