El discurso de los banqueros españoles va desde el cinismo a la desvergüenza con una facilidad que es difícil encontrar en cualquier otro colectivo con los tiempos que corren. Bueno, sí, quizás en el de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). Ya se sabe: tanto monta, monta tanto. Y es que resulta de todo […]
El discurso de los banqueros españoles va desde el cinismo a la desvergüenza con una facilidad que es difícil encontrar en cualquier otro colectivo con los tiempos que corren. Bueno, sí, quizás en el de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). Ya se sabe: tanto monta, monta tanto.
Y es que resulta de todo punto intolerable tener que soportar las declaraciones del presidente de la Asociación Española de Banca, Miguel Martín, en la Comisión de Economía y Hacienda del Congreso de los Diputados en un tono propio de quien parece estar perdonando la vida tanto al gobierno como al conjunto de ciudadanos.
A estas alturas de la crisis y después del trato privilegiado que han recibido por parte de este gobierno, los bancos han anunciado que se van a comprometer a «arrimar el hombro» para ayudar a superar la grave situación económica actual. ¡Qué gran noticia!
Lo que ocurre es que esto no hay quien se lo crea porque la credibilidad de las declaraciones queda manifiestamente en entredicho cuando se revisa someramente su comportamiento durante los últimos meses.
De entrada, mientras se vanagloriaban de la fortaleza de su posición en relación con la de otros sistemas financieros mucho más afectados por la crisis, no dudaron en reclamar del gobierno -y éste en concederle- un fondo de 30 mil millones de euros ampliables hasta 50 mil millones para atender sus necesidades de liquidez a corto plazo y avales para colocar a menor coste sus emisiones de títulos a lo largo de este año por valor de 100 mil millones de euros.
Así que, para ir abriendo boca no estaría mal que, dado que ese fondo se sufraga con dinero público que podría estar siendo utilizado directamente en la reactivación de la economía real, nos contaran que están haciendo con los casi 20 mil millones de euros (o, lo que es lo mismo, con los más de 3,3 billones de las desaparecidas pesetas) que han recibido ya en las cuatro subastas de recursos que se han efectuado hasta el momento.
Pero, además, tampoco estaría mal que explicaran cómo piensan «arrimar el hombro» si siguen sin repercutir sobre sus operaciones de activo el descenso de los tipos de interés legales. Así, la banca española cobra sus créditos al consumo un 43% más alto que en la media de la zona euro y, cuando se trata de descubiertos en cuenta corriente, los tipos de interés penalizadores llegan a niveles usurarios (superior al 20% para el caso de las sociedades no financieras y en franco contraste con los aplicados en los principales países europeos en donde se paga por el mismo concepto un poco más del 5%; mientras que en el caso de los particulares el tipo de interés penalizador es del 13% cuando la media en la zona euro es del 10%). De esta forma, para un crédito al consumo, los bancos están cobrando en estos momentos una tasa anual equivalente (TAE) superior al 11% cuado el Euríbor se ha reducido por debajo del 2%. Por su parte, para el caso de los préstamos hipotecarios, el diferencial que cobran los bancos por encima del Euríbor también ha aumentado hasta niveles desconocidos hasta el momento, oscilando entre un 1,5% y un 2% por encima del tipo del interbancario.
Pero, ya puestos a pedir explicaciones, habría que seguir preguntando cómo piensan arrimar el hombro si el endurecimiento de las condiciones del crédito por la vía del precio lo han reforzado también por la vía de la cantidad. Y es que la tasa de crecimiento del crédito a empresas y familias se redujo en España durante 2008 en un 60% cuando la media de la reducción en la Eurozona, mucho más afectada por el fenómeno de las hipotecas basura, no llegó al 50%. Y en enero de 2009 la caída del crédito a los hogares con respecto a enero de 2008 fue de un 38%.
Cualquiera puede percibir que la situación de estrangulamiento del crédito que sufre el sector privado no financiero difícilmente podrá solventarse con esta reducción del crédito bancario, con este «cierre del grifo» que la propia banca se niega a reconocer, por boca de uno de sus líderes, a pesar de lo que los datos cantan por sí mismos (como, por cierto, tampoco duda en afirmar que la repercusión de las bajadas en los tipos del interbancario está siendo repercutida rápidamente sobre los clientes. ¿En qué país vivirá este hombre?).
Pero lo que ya clama al cielo es que el presidente de la patronal bancaria se permita -¡él, precisamente él!- llamar la atención por el sobreendeudamiento de empresas y familias y calificarlo de «enfermedad». Es, permítanme el símil, como si una madre que ha atiborrado a su hijo de golosinas, facilitándole que comprara cuantas quisiera en el kiosco de la esquina, luego le reprochara que hubiera enfermado de diabetes.
Pero, a ver, ¿se puede saber con quiénes están endeudadas las familias y empresas españolas si no es con los bancos y cajas de este país? ¿Quiénes, si no ellos, han permitido estos niveles de endeudamiento y un apalancamiento financiero por parte de los agentes privados que sitúa muchas de esas deudas en una situación prácticamente incobrable? ¿Cuándo nos daremos cuenta de que la crisis en este país aún no se ha manifestado con toda su virulencia y que cuando lo haga presentará un perfil muy parecido al de la crisis estadounidense, es decir, una crisis inmobiliaria que afectará al sistema bancario y financiero por la vía del incremento de la morosidad? Basta con ver las últimas previsiones de incremento de la morosidad para este año -más de 100 mil millones de euros hasta mediados de 2009- como para comprender que lo peor de la crisis aún está por llegar. Y, si no, lo hablamos de aquí a un año.
Alberto Montero Soler ([email protected]) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga (España). Puedes leer otros textos suyos en su blog «La otra economía«.