Robert Redford, a sus 68 años, mantiene ese innato magnetismo, el espíritu rebelde, la mirada despierta y la conciencia tranquila. Su actitud provocadora e iconoclasta es de sobra conocida, aunque alguno de sus últimos trabajos como actor esté por debajo de lo que se le exige a un defensor incondicional del cine independiente que lidera […]
Robert Redford, a sus 68 años, mantiene ese innato magnetismo, el espíritu rebelde, la mirada despierta y la conciencia tranquila. Su actitud provocadora e iconoclasta es de sobra conocida, aunque alguno de sus últimos trabajos como actor esté por debajo de lo que se le exige a un defensor incondicional del cine independiente que lidera el Instituto Sundance, cantera de la que han salido actores y directores de gran prestigio.
«Los principios fundamentales en los que se fundó nuestra Constitución están siendo amenazados por el Gobierno de la nación, que es quien más debería defenderlos y representarlos», aseguró Redford en clara alusión a Bush durante la presentación de La sombra de un secuestro, la ópera prima del holandés Pieter Jan Brugge. En este filme que acaba de llegar a las salas, el actor da vida a un influyente hombre de negocios que vive el típico sueño americano del hombre hecho a sí mismo, hasta que su entorno se convierte en pesadilla.
–¿Se adentra con esta película en las oscuras profundidades de la condición humana?
–Me interesó la complejidad de los personajes. Todo parece estar claro, pero, a raíz de un secuestro, se desatan motivaciones y sentimientos que hasta entonces habían permanecido ocultos.
–Trabaja con dos grandes de la escena: Willem Dafoe y Hellen Mirren.
–Supuso una gran ventaja, porque con actores de su calibre tienes la seguridad de que las cosas van a salir bien. Ambos tienen un talento impresionante y un estilo impecable.
–Su personaje es un hombre atractivo y poderoso, pero bajo esa elegante fachada siente incertidumbre y soledad. ¿Se identifica con él?
–No, y ésa es, precisamente, la razón que me llevó a interpretarlo. El protagonista sufre conflictos internos y eso te permite sacar todos tus recursos. Es un gran ejercicio de interpretación. A estas alturas de mi carrera se agradece el reto.
–Artista, activista y estrella de cine admirado por millones de mujeres. ¿Qué hace un hombre de 68 años para mantener ese atractivo?
–No sé si soy atractivo o no, pero lo que me importa es estar en buena forma física. Siempre he disfrutado de buena salud y he hecho mucho ejercicio físico y me deprimiría si el cuerpo no me respondiera para hacer aquello que siempre he querido hacer. No me va el gimnasio. Mi pasión son los caballos, esquiar, jugar a tenis y el golf.
–Han pasado 27 años desde la fundación del Instituto Sundance y su festival de cine. ¿Está satisfecho?
–Lo principal es haber proporcionado apoyo a los nuevos y jóvenes talentos para que exhiban su trabajo. El laboratorio de Sundance es de lo que más orgulloso me siento, de él han salido grandes valores de la cinematografía actual. Para poner un ejemplo, Mark Ruffalo.
–¿Cómo influye Sundance en la industria de cine en EEUU?
–Con documentales de los que soy un gran apasionado y también da valor al cine extranjero. Películas como Y tu mamá también o Como agua para chocolate han servido para abrir los ojos al público americano. En Sundance hemos creado un hogar para cineastas de todo el mundo. Nuestro laboratorio ha cruzado fronteras y se organizan programas en países como Rumanía, Hungría, Vietnam, Sudáfrica, Brasil y México.
–Sin embargo, su labor ha sido duramente criticada en el libro Down and dirty pictures.
–No lo he leído, así que me atengo a los comentarios de quienes lo han leído. Para mí no tiene ningun valor porque todo lo que explica es falso. Se basa en rumores. Hay mucha gente por ahí que no es feliz con lo que hace y su forma de contentarse es tirando a matar.
–¿Contra qué tiraría usted en estos momentos?, ¿Qué le indigna?
–La arrogancia y la ignorancia con la que actúa George Bush al frente del Gobierno de Estados Unidos. No puedo imaginarme nada peor que declarar la guerra a un país sin contar con la opinión y el apoyo de la mayoría de los países aliados.
–¿Qué opinión le merece Bush?
–Parece no querer darse cuenta de que Estados Unidos pertenece a una comunidad global. No podemos aislarnos del resto del mundo. Bush comete un error terrible: el de la prepotencia. Sigo creyendo que éste es un gran país y que como tal debe demostrar su grandeza, cosa que no estamos haciendo en este momento. No es culpa de los norteamericanos, pero sí lo será si siguen manteniendo una actitud apática hacia la política exterior de Bush.