Para el compañero Günter Anders, in memoriam, que se habría puesto de los nervios. «Imposible comprar en domingo en Alemania» es el título de un artículo de Ana Carbajosa [AC, 1] publicado el pasado jueves en el global-imperial-neoliberal que se inicia con estas palabras: «Un domingo en una ciudad alemana es lo más parecido al […]
Para el compañero Günter Anders, in memoriam, que se habría puesto de los nervios.
«Imposible comprar en domingo en Alemania» es el título de un artículo de Ana Carbajosa [AC, 1] publicado el pasado jueves en el global-imperial-neoliberal que se inicia con estas palabras: «Un domingo en una ciudad alemana es lo más parecido al día después de una bomba nuclear». ¿He leído bien se preguntaran? Han leído bien: un domingo o festivo en una ciudad alemana sin comercios abiertos, por ser un día de descanso obrero, de trabajadoras en la mayor parte de los casos, es como Hiroshima y Nagasaki después de la barbarie de 1945. ¿Habían leído alguna vez algo parecido?
¿Y por qué y raíz de esta horrible analogía? Por lo siguiente: «Los comercios están cerrados a cal y canto y los víveres apenas se consiguen en las estaciones de tren». Seguro que no será exactamente así pero aunque lo fuera. Las costumbres, sin embargo, añade AC llena de desbordante felicidad, «podrían empezar a cambiar incluso en Alemania, un país que venera el día de descanso». ¿No hay que venerar los días de descanso? ¿Entonces qué hay que hacer? Acuciadas, prosigue, «por el avance del comercio on line y por el cambio de patrones de consumo, los grandes comerciantes han lanzado una campaña con la que pretenden doblegar a dos sólidas instituciones del país: Iglesia y sindicatos». Doblegar, esta vez sí, es la palabra adecuada. Los empresarios, sabido es, representan la modernidad líquida, sólida y gaseosa. Se lanzan contra los sindicatos y contra iglesias que respetan lo básico y hay que aplaudirles.
La Constitución alemana, nos informa AC, lo explica con claridad en su artículo 139: «El domingo y los días festivos reconocidos oficialmente quedarán protegidos por ley como días de descanso laboral y de recogimiento espiritual». ¿Para cuándo en nuestra Constitución? Luego cada Estado federado regula las excepciones. Excepciones, no por sistema. No es lo mismo, comenta AC con un poco de sorna, «Berlín o Hamburgo que la católica Baviera, donde ni siquiera pueden abrir los llamados domingos de rebajas». ¡Pues muy bien por la católica Baviera! ¿O no? ¿Por qué no toman ejemplo Berlín, Frankfurt o Hamburgo?
Los empresarios sostienen que «debe ser cada individuo y no una norma general quien decida si se compra o no en domingo». Para ellos, para los que tienen el rostro de llamarse «dadores de trabajo», «los clientes, los empleados y los comerciantes son lo suficientemente maduros para determinar qué quieren comprar o vender en domingo» (lo defendía recientemente Stephan Fanderl, el CEO de Karstadt, una especie de El Corte inglés alemán). ¿Los trabajadores, las trabajadoras determinan lo que quieren vender el domingo? ¿Por qué nos quieren engañar siempre? ¿Por que se ríen a nuestra cosa? ¿Los clientes son aquí algo más que un grupo de presión a favor del empresariado que juega con ellos?
Ampliar el abanico de excepciones no va a ser fácil, prosigue AC. ¡Menos mal! En los últimos ocho años, «los sindicatos han llevado a los tribunales más de un centenar de ordenanzas y casi siempre han ganado». ¡Magnífico! «La Iglesia está de su lado. Los fieles podrían acabar de compras en lugar de ir a misa». O podrían dar una vuelta, descansar, leer a Marx o a Spinoza, dar besos, dar abrazos, subir una montaña,.. ¡Tantas cosas podemos hacer! ¡No somos seres unidimensionales! Nos lo enseñó el compañero Marcuse.
«La protección del domingo contribuye a la paz social, promociona el bien común y fortalece la cohesión social», ha reaccionado la agrupación evangélica de trabajadores. Pues no está mal aunque sea una agrupación evangélica. «Los ciudadanos libres necesitan domingos libres». Pues tampoco está mal. Aplausos, aplausos desde el ateísmo.
Las resistencias, concluye AC, «son fuertes para los prósperos empresarios alemanes, capaces de exportar sus productos a medio mundo en grandes cantidades, pero incapaces de convencer a los suyos de los beneficios de la liberalización». ¿Beneficios de la liberalización para quién? De momento, con sectores de la Iglesia, y también con la Constitución, han topado. Y con cualquier movimiento obrero o colectivo feminista que se precie de serlo. ¿O hay que repetir de nuevo cosas tan básicas, tal elementales, como que laborare stanca o que el tiempo de trabajo para la mayoría de trabajadoras del mundo (también trabajadores) no es tiempo de vida sino de esclavitud salarial?
Un día festivo no es como el paisaje después de un ataque nuclear. Nada de eso. Nada más lejos que esa barbaridad insultante. Es otra cosa. Un día de paz, comunidad, goce, estudio, sexualidad probablemente y vida.
Nota:
1) http://elpais.com/elpais/2017/06/21/opinion/1498059269_572802.html
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