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Mediación del Vaticano en Venezuela cambia ecuación política para Washington

Fuentes: cepr.net

La incorporación del Vaticano al proceso de diálogo en Venezuela plantea un reto inhabitual a la política de Estados Unidos en Venezuela y en la región. El domingo 30 de octubre, representantes de tres de los cuatro principales partidos opositotes y otros líderes de la oposición se reunieron con el gobierno, con la presencia de […]

La incorporación del Vaticano al proceso de diálogo en Venezuela plantea un reto inhabitual a la política de Estados Unidos en Venezuela y en la región. El domingo 30 de octubre, representantes de tres de los cuatro principales partidos opositotes y otros líderes de la oposición se reunieron con el gobierno, con la presencia de mediadores del Vaticano y de la UNASUR (la Unión de Naciones Suramericanas), lo cual ha dado lugar a ciertos avances. El gobierno liberó a cuatro personas consideradas por la oposición como presos políticos, y por su parte la oposición suspendió un juicio político contra el presidente Maduro y una demostración que la mayoría de los observadores pensaba que podría correr con un alto riesgo de violencia.

Thomas Shannon, el funcionario número tres del Departamento de Estado de EE.UU, también viajó a Venezuela esta semana, se reunió con el presidente Maduro y con líderes de la oposición, y respaldó el diálogo. Ojalá pudiera decir que aquello supone un cambio sustancial en la política de EE.UU. en la región, pero todas las pruebas aún apuntan en sentido contrario.

El gobierno de EE.UU. no se dirige a Venezuela con miras al diálogo o a concesiones. El gobierno de Obama aplicó sanciones económicas contra Venezuela, las cuales el mismo presidente Obama renovó el pasado mes de marzo. Al reiterar dichas sanciones, la orden ejecutiva de nuevo declaró que Venezuela constituye «una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad de Estados Unidos». El mundo ya sabe lo que le puede ocurrir a países considerados por EE.UU. como «una inusual y extraordinaria» amenaza a su seguridad. Tan solo hace falta ver lo que pasó en Irak, o lo que le pasó a Nicaragua en la década de 1980 – los gobiernos de ambos países también fueron declarados amenazas «extraordinarias» antes de intervenciones de EEUU. No importa cuántas personas se vean directamente afectadas por las sanciones puntuales contra Venezuela. La amenaza es lo que importa, y es lo suficientemente inquietante y agresiva como para mantener a raya de Venezuela a muchos inversores y elevar el costo de endeudamiento del país. (Demás está decir que la premisa entera de que Venezuela constituye una «amenaza a la seguridad» es absurda). Por otra parte, el gobierno de EE.UU. también ha presionado directamente a instituciones financieras para que no hagan negocios con Venezuela.

Por todas estas razones, queda claro que el objetivo de Washington en Venezuela es por lo pronto idéntico al de casi todos los últimos 15 años. El respaldo al diálogo por parte de Shannon vendrá siendo casi seguramente el mismo que en los deshielos diplomáticos anteriores: un respiro de corta duración y poco sincero. El presidente Obama abrió el período más largo (unos cinco meses) de relaciones tranquilas entre EE.UU. y Venezuela, desde el golpe militar respaldado por Washington del año 2002, entre marzo y julio del año pasado. Sin embargo, muy pronto quedó al descubierto que aquello fue solamente porque Cuba – con el apoyo del resto de la región – lo planteó como condición para avanzar en sus propias negociaciones de apertura en las relaciones. Se trataba de algo que Obama quería dejar como su legado. Pero a medida que se acercaban las elecciones a la Asamblea Nacional en Venezuela, la gestión de Obama volvió a su estrategia de cambio de régimen, al apoyar una campaña internacional para deslegitimar las elecciones en el país (la cual resultó ser innecesaria, pues la oposición obtuvo una contundente victoria).

La oposición venezolana siguió una «estrategia de toma militar» durante los primeros cuatro años del gobierno de Chávez, incluyendo el golpe militar de 2002. Sin embargo, desde el 2004 ha sido sujeta a divisiones en torno a si se debe o no buscar el cambio por vías legales. Cada vez que han contado con personas en las calles en busca de un derrocamiento violento o fuera del marco legal – como en 2002-2003, 2013 o 2014 – el gobierno de EE.UU. se ha puesto de su lado. Washington también ha dirigido campañas internacionales para deslegitimar al gobierno de Venezuela, lo cual forma una parte vital de cualquier estrategia paralegal de «cambio de régimen».

Pero por los momentos, el Papa Francisco ha alterado los cálculos de todo el mundo. Para la oposición venezolana de línea dura, condenar al Papa sería poco sensato. La gestión de Obama tampoco puede ejercer el mismo tipo de presión hacia el Vaticano como la que ejerce, por ejemplo, hacia los gobiernos europeos para que apoyen sus sanciones contra Rusia, o múltiples aventuras militares poco populares. Por otra parte, los medios de comunicación internacionales no pueden marginar o ignorar al Papa de la misma forma en que lo hacen con el resto de los gobiernos del hemisferio, por ejemplo, cuando dichos gobiernos se resisten al apoyo de Washington a un cambio de régimen en Venezuela, en Honduras y en otros países.

El Papa seguramente tiende a ver la crisis venezolana de una forma pragmática, por encima del lente de los imperativos ideológicos e imperiales de Washington. En Venezuela, existe un gobierno dividido. Los chavistas controlan la presidencia y buena parte del poder judicial, mientras que una oposición díscola controla la Asamblea Nacional. Hasta la próxima elección presidencial, no hay manera de resolver el conflicto político sino por el diálogo y la negociación.

Puede que el Papa Francisco sea un diplomático pragmático, pero tiene ciertos principios y no se deja intimidar fácilmente. Es probable que entienda que un gobierno dividido en Venezuela es el resultado de un país dividido. Entre el año 2003, cuando el gobierno de Chávez obtuvo el control de la industria petrolera nacional, y el año 2014, la gran mayoría de la población vivió grandes aumentos en sus niveles de vida. Es por esta razón que en las elecciones parlamentarias del pasado diciembre, el PSUV aún obtuvo más del 40 por ciento de los votos – a pesar de una inflación que 180 por ciento y la escasez generalizada de bienes de consumo básico.

Gran parte de los logros de la era de Chávez se han perdido en los pasados casi tres años, y en particular en el último año. No obstante, el partido de gobierno todavía cuenta con una base política con memoria de niveles de pobreza y de exclusión – ya no sea de escasez – peores durante la época anterior a Chávez. Ellos no ven a la oposición política, un movimiento político de derecha que siempre ha representado a las clases altas, como gente que les ofrezca soluciones para mejorar sus vidas.

Por lo tanto, el Vaticano probablemente buscará la negociación y el acuerdo de ambos lados de la división política. Esto supone un desafío singular para Washington y algunos de sus aliados más cercanos en Venezuela.


Mark Weisbrot es codirector del Centro de Investigación en Economía y Política (Center for Economic and Policy Research, CEPR) en Washington, D.C. y presidente de la organización Just Foreign Policy. También es autor del nuevo libro «Fracaso. Lo que los ‘expertos’ no entendieron de la economía global» (2016, Akal, Madrid).

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Fuente: http://cepr.net/publicaciones/articulos-de-opinion/mediacion-del-vaticano-en-venezuela-cambia-ecuacion-politica-para-washington