La manipulación mediática hace ver, desde el extranjero, un México distorsionado donde la violencia se justifica en prejuicios raciales y culturales que no solamente alejan al espectador de la realidad mexicana, sino que distorsionan e incluso encubren las injusticias y violencias de los países extranjeros, especialmente en el caso de los países europeos, Canadá y la unión americana, que están involucrados directa e indirectamente con estas violencias.
A partir de la colonia el modelo de explotación europeo ha ido introduciéndose en México, conservando sus ligas con los beneficiarios económicos del viejo continente, extendiéndose luego la relación al dominio estadounidense, que incluye, a finales del siglo XX, a Canadá. Esta relación ha sido siempre de naturaleza extractivista, trasladando metales preciosos, combustibles, producción agrícola, usufructo industrial y demás riquezas hacia las metrópolis dominantes. El proceso ha sido desde el inicio la principal fuente de violencia en toda la región latinoamericana, chocando con resistencias de todo género, desde el indigenismo original hasta formas de nacionalismo reflejo del sincretismo cultural, su evolución lógica y directa nos lleva al momento actual, donde la espiral de violencia ha alcanzado niveles terribles y su solución se ve cada vez más complicada.
Luego de siglos de confrontación entre los intereses extractivistas y la resistencia de las poblaciones mexicanas, si bien se ha logrado cierta fortaleza por parte del estado nación, existe aun una gran dependencia para con los intereses extranjeros. El actual gobierno de centro-izquierda ha lanzado varios mega-proyectos para el desarrollo de la economía nacional, que incluyen la construcción de vías férreas, carreteras, complejos industriales, refinerías, nuevas explotaciones de petroleo y gas, etc. Aunque desde distintas poblaciones se ha opuesto resistencia a estos proyectos, la popularidad y aceptación del actual gobierno legitima su desarrollo y mantienen un clima de justicia a nivel general. Sin embargo esta aceptación no se extiende a los problemas acarreados por la historia y, sobre todo, por los gobiernos de las últimas siete décadas, plagados de corrupción, privatizaciones, auge del crimen organizado, crímenes contra la población y confrontación directa con las fuerzas militares, entre otros muchos, cuyas consecuencias continúan sufriéndose hasta la fecha.
El gobierno de López Obrador ha conseguido insertarse en este modelo de gobierno, conciliando intereses entre los distintos grupos de poder político, así como estableciendo compromisos con las economías extranjeras. Su logro no es poco, ha conseguido mover la brújula de un país autoritario y dictatorial hacia un rumbo más progresista, sin embargo los vicios del pasado están construidos de manera solida dentro de la arquitectura internacional y permanecen tan firmes como antes de la elección del 2018. El modelo extractivista ha sobornado a todo género de actores políticos y judiciales, coaccionado, amenazado y amedrentado a quien se resiste al avance de sus intereses, recurriendo a la contratación e incluso a la formación de grupos paramilitares asociados al crimen organizado y la contra insurgencia. Durante el periodo de la globalización, se permitió la entrada en el juego a países como China y Rusia, que no tardaron en comprender las leyes de la sucia competencia, estableciendo sus propias esferas de influencia dentro de los grupos de gobierno, así como dentro de las mafias criminales, recrudeciendo las guerras entre grupos de poder que ya de por si existían, causadas por la competencia entre países europeos, Canada y EEUU.
El narcotráfico es un mega proyecto cuyas ganancias compiten con cualquiera de los desarrollos capitalistas en el territorio mexicano, sus sus lógicas, sus métodos, su parafernalia, son un reflejo del proceder extractivista. Los sicarios venden una gran cantidad de servicios a este modelo, desde el cobro de piso, el secuestro, el asesinado de rivales en el territorio, hasta el exterminio y desplazamiento de poblaciones enteras que estorban a la explotación del litio, metales y tierras raras, necesarias para la agenda ecológica de los países de occidente. Explotaciones mineras cuya contaminación y envenenamiento de las áreas colindantes, superan por mucho las consecuencias del cambio climático. El terror del narcotráfico también sirve para abrir paso a la producción industrial de alimentos, cuya demanda en Europa, Canada y EEUU produce una derrama económica muy similar a la del petroleo. Las armas usadas por el crimen organizado en México, provienen de los Estados Unido y Europa, las ganancias de los capos descansan seguras al lado de las ganancias de sus socios capitalistas en bancos europeos, canadienses y norteamericanos.
En occidente las tierras de cultivo pertenecen a unos cuantos millonarios que las explotan a punta de transgénicos y glifosato, la minería pertenece al mismo grupo, sin mencionar temas como la trata de personas o el jugoso negocio de las drogas. Los ciudadanos son sujetos de esta maquinaria incuestionable. Este es el modelo que se está imponiendo en México desde hace quinientos años y la resistencia nos está costando la vida.
Fuente: https://modernidadespeculativa.wordpress.com/2023/08/24/mexico-esta-muy-lejos/