En un plazo de pocos días, Brasil y Argentina, los dos mayores socios del bloque sudamericano, liquidaron su deuda con el FMI, en una acción económica, pero sobre todo de simbolismo político. El nuevo socio, Venezuela, también comienza a moverse en el tablero.
Brasil y Argentina terminan 2005 con un fuerte acercamiento en su relación bilateral, condimentado por la decisión de ambos gobiernos de pagar sus deudas con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y por la llegada de la Venezuela del presidente Hugo Chávez al Mercosur, bloque comercial sudamericano al que pertenecen además Uruguay y Paraguay.
Los últimos días del año concentraron lo que en Argentina calificó el presidente Néstor Kirchner del reto más importante de su gestión, iniciada en mayo de 2003, el pago de los 9 mil 810 millones de dólares adeudados al FMI, mientras el anuncio similar hecho por Brasil dos días antes fue manejado con una actitud casi burocrática.
Para anunciar la medida, el 16 de diciembre, Kirchner no ahorró críticas al organismo financiero de Washington durante un discurso al que convocó a todos sus aliados. «Desnaturalizado como está en sus fines, el FMI ha actuado, respecto de nuestro país, como promotor y vehículo de políticas que provocaron pobreza y dolor en el pueblo argentino, de la mano de gobiernos que eran proclamados alumnos ejemplares del ajuste permanente», atacó Kirchner. Agregó que cuando los argentinos estuvieran «levantando sus copas el 31 de diciembre sabremos que el trabajo argentino estará volviendo a los argentinos».
En Brasil el tono del anuncio fue distinto, con el ministro de Hacienda, Antonio Palocci, informando la decisión a la prensa mientras era cuestionado por reporteros sobre las denuncias de su relación con el escándalo de financiación ilegal y compra de adhesiones en el Parlamento que pende sobre el oficialista Partido de los Trabajadores.
Palocci y otros integrantes del equipo económico destacaron que la decisión no fue ruptura y que Brasil mantiene y mantendrá relaciones amistosas con el FMI. El razonamiento del ministro es que la prudencia en la gestión económica que significó el mantenimiento de altas tasas de interés para contener la inflación, un cambio flotante que resultó en la valoración de la moneda local, criticada por exportadores, y la contención de gastos para generar superávit fue lo que propició en el país una situación suficientemente cómoda como para ahora prescindir de los recursos del Fondo.
El tono del presidente Luiz Inácio Lula da Silva fue distinto: el pago se realizó «para mostrar al mundo y al mercado que este país tiene gobierno. Vamos a acertar o a equivocarnos por nosotros mismos, por nuestra conciencia, y por nuestras decisiones».
Mientras los dichos no afectaron en nada la reacción positiva del mercado a la medida de Brasil, las palabras del líder brasileño evidencian el intento de Lula por tener beneficios políticos de la medida, ante la caída de su popularidad por el escándalo de corrupción y la situación de la economía, que tuvo una contracción de 1.2 por ciento en el tercer trimestre.
Para Kirchner, el desafío es otro. Sondeos difundidos tras el anuncio del pago muestran que la decisión tiene el apoyo de más de 70 por ciento de la población. Pero el mercado reaccionó con dudas ante el temor de las acciones que pueda efectuar el gobierno sin la auditoría del FMI y la percepción de que usar más de un tercio de las reservas para cancelar la deuda pone al país en situación de mayor vulnerabilidad ante una crisis.
Pero en el último mes del año también crecieron los indicios de que una variable común en las ecuaciones para solucionar el problema político de Lula y eventuales reveses económicos de Kirchner es Venezuela.
El argentino agradeció la ayuda de Chávez para dar viabilidad al plan de desendeudamiento con el FMI y dijo esperar que la República Bolivariana compre el próximo año unos 2 mil 400 millones de dólares en papeles de la deuda argentina que serán emitidos para recomponer las reservas del banco central. Caracas ya adquirió 950 millones de dólares en bonos argentinos durante 2005.
Coincidentemente, los dos anuncios ocurrieron pocos días después de la cumbre de jefes de Estado del Mercosur, en Montevideo a principios de diciembre, donde los líderes de Brasil y Argentina intercambiaron gestos de acercamiento con el gobierno venezolano. Kirchner aprovechó la cumbre para felicitar a Chávez por el «legítimo triunfo electoral» obtenido en las elecciones parlamentarias de principios de diciembre, cuya legitimidad fue fuertemente cuestionada por la oposición y observadores de la Organización de Estados Americanos y de la Unión Europea.
Durante la reunión, Venezuela fue admitida como el quinto miembro pleno del bloque, aunque aún tendrá que cumplir varios pasos que pueden llevar años hasta que el país tenga derecho a hacer valer su opinión en el proceso de toma de decisiones en el Mercosur. Según la definición de los diplomáticos que negociaron los términos de la adhesión, el país tendrá voz, pero no voto.
Chávez dio muestras de que con la adhesión no pretende moderar su discurso, sino utilizar el foro para desplegar su lenguaje, y el tono fue oportunamente acompañado por Lula. Después de que Chávez dijo públicamente que escuchó quejas de Lula sobre cómo es tratado por la elite y la prensa brasileña, el mismo Lula acusó a la oposición de «golpismo». «Mis adversarios actúan como actuó Fedecámaras contra Chávez. O sea, intentan hacer golpismo». Fedecámaras es el lobby de industriales venezolano que instrumentó el golpe que sacó al mandatario del poder por dos días en abril de 2002.
En términos de dependencia en relación con el petróleo de Venezuela, Kirchner está en una posición más delicada que Lula, pues Brasil camina hacia la autosuficiencia en producción de hidrocarburos quizás en 2006. En contraste, la dependencia energética y financiera argentina en relación con Venezuela tiende a crecer. Pero un acercamiento con Chávez puede significar para el líder brasileño, aparte de un movimiento natural en busca de una efectiva integración sudamericana, un arma electoral para seducir votantes de izquierda cuando las encuestas ya ponen en duda su relección en 2007. A Chávez el «escudo» del Mercosur le puede servir para defenderse en la pelea con Washington y la oposición. La clave estará en cómo los tres países sortearán las divergencias entre ellos para potenciar las ganancias que cada uno podrá sacar de las relaciones mutuas.