Los últimos ataques de mercenarios de la empresa de seguridad estadounidense Blackwater en la capital iraquí no fueron los primeros y muchos analistas creen que no serán los últimos. La gravedad de las acciones de Blackwater, incluso, podría aumentar, pues en Washington circulan versiones sobre la intención del gobierno de George W. Bush de darle […]
Los últimos ataques de mercenarios de la empresa de seguridad estadounidense Blackwater en la capital iraquí no fueron los primeros y muchos analistas creen que no serán los últimos.
La gravedad de las acciones de Blackwater, incluso, podría aumentar, pues en Washington circulan versiones sobre la intención del gobierno de George W. Bush de darle inmunidad penal a sus empleados a cambio de sus declaraciones.
Diecisiete iraquíes fueron asesinados el 16 de septiembre y otros 27 quedaron heridos cuando mercenarios de esa compañía dispararon indiscriminadamente contra el público que se encontraba en la plaza Nissor del oeste de Bagdad.
Decenas de testigos afirman que, al contrario de lo que sostiene Blackwater, los mercenarios no estaban repeliendo un ataque.
Numerosos testigos kurdos señalaron que no vieron a nadie en la plaza disparando contra los mercenarios en ningún momento, lo cual corrobora el análisis forense.
Los testigos se encontraban en la sede de su grupo político, frente a la plaza donde se perpetraron los asesinatos.
«Yo diría que fue una masacre», declaró Omar H. Waso, veterano dirigente de la Unión Patriótica de Kurdistán, partido que apoyó a Estados Unidos en la invasión y ocupación de Iraq. «Es ilegal. Aplican la ley de la selva.»
«Algunas de las víctimas eran iraquíes con estrechos vínculos con el gobierno», dijo a IPS un testigo que pidió reserva de su identidad. «Se armó un gran alboroto en torno a cinco o seis cuerpos, en especial cuando llegaron al lugar inspectores del Ministerio del Interior.»
El desempeño de las compañías de mercenarios contratadas por Estados Unidos en Iraq para garantizar la seguridad de funcionarios y diplomáticos están plagadas de historias como esa.
«Mataron a mi joven vecino a sangre fría», dijo a IPS Ibrahim Obeidy, de 32 años. «Asesinaron a tantos iraquíes y ni siquiera se puede preguntar por qué.»
«Los iraquíes de la provincia de Anbar, al oeste de Bagdad, siempre dijeron que fuerzas de aspecto raro habían perpetrado ejecuciones a sangre fría», dijo a IPS Abdul-Sattar Ahmed, abogado de la capital provincial de Ramadi.
«Grupos de hombres vestidos de civil, pero en vehículos blindados, y a veces en helicópteros, cometieron numerosas ejecuciones misteriosas. Rara vez realizan detenciones, prefieren matar», afirmó.
Los convoyes de Blackwater, que suelen contar con numerosas camionetas grandes y blancas, resultaron mortales para la población civil desde los primeros meses de la ocupación encabezada por Estados Unidos en marzo de 2003, señaló Salih Aziz, de la Organización Iraquí de Derechos Humanos, con sede en Bagdad.
«Desde el inicio de la ocupación circularon por las calles grupos de hombres de aspecto raro en vehículos blindados y con vidrios polarizados que mataban a todo el que se les acercara», recordó Aziz. «Fueron los primeros en ganarse el odio de los iraquíes.»
Blackwater se hizo conocida cuando cuatro de sus mercenarios fueron asesinados en Faluya, 60 kilómetros al oeste de la capital, el 31 de marzo de 2004. Tras el incidente, el ejército estadounidense lanzó dos ataques brutales contra esa ciudad.
El ataque de noviembre de ese año destruyó alrededor de 70 por ciento de la ciudad. Decenas de miles de personas debieron abandonar el lugar y no han podido volver hasta hoy.
«Todo es cuestión de negocios y dinero», dijo a IPS Malik Nizar, un empresario de Bagdad de 50 años. «Altos empleados, como el director general de Blackwater, Erik Prince, cosechan miles de millones de dólares por contratos de seguridad y no van a renunciar a ello por nada del mundo.»
El periodista independiente Jeremy Scahill, que investigó a la empresa estadounidense, dijo a IPS en entrevista telefónica: «De los documentos que obtuve queda claro que los contratos de Blackwater alcanzan los 750 millones de dólares por servicios de seguridad prestados sólo al Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos».
Scahill es autor del libro «‘Blackwater: The Rise of the World’s Most Powerful Mercenary Army'» («Blackwater: El surgimiento del ejército de mercenarios más poderoso del mundo»).
«Se desconoce el alcance de sus contratos en todo el mundo porque también realiza tareas encubiertas para el gobierno estadounidense y su trabajo está envuelto en un manto de secreto y capas de protección burocrática», informó.
La empresa es objeto de investigaciones oficiales, pero aun así sigue recibiendo jugosos contratos de Washington, añadió Scahill.
«Entre ellos, uno por 92 millones de dólares con el Pentágono para operar vuelos en Asia central y otro por 15.000 millones de dólares en el marco de la llamada ‘guerra contra las drogas'», informó.
«Si Blackwater perdiera sus contratos declarados en Iraq, la empresa seguirá haciendo un gran negocio con los contribuyentes estadounidenses», sentenció Scahill.
El gobierno iraquí se vio obligado tras el incidente del mes pasado en Bagdad a aceptar los resultados de una investigación oficial según la cual los mercenarios de Blackwater eran culpables de asesinato y actuaron sin mediar provocación.
En Estados Unidos circulan insistentes versiones sobre la posibilidad de que los investigadores del Departamento de Estado (cancillería) hayan ofrecido a funcionarios de Blackwater la posibilidad de que sus declaraciones no puedan utilizarse en su contra en un juicio a cambio de sus testimonios.
El Buró Federal de Inteligencia (FBI), que investiga a la empresa, no tiene la potestad para ofrecerles un trato de ese tipo. Por su parte, el Departamento de Justicia, que sí puede, no está en conocimiento del asunto.
Los investigadores recomendaron expulsar a la empresa de Iraq y pidieron ocho millones de dólares para indemnizar a las familias de cada víctima.
Funcionarios iraquíes decidieron la semana pasada crear un comité para estudiar la forma de revocar una norma de 2004, dictada por el director de la Autoridad Provisional de la Coalición ocupante, L. Paul Bremer, que coloca a las empresas de seguridad privadas fuera de la legislación iraquí, lo que las exonera de todo proceso judicial en este país.
Muchos iraquíes están enfadados por los derechos especiales de que se beneficia Blackwater.
«Recibí numerosos disparos cuando circulaba en mi automóvil por Bagdad en diciembre de 2004», dijo a IPS Saad Mohammad Saed, quien trabaja en una organización no gubernamental.
«Reconocí los vehículos. Eran de una empresa de seguridad. Mi automóvil quedó destruido y sobreviví de milagro. Cuando fui a hacer la denuncia me información que no podían hacer nada contra esas personas», relató.
Aunque no se pueda precisar si ese episodio concreto fue perpetrado por empleados de Blackwater, la población está furiosa con la empresa.
Ese tipo de hechos sucede aún hoy.
Dos mujeres fueron asesinadas en Bagdad la semana pasada. Maro Bougos y Jenna Jalala murieron tras recibir varios disparos de un convoy de una empresa privada cuando iban en su automóvil. Los tres niños que iban en el asiento trasero sobrevivieron.
«¿Bush, el primer ministro Nouri al-Maliki o algún otro político cuidarán de los hijos de mi hermana después de matar su madre?», inquirió el hermano de Bougos, presente al momento del accidente.