Decenas de miles de iraquíes detenidos en la operación «surge» (embate, en inglés), que Estados Unidos lleva adelante en este país de Medio Oriente, tienen pocas esperanzas de recuperar la libertad. Como consuelo, un vicepresidente les dice que es más seguro estar en prisión. En el marco del «embate», la ofensiva militar de las fuerzas […]
Decenas de miles de iraquíes detenidos en la operación «surge» (embate, en inglés), que Estados Unidos lleva adelante en este país de Medio Oriente, tienen pocas esperanzas de recuperar la libertad. Como consuelo, un vicepresidente les dice que es más seguro estar en prisión.
En el marco del «embate», la ofensiva militar de las fuerzas de la coalición ocupante para combatir presuntos terroristas, se sumaron desde enero 30.000 soldados a los 135.000 que ya estaban apostados aquí.
La estrategia de Washington, que incluye medidas de contrainsurgencia más agresivas, fue diseñada para reducir la violencia sectaria y mejorar las condiciones de seguridad, en especial en Bagdad, de forma tal que líderes políticos de todas las facciones hagan las concesiones necesarias para lograr la reconciliación nacional.
El número de detenidos por efectivos estadounidenses se elevó más de 50 por ciento desde que se lanzó el «embate» hace seis meses. En febrero había 16.000 presos y la cifra se elevó hasta al menos 24.500, según fuentes oficiales de Estados Unidos en Iraq.
La unidad estadounidense encargada de los centros de detención en Iraq, la Task Force 134, informó el 24 de este mes que el tiempo promedio que permanece una persona privada de su libertad es de un año más o menos.
También señaló que hay unos 800 menores detenidos.
Las estimaciones sobre la cantidad de iraquíes detenidos varían según las fuentes, pero la mayoría de la gente cree que no son menos de 50.000 personas.
La mayor cantidad de presos son sunitas –practicantes de una de las ramas de la religión musulmana– de la región occidental de Iraq, que fueron detenidos sin cargos en su contra ni orden judicial, según fuentes iraquíes y del ejército estadounidense.
«Las acusaciones de abusos son peores en los centros de detención iraquíes que en los estadounidenses. Es difícil conocer la cantidad real de detenidos. Hay sistemas de detención oficiales y no oficiales», declaró a la prensa John Sifton, investigador de la organización Human Rights Watch, con sede en Nueva York, el 24 de este mes.
Sifton señaló que su organización y otras abocadas a la defensa de los derechos humanos «están preocupadas por un aumento de 50 por ciento de los detenidos porque son 50 por ciento más de personas que pudieron haber sido arrestadas de forma arbitraria o, peor, entregadas a funcionarios iraquíes que podrían torturarlas».
Las cifras proporcionadas por el gobierno iraquí no son confiables y el ejército estadounidense no informará nada al respecto, añadió Sifton.
«Mis tres hijos estaban vendiendo verduras en un mercado de Bagdad cuando llegaron los estadounidenses y se los llevaron, de eso hace un año ya», dijo a IPS Saadiya, de 55 años, desde los alrededores de Abu Ghraib, 32 kilómetros al oeste de Bagdad.
«Nos enteramos tres meses después de que los habían llevado a la prisión de Bucca, cerca de (la meridional ciudad de) Basora. Sólo eran agricultores y ahora aparecen en listas de terroristas sólo porque son sunitas», protestó.
Historias como esa abundan en la región occidental de Iraq, donde la población sunita es mayoritaria.
«Explotó una bomba al borde del camino cerca de nuestra casa y mató a tres estadounidenses», relató a IPS Sumaya, desde la zona de Dora, al sudoeste de Bagdad.
«Luego llegaron tanques estadounidenses con cientos de soldados y detuvieron a más de 30 hombres del barrio, incluido mi esposo», añadió.
«Estábamos durmiendo cuando explotó la bomba a las cinco de la mañana, durante el toque de queda, pero igual querían que les dijéramos quién lo había hecho. Ahora tengo que trabajar para alimentar a mis cuatro hijos», protestó Sumaya.
«Una brigada del Ministerio del Interior se llevó a 45 hombres de nuestra aldea hace nueve meses y seguimos sin conocer su paradero», dijo a IPS Farhan Abbas.
Abbas es de Youssufiya, 25 kilómetros al sur de Bagdad, y llegó a la capital iraquí con la intención de obtener alguna información acerca de sus vecinos detenidos.
«Perdimos las esperanzas porque cuando fuimos al Ministerio, los funcionarios negaron el arresto y nos dijeron que debieron ser milicias con uniformes militares», relató Abbas.
«Pero nosotros replicamos que habían llegado en vehículos del Ministerio y entonces nos dijeron que desapareciéramos o nos iban a detener a nosotros también», añadió.
Dos vicepresidentes de Iraq, Adel Abdul Mahdi, un chiita del Consejo Supremo Islámico Iraquí, y Tariq al-Hashimi, del sunita Frente de Acuerdo Iraquí, visitaron Camp Cropper, un centro de detención estadounidense cerca del aeropuerto internacional de Bagdad.
El canal de televisión Al-Sharqiya informó que Mahdi no habló con los detenidos, en cambio Hashimi tuvo contactos prolongados con varios de ellos y les prometió que sus casos iban a ser estudiados en breve.
«Están mejor aquí que afuera», dijo Hashimi a los detenidos. «Créanme, es mucho más seguro estar aquí que afuera».
«¡Qué gran vicepresidente que tenemos!», exclamó Ahmad Ali, de Ramadi, que se encontraba en Bagdad. «Piensa que es mejor estar en prisión que en casa».
El Frente de Acuerdo Iraquí se retiró del gobierno del primer ministro Nouri al-Maliki el 1 de este mes porque no se atendieron muchos de sus reclamos. El primero de ellos era la puesta en libertad de 80 por ciento de los detenidos, considerados inocentes.